martes, 31 de enero de 2012


Cuarta Semana del Tiempo Ordinario

«Partió de allí y se fue a su ciudad, y le seguían sus discípulos. Llegado el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y muchos de los oyentes, admirados, decían: ¿De dónde sabe éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es la que se le ha dado y estos milagros que se hacen por sus manos? ¿No es éste el artesano, el hijo de María, y hermano de Santiago y de José y de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros? Y se escandalizaban de él.

Y les decía Jesús: No hay profeta menospreciado sino en su propia patria, entre sus parientes y en su casa. Y no podía hacer allí ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Y se asombraba por causa de la incredulidad de ellos.» (Marcos 6, 1-6)

Reflexión:

I. «¿No es éste el artesano?» Jesús, en tu ciudad eres bien conocido: eres el artesano. En este oficio, que era el que te enseñó San José, te pasaste la mayor parte de tu vida: unos treinta años de vida corriente.

«Esta verdad, según la cual a través del trabajo el hombre participa en la obra de Dios mismo, su Creador, ha sido particularmente puesta de relieve por Jesucristo, aquel Jesús ante el que muchos de sus primeros oyentes en Nazaret permanecían estupefactos y decían: ¿De dónde le vienen a éste tales cosas, y qué sabiduría es ésta que le ha sido dada?...¿No es acaso el carpintero? (...) Esto era también el «evangelio del trabajo», pues el que lo proclamaba, él mismo era hombre del trabajo, del trabajo artesano al igual que José de Nazaret» (Juan Pablo II).

Jesús, tengo que aprender de Ti a vivir el evangelio del trabajo; por eso necesito verte en el taller de Nazaret, trabajando duramente, sudando para acabar un encargo: una puerta, una mesa, etc. Tú no dejarías un trabajo a mitad, o lo acabarías «deprisa y corriendo», o harías una chapuza para salir del paso. Te imagino excediéndote en esos trabajos para acabarlos con perfección, esmerándote en los detalles para servir mejor a tus conciudadanos. ¡Cuántos pequeños servicios tuyos pasarían inadvertidos! Eres Dios... sirviendo.

«El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mateo 20,28). Ahora, Jesús, desde tu presencia escondida en el Sagrario, me pides que te sustituya: que, a través de mi trabajo de cada día, aprenda a servir a los demás.

II. «Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de Dios, y que no tiene ningún sentido dividir a los hombres en diversas categorías según los tipos de trabajo, considerando unas tareas más nobles que otras. El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la Humanidad» (Es Cristo que pasa.-47).

Jesús, Tú has hecho del trabajo una realidad santificante y santificadora, un medio para que mejore como persona y pueda ayudar a los demás a que mejoren. Ayúdame a entender con mayor profundidad su importancia: mis relaciones sociales, mis recursos económicos (y de los que dependan de mí) y hasta mi manera de ver la realidad, dependen del trabajo. Mi vida y, por tanto, también mi santidad, gira en torno al trabajo.

Pero el trabajo es un medio, no un fin. Un medio para servir a los demás y para servirte a Ti, Jesús. Si lo convierto en un fin, o en un medio para dominar o para demostrar, entonces ese trabajo no es obra de Dios, sino obra diabólica, porque me hace menos persona. En cambio, cuando se hace con amor y por amor, el trabajo se convierte en testimonio de vida cristiana, en «evangelio del trabajo». Jesús, como propósito concreto quiero ofrecerte cada día mi trabajo; por la mañana, nada más levantarme, y muchas veces al día. Mis pensamientos, palabras y obras, mi vida entera, Señor te ofrezco a Ti, con amor.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA – Publicado en http://www.encuentra.com/

domingo, 29 de enero de 2012

Dame un nuevo corazón



Un potpurrí de canciones católicas para sintonizarnos con Él...

La Autoridad y el Evangelio de San Marco 1, 21-28

En el Evangelio de este domingo 29 de enero de 2012, hay una idea principal que el evangelista nos comunica de Jesús: enseñaba con autoridad.

