lunes, 12 de julio de 2010

Señor, cómo quisiera
en cada aurora aprisionar el día,
y ser tu primavera
en gracia y alegría,
y crecer en tu amor más todavía.


En cada madrugada
abrir mi pobre casa, abrir la puerta,
el alma enamorada,
el corazón alerta,
y contigo tu mano siempre abierta.


Ya despierta la vida
con su canción de ruidos inhumanos;
y tu amor me convida
a levantar mis manos
y a acariciarte en todos mis hermanos.


Hoy elevo mi canto
con toda la ternura de mi boca,
al que es tres veces santo,
a tí que eres mi Roca
y en quien mi vida toda desemboca.


Amén.
Autor desconocido

domingo, 11 de julio de 2010

Nuevo Arzobispo de Bogotá confía en gracia de Dios para asumir retos


(Tomado de www.encuentra.com) El Arzobispo electo de Bogotá, Mons. Rubén Salazar Gómez, expresó su confianza en la gracia de Dios para afrontar los "retos muy especiales" de una ciudad con presencia del crimen organizado, pobreza, y que es sede del poder político del país.


"Bogotá es la Arquidiócesis más grande de Colombia, con una población cercana a los cuatro millones de habitantes. Los seres humanos somos limitados, no podemos decir que tengamos todas las capacidades y cualidades, especialmente para desempeñar un cargo tan delicado como ser Arzobispo de Bogotá", expresó a la prensa.


Mons. Salazar añadió que recibe el nombramiento "con alegría, temor y confianza. Sé que si el Señor nombra también da toda la gracia que se necesita".

En otro momento, el Prelado también se refirió a los casos de pederastia cometidos por algunos miembros del clero. Mons. Salazar Gómez rechazó que se trate a la Iglesia como "la Iglesia de los pederastas" e indicó que la pedofilia es un problema que debe ser tratado más ampliamente.
Asimismo, defendió el celibato sacerdotal y señaló que el
matrimonio de sacerdotes no soluciona el abuso a menores, porque "hay personas casadas que son pederastas".


El Prelado instó a las víctimas de este crimen a denunciar los abusos ante las autoridades.

jueves, 8 de julio de 2010

Presidente del Episcopado Colombiano, Arzobispo de Bogotá

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 8 julio 2010 (ZENIT.org).- El presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), monseñor Rubén Salazar Gómez, ha sido nombrado por el Papa Benedicto XVI como nuevo arzobispo de Bogotá, según informó este jueves la Oficina de Información de la Santa Sede. Monseñor Salazar Gómez, hasta el momento arzobispo de Barranquilla, nació en Bogotá el 22 de septiembre de 1942.

En el Seminario de Ibagué cursó los estudios secundarios y luego el ciclo filosófico. En Roma, en la Universidad Gregoriana, obtuvo la Licenciatura en Teología. Luego, en el Pontificio Instituto Bíblico, logró su Licenciatura en Sagrada Escritura. Fue ordenado sacerdote el 20 de mayo de 1967, incardinándose en la arquidiócesis de Ibagué. Como sacerdote, fue director espiritual y profesor del Colegio Tolimense en Ibagué (1967), vicario cooperador de la Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Ibagué (1968), entre otros cargos.


En el período 1987-1990, se desempeñó en Bogotá como director del Departamento de Pastoral Social de la CEC. Fue miembro del Consejo Pontificio "Cor Unum" y representante de los países bolivarianos en el Consejo Ejecutivo de la organización Caritas Internationalis.
Luego, regresó a Ibagué donde fué párroco de la Parroquia Nuestra Señora de Chiquinquirá y vicario de Pastoral hasta 1992.Fue nombrado obispo de Cúcuta el 11 de febrero de 1992 y recibió la consagración el 25 de marzo de 1992. El 18 de marzo de 1999 Juan Pablo II lo nombró arzobispo de Barranquilla.
En la asamblea del episcopado en julio de 2008, fue nombrado presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) para el trienio 2008-2011. Este cargo lo asumió junto con el de Presidente de la Comisión de Conciliación Nacional, instancia desde la cual ha orientado la iniciativa de un Acuerdo Nacional de mínimos de paz y reconciliación.
Nota de la Administración de este blog:
Desde este sitio de las Pequeñas Comunidades de San Cipriano en Bogotá, damos gracias al Señor por la designación de Monseñor Salazar Gómez como nuestro Arzobispo y rogamos al Espíritu Santo para que ilumine y conceda a nuestro pastor los Dones y Carismas necesarios para el buen fruto de su nueva labor pastoral.
A Monseñor Pedro Rubiano, le agradecemos igualmente su gran labor y trabajo pastoral que se traduce en una Iglesia comprometida con los valores del Evangelio.

domingo, 4 de julio de 2010

María, Virgen del silencio y de la escucha


SULMONA, domingo 4 de julio de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación las palabras del Papa Benedicto XVI, al introducir hoy la oración mariana del Ángelus, en la plaza Garibaldi, de Sulmona (Italia), donde se encuentra en visita apostólica.

Queridos hermanos y hermanas,
Al término de esta solemne celebración, en la hora de la acostumbrada cita dominical, os invito a recitar juntos la oración del Angelus. A la Virgen María, a la que veneráis con particular devoción en el Santuario de la Madonna della Libera, confío esta Iglesia de Sulmona-Valva: al obispo, a los sacerdotes y a todo el pueblo de Dios. Que pueda caminar unida y gozosa en el camino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Que, fiel a la herencia de san Pedro Celestino, sepa siempre unir la radicalidad evangélica y la misericordia, para que todos aquellos que buscan a Dios lo puedan encontrar.


En María, Virgen del silencio y de la escucha, san Pedro del Morrone encontró el modelo perfecto de obediencia a la voluntad divina, en una vida sencilla y humilde, dirigida a la búsqueda de lo que es verdaderamente esencial, capaz de agradecer siempre al Señor reconociendo en cada cosa un don de su bondad.


También nosotros, que vivimos en una época de mayores comodidades y posibilidades, estamos llamados a apreciar un estilo de vida sobrio, para conservar más libres la mente y el corazón para poder compartir los bienes con los hermanos. Que María Santísima, que animó con su presencia materna a la primera comunidad de los discípulos de Jesús, ayude también a la Iglesia de hoy a dar buen testimonio del Evangelio.

viernes, 25 de junio de 2010

¿Porqué vivir en Pequeña Comunidad?

Esta es una pregunta que algunos católicos alejados se hacen cuando se enteran que existen Pequeñas Comunidades de fieles cristianos, que se reúnen periódicamente en sus casas. Y la pregunta inicial suscita otras no menos importantes: ¿Qué razones se pueden tener para congregarse con otras personas alrededor de experiencias de fe? ¿Porqué no vivir mi fe de manera individual y aislada de los demás?

Para quienes el Señor nos ha permitido hacer parte de una Pequeña Comunidad la respuesta no se hace esperar. Ciertamente muchos Santos de nuestra Iglesia han alcanzado buena parte de su santidad en la vida eremítica, es decir, renunciando a la vida en sociedad y retirándose a la soledad del campo para practicar la meditación, la oración y la penitencia. Algo muy exigente y de muy alto mérito espiritual.
Ejemplos de esta opción son San Francisco de Asís, fundador de la orden Franciscana, la Orden de las Clarisas (conjuntamente con su hermana Clara de Asís), y la Orden Tercera de la Penitencia. O bien, San Antonio abad, anacoreta egipcio y amante de la vida monástica. Igualmente, San Benito abad, fundador de la Orden Benedictina, quien llegó a fundar 12 monasterios con 12 monjes cada uno.


Pero cuando nos tomamos en serio nuestra relación con Dios, esta opción de formación y crecimiento individual es algo muy riguroso y estricto. El camino de la virtud está salpicado de caídas, de pruebas reiteradas y de la necesidad de vencer el desánimo y aridez de los momentos de duda y de debilidad, tan factibles para todo ser humano. Es como hacer un viaje solo en medio de la tormenta y los momentos de oscuridad. Allí el propósito de persistir puede tambalear y hacernos abandonar los mejores propósitos. Algo muy diferente es emprender ese mismo viaje acompañado de otro u otros que compartan el mismo interés. Cada uno podrá ser soporte para el otro y entre todos se animarán para superar los escollos que se presenten.

Esa es una de las principales ventajas de la vida en Pequeña Comunidad, en la cual regularmente entre 8 a 12 personas caminan unidos en un propósito común: la construcción de un modelo de vida corporativo –inspirado en los Santos Apóstoles- que animados por el Espíritu Santo, puedan aprender a vivir los valores del Evangelio y vivir como auténticos discípulos y misioneros de Cristo.

Por ello, el Documento Conclusivo de Aparecida (V Conferencia del Episcopado Latinoamericano) expresa de las Pequeñas Comunidades:

“Ellas son un ámbito propicio para escuchar la Palabra de Dios, para vivir la fraternidad, para animar en la oración, para profundizar procesos de formación en la fe y para fortalecer el exigente compromiso de ser apóstoles en la sociedad de hoy. Ellas son lugares de experiencia cristiana y evangelización que, en medio de la situación cultural que nos afecta, secularizada y hostil a la Iglesia, se hacen todavía mucho más necesarias” DA-308.

Los miembros de la Pequeña Comunidad se reúnen una vez a la semana, en forma rotatoria en cada una de sus casas, por un espacio de hora y media a dos horas máximo, para un encuentro fraterno en el que se hace y se viven 5 momentos esenciales: 1. Oración y alabanza (incluye oración al Espíritu Santo y acto penitencial). 2. Lectura y discernimiento de la Palabra. 3. Edificación Espiritual iluminada por la Palabra y el compartir testimonios de vida en fe y solidaridad. 4. Catequesis como expresión de formación en aspectos de fe y doctrinarios, para dar mejor razón de nuestra esperanza, y 5. Oración comunitaria de unos por otros, que concluye con un ágape sencillo alrededor de una taza de café o una aromática.
La integración a la Pequeña Comunidad nos vincula a una nueva familia: la de los hijos de un mismo Padre, en la que sin importar diferencias de toda índole (raza, ocupación, nivel económico o lugar de vivienda) somos todos iguales y aprendemos a amarnos bajo una perspectiva diferente como hermanos en la fe. Por esta razón caminar en una Pequeña Comunidad es una experiencia de solidaridad, de apoyo mutuo y de aprendizaje continuo. Hoy ocurre realmente en nuestras comunidades, igual que se describe en Hechos de los Apóstoles, que quienes nos observan dicen: “Mírenlos cómo se aman!”.

Naturalmente en las Pequeñas Comunidades también hay dificultades, pues están integradas por seres humanos que luchan por superar sus debilidades y las ocasiones de pecado que a todos nos afectan en cualquier instante. Pero indiscutiblemente la Pequeña Comunidad es fuente de vida en el mejor de los sentidos: vida en Cristo Jesús! Allí no estamos solos.

Recordemos al Apóstol San Pablo en la Epístola a los Efesios, capítulo 5, versículos 14 al 17 cuando nos dice:

“Pues todo lo que queda manifiesto es luz. Por eso se dice: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo! Así pues, mirad atentamente cómo vivís; no seáis necios sino sabios; aprovechando bien la ocasión, porque los días son malos. Por tanto no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor.”