En su homilía dominical, el padre John Henry Buitrago nos hizo al respecto una explicación de diferenciación de dos palabras que algunos confunden con un mismo aparente significado. Estas palabras son poder y autoridad.

La primera de ellas se relaciona con la posibilidad que tiene una persona para dirigir el comportamiento de otro individuo y ser de alguna manera obedecido. El poder nace de una atribución o capacidad externa a la misma persona que lo posee. El poder regularmente es otorgado o conferido por alguien diferente al de la persona usuaria de ese poder, a través de un cargo, una función o una responsabilidad que implique acción sobre otras personas. El poder es autoridad conferida por otro, de manera temporal y para una situación específica. Así las cosas, un gerente puede ordenar a un  subalterno en su organización para que haga algo, y éste debe hacerlo de acuerdo a la orden o instrucción recibida. En este caso no hay autoridad natural en quien imparte la instrucción. Sus subalternos pueden no simpatizar o compartir la instrucción recibida, pero tienen que cumplirla.

Se concluye aquí que el ejercicio del poder no siempre está acompañado de autoridad natural. La autoridad conferida, a diferencia de la autoridad natural, tiene la peculiaridad que sirve para “mandar aunque se mande mal”. Y la autoridad natural –como la que muestra Jesús en este evangelio- es algo bien diferente. Por ello decían los escribas y fariseos que lo observaban: “¿Qué es esto? este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen” . La autoridad de Jesús se caracteriza porque no solo predica sino que, hace lo que predica. Jesús invitaba a perdonar a quienes nos ofenden, y Él, perdonó a quienes le crucificaron. Es más: imploró perdón ante su Padre para que ellos fueran objeto de perdón. Jesús predicaba el amor al prójimo y Él nos amó hasta el extremo: nos dio su vida! Ese decir y hacer lo que se dice, es lo que otorga a quien lo hace una autoridad natural sin límite de tiempo o circunstancia. Es en el fondo una muestra de coherencia que testimonialmente arrastra a otros.

Un padre o una madre de familia que pide a sus hijos que  hagan algo que ellos mismos no hacen, puede tener poder, pero no autoridad. El Padre John Henry nos aclaraba en su homilía algo muy importante. Esto no quiere decir que si nuestros padres no tienen autoridad natural cuando nos mandan, entonces no debamos obedecerles. Jesús bien lo señaló cuando dijo respecto de unos sacerdotes de su tiempo.”Hagan lo que ellos dicen, aunque ellos no lo hagan, pues fijan normas que ellos mismos no están dispuestos a cumplir”.

Así las cosas, este evangelio nos invita a reflexionar sobre el tipo de autoridad que nosotros tenemos y usamos en nuestra relación con los demás. El poder no es un atributo que podamos tener en todas las ocasiones, pero la autoridad natural sí la podemos hacer parte de nuestra manera de ser y de actuar.

jueves, 26 de enero de 2012

2012: una nueva oportunidad para caminar en Comunidad


Cada dia de vida que el Señor nos da es una nueva oportunidad para caminar hacia Él y hacer su Voluntad. Cada año nuevo en nuestra vida, máxime si caminamos en una pequeña comunidad cristiana y católica, es igualmente una oportunidad para mejorar nuestro discipulado alrededor de Jesús y asumir con renovado entusiasmo un apostolado que haga vida nuestra adhesión a Él.

Se ha definido la Pequeña Comunidad como un grupo estable , orgánico y fraternal, de personas evangelizadas y evangelizadoras, centradas en el Señor Jesús y movidas por el Espíritu Santo. Se responsabilizan unas de otras en todas las dimensiones de la vida humana y cristiana, en amor mutuo y atento servicio, cuidando unos de otros y compartiendo en edificación espiritual y solidaridad material, social y espiritual, dando así un testimonio corporativo de nuevos modelos de vida.

Reflexionar cada una de las palabras e ideas que integran esta definición constituye un verdadero ejercicio de revisión de vida comunitaria que a todos hace bien.

En el presente año, nuestras pequeñas comunidades tienen la oportunidad de mejorar sus procesos de formación en la fe, a través de una catequesis semanal en la que todos participemos. El solo estudio y discernimiento de la Palabra sin procesos catequéticos nos pueden mantener en una fe "de carbonero" que aunque inspiradora, nos haría carecer de formación para dar una sólida respuesta a las razones de la esperanza que nos convoca nuestra fe y la Iglesia.

El compromiso apostólico, fruto de un discipulado en Jesús y del deseo de servir a nuestros hermanos es una oportunidad para transparentar a Jesús en nuestros actos de solidaridad y edificación espiritual.

Si bien cada uno de los miembros de las pequeñas comunidades tenemos que vivir nuestra fe y compartirla en nuestros hogares, es indispensable hacer la Voluntad de Jesús cuando nos envió a evangelizar. La Misión es nuestra tarea central. Y la tarea es ahora!   

martes, 24 de enero de 2012

San Francisco de Sales obispo y doctor de la Iglesia (1567-1622)

San Francisco de Sales "uno de los más fieles trasuntos del Redentor", era hijo de los marqueses de Sales. Nació en Saboya el año 1567. Se educó en Annecy, en París y en Padua. En 1593 es ordenado sacerdote. Pasa largas horas de oración. "Las almas se ganan con las rodillas", confesaba. Atiende sin prisa al confesionario, predica, asiste a todos los necesitados. Su celo apostólico no tenía fronteras. A él se debe la conversión de más de sesenta mil calvinistas. En 1603 fue consagrado Obispo. Multiplicó su tarea apostólica: catequesis, predicación, Sínodos diocesanos.


Era Obispo titular de Ginebra. Un día Enrique IV, rey de Francia, le ofreció un rico obispado. Francisco contestó: "Me he casado con una mujer pobre. No puedo dejarla por otra mas rica".

Uno de sus más fecundos apostolados fue el de la pluma. "Tratado del Amor de Dios". "El arte de aprovechar nuestras faltas". "Cartas". "Controversias". Y quizá su mejor libro, de perenne actualidad, "Introduccion a la Vida Devota", que comprende una serie de normas para santificarse en el mundo.

Francisco se encontró en su camino con un alma excepcional, San Juana de Chantal. Entre los dos surgió una honda amistad, ejemplo típico de equilibrio afectivo entre dos almas que caminan hacia Dios. Juntos fundaron la Orden de la Visitación, que consiguió pronto óptimos frutos.

Su vida era muy intensa. En París se encontró con Vicente de Paúl, que diría después: "¡Que bueno será Dios, cuando tanta suavidad hay en Francisco!". "Santos son aquellos que guardaron toda la agresividad para si mismos", suele decirse. Eso fue Francisco, exigente consigo mismo, y ejemplo de moderación y de equilibrio para los demás.

Es el santo de la dulzura, el apóstol de la amabilidad. "El más dulce de los hombres, y el más amable de los santos", a pesar de su fuerte temperamento. En 1632 se hizo la exhumación del cadáver, se encontraba en perfecto estado e inclusive elasticidad en los brazos, al mismo tiempo una fragancia dulce emanaba del ataúd.

Es considerado el Santo de la Amabilidad. Prueba de ello son las 33 piedras que obtuvieron de su vesícula biliar el día de su muerte, signo de los contantes esfuerzos por mitigar los corajes que hacía, siempre teniendo un rostro sereno o una sonrisa. "En los negocios más graves derramaba palabras de afabilidad cordial, oía a todos apaciblemente, siempre dulce y humilde", afirma la Cofundadora, que le conocía bien.

La influencia de San Francisco de Sales en la espiritualidad ha sido enorme. Cuando San Juan Bosco buscó un protector para su familia religiosa lo encontró en él, y por eso su obra se llama Salesiana. Murió el 28 de diciembre de 1622, a la edad de 56 años. Sus restos reposan en Annecy, Francia, en el Monasterio de la Visitación

sábado, 21 de enero de 2012

NUESTRA AMISTAD CON DIOS

Dios es Amor. Hablar de Dios es hablar de su Bondad y de su Misericordia



Por Amor y para amarle nos ha creado, adoptado como hijos suyos y redimido en su Pasión. Espera y tiene derecho a nuestra adoración, agradecimiento, etc. Amor con amor se paga. Corresponder con regateos, indiferencia, vivir como si no existiera es ante todo ingratitud, pero también ofensa. "Salid al encuentro de Dios, que nos busca con un amor tan grande que difícilmente logramos entender” (Juan Pablo II en Santiago, 1989).


El Pecado es sobre todo des-amor


Es siempre un desorden (nos separa del fin para el que hemos sido creados); es siempre una desobediencia (a la legítima autoridad de nuestro Padre Amoroso); es siempre un menosprecio de la Pasión y Muerte de Cristo, que sufre para purificarnos y levantarnos. Pero, sobre todo, es desamor, ingratitud, pobreza de corazón, falta de correspondencia amorosa al Amor que Dios constantemente nos demuestra. Pero Dios es siempre fiel, no nos abandona y, a pesar de los pesares, ha dispuesto los medios para alcanzar su perdón y vivir su misma Vida: la Confesión, el sacramento de la Penitencia y de la alegría. "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (el perdón)" (Romanos, 5, 20). Nunca somos tan grandes como cuando nos ponemos de rodillas.


Necesidad constante de conversión


Somos criaturas autónomas: libres. Dios ha querido correr el riesgo de nuestra libertad. Dios no se impone, pero no somos seres independientes de Dios, le pertenecemos. Hemos de reconocer su Presencia y su condición de Creador y Padre. La auténtica libertad no es hacer lo que nos da la gana, sino hacer lo que debemos hacer porque nos da la gana, por Amor.


"La restauración del sentido del pecado es la primera medida para enfrentarse a la grave crisis espiritual que pesa sobre el hombre de hoy" (Juan Pablo II, 31.V.88). "Estas crisis mundiales, son crisis de santos" (San Josemaría Escrivá, Camino, 301). Necesitamos renovarnos; sólo la conversión de los corazones renovará la sociedad. Cristo nos quiere empeñados por la santidad, nos quiere muy suyos, auténticos discípulos; si fracasamos como cristianos, fracasamos como hombres.


Para recorrer este camino hemos de comenzar por reconocernos pecadores, necesitados de perdón. "Es humano que el hombre, habiendo pecado, lo reconozca y pida misericordia. Es inaceptable que se haga de la propia debilidad el criterio de la verdad para justificarse a uno mismo" (Juan Pablo II, Encíclica Veritatis Splendor). Si algo del hombre enamora a Dios es nuestra capacidad de arrepentimiento.


La vida cristiana se cimienta sobre el deseo eficaz de recuperar, conservar e incrementar el estado de gracia, la amistad con Dios, "el conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida" (Juan Pablo II, Encíclica Veritatis Splendor).


El principio indispensable para comenzar y recomenzar es "limpiar fondos": hacer una buena confesión. Todo lo demás adquiere sentido y se consolida a partir de la reconciliación con Dios. No se puede edificar sobre arena movediza; para que la semilla (Palabra de Dios: formación) arraigue y dé fruto (virtudes y amor a Dios), necesita un terreno en condiciones.


En la confesión -además de ser el único modo para gozar de la certeza del perdón de nuestros pecados- recibimos la gracia necesaria y los consejos oportunos para luchar, precisamente, en aquellas cosas de las que nos acusamos.


La confesión explicada por el Papa Juan Pablo II


Permanecemos evidentemente perplejos ante el abandono del Sacramento de la Penitencia por parte de muchos fieles y haremos todo lo posible por instruir y persuadir a todos de la necesidad de recibir el perdón de Dios de forma personal, ferviente y frecuentemente (Alocución, 15.VII.83).


Nadie puede cancelar el pasado. Ni aún el mejor psicólogo puede librar al hombre del peso del pasado. Sólo la Omnipotencia de Dios puede, con su amor creador, construir con nosotros un nuevo comienzo: ésta es la grandeza del Sacramento del perdón (Homilía, 26.VI.88). No se limita a olvidar el pasado, como si se extendiera sobre él un velo efímero, sino que nos lleva a un cambio radical de la mente, del corazón y de la conducta. La confesión sacramental no constituye una represión, sino una liberación. Tened pues la valentía del arrepentimiento. ¡Esto os hará libres! (Alocución, 5.IV.79).

Gracias al amor y misericordia de Dios, no hay pecado por grande que sea que no pueda ser perdonado; no hay pecador que sea rechazado. Toda persona que se arrepienta será recibida por Jesucristo con perdón y amor inmenso (Alocución, 29.IX.79). "Hay más alegría en el Cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve que no necesitan penitencia" (Lucas, 15,7).

Este poder de perdonar los pecados Jesús lo confiere, mediante el Espíritu Santo, a simples hombres, sujetos ellos mismos a la insidia del pecado: "Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos" (Juan. 20, 22). Es ésta una de las novedades evangélicas más notables.

El Sacerdote, ministro de la Penitencia, actúa in persona Christi, en la persona de Cristo. Confesamos nuestros pecados a Dios mismo, aunque en el confesonario los escucha el hombre-sacerdote (Homilía, 16.III.80). Por otra parte, los miembros del Pueblo de Dios, con instinto sobrenatural, saben reconocer en sus sacerdotes a Cristo mismo, que los recibe y perdona, y agradecen de corazón la capacidad de acogida, la palabra de luz y consuelo con que acompaña la absolución de sus pecados (Alocución, 30.XI.83).

"La confesión, hijos míos, es la manifestación más hermosa del Poder y del Amor de Dios. Un Dios que perdona... ¡¿no es una maravilla?! Es un Sacramento que limpia, purifica, enaltece y diviniza: que nos da fuerza para salir adelante en los caminos de la tierra, que nos pone en condiciones de ser eficaces " (San Josemaría).

Fuente: Catholic.net - Autor: Fernando Arévalo escribió para buenasideas.org

viernes, 20 de enero de 2012

Jesús A. Romero Es por tu Gracia



Esta bella canción de Jesús Adrian Romero canta a la Gracia con la que el Señor nos bendice y nos expresa su perdón para que seamos instrumentos de su amor!

jueves, 12 de enero de 2012

Demasiado tarde

En esta epoca de vacaciones y comienzo de año, es bueno revisar cómo administramos nuestro tiempo en la relación con nuestros hijos. En frecuentes ocasiones nos dejamos atrapar de las obligaciones laborales, haciéndolas prevalecer sobre las necesidades de atención de nuestra familia con efectos desvastadores.

Cabe aquí la conocida pregunta: ¿Se hizo el trabajo para el hombre? o el hombre para el trabajo? No hay que olvidar que el trabajo es un medio, no un fin para el logro de nuestras metas.


Es cierto que el bienestar material proviene en buena parte de los resultados de nuestro trabajo, pero no lo es todo. Debemos equilibrar el uso del tiempo con nuestra familia. Hacerlo cuando nuestros hijos ya están grandes puede ser demasiado tarde!
Observe este video: http://vimeo.com/31218125

jueves, 5 de enero de 2012

LA GRACIA del Viernes 6 de Enero de 2012

El Padre Fray Nelson Medina nos hace una breve preparación para la celebración del 6 de enero de 2012, haciendo una reflexión sobre el contenido del Evangelio de esta importante fecha. Dios Padre ha llegado al extremo de entregar a su propio hijo para que nostros tengamos vida... y vida eterna! Es una gran noticia que hay que compartirle a muchos de aquellos que estan a nuestro alrededor!

Los Reyes Magos - Villancicos - Música de Navidad



Un bonito canto para recordar en la fiesta de los Reyes Magos y su visita al Salvador en Belén.