Para la construcción del Plan se definieron cuatro pasos
así: 1.Configuración del futuro deseado, 2. Mirada a la realidad presente, 3.
Confrontación del futuro ideal frente a
la realidad presente y 4. Definición del camino.
La primera sorpresa que vivimos todos los fieles de la
Arquidiócesis, en el abordaje de este proceso, fue la adopción de una metodología
de planeación prospectiva-estratégica, que en honor a la verdad, no recuerdo
que se haya vivido alguna vez en la Iglesia para fines de evangelización. El
valor agregado de esta metodología, respecto de todas las experiencias
anteriores, fue la de efectuar una consulta directa al Pueblo de Dios, mediante
la realización de cerca de 800 talleres, que realizados en todas las parroquias
de Bogotá, con la participación de fieles de todas las edades, ocupaciones y
actividades, se les preguntó sus opiniones y sugerencias acerca del presente y
futuro tanto de la ciudad, como de la Iglesia Católica en su misión y realidad.
Esto permitió construir un consenso sobre los hechos significativos que están afectando,
positiva o negativamente el presente de nuestra sociedad urbana y de nuestra
Iglesia Arquidiocesana. En palabras más escuetas: por primera vez se le
consultó previamente a los fieles cercanos y alejados, su opinión y sus aportes
para la construcción de la evangelización.
Esto fue y continúa siendo muy significativo, si se toma en
cuenta que con anterioridad, los planes de evangelización eran concebidos por
la jerarquía eclesiástica, sin consulta alguna al pueblo –destinatario directo
de tal acción- y se hacían los envíos formales a misión, asumiendo que el
mensaje, el contexto, los receptores y los efectos de tal envío ya eran
conocidos y no requerían trabajo de reflexión adicional alguna para su buen
recibo. Quizá los tiempos pasados permitieron esto por sus características
menos cambiantes respecto de la realidad actual.
En la metodología de planeación prospectiva hay unos
supuestos básicos, que al adoptarla, le dieron nuevas luces a la construcción
de este Plan de Evangelización. Algunos de ellos son los siguientes:
·
La sociedad vive un proceso de cambio permanente
en todos los aspectos que la caracterizan. La educación, el trabajo, la
tecnología, las relaciones interpersonales y colectivas son hoy diferentes a
las de ayer. Las concepciones del mundo en sus diferentes interrelaciones han
cambiado. La percepción de Dios, de la Iglesia, de la moral, de la
responsabilidad social y del cuidado o abandono de la naturaleza se han
transformado.
·
Como se reconoce un cambio, se considera
igualmente que la ejecución de un nuevo plan puede conducir a diferentes
posibles realidades, dependiendo de los cambios del entorno. Esas posibles
realidades se les identifica en esta metodología como escenarios. En el ámbito
empresarial, los agentes de planeación establecen como mínimo tres escenarios:
uno positivo con grandes resultados, otro de efectos positivos moderados y uno
más, identificado como pesimista, para cuando la ejecución del plan no da los
efectos esperados. Es decir, la planeación prospectiva por escenarios es más
flexible a los cambios del entorno.
·
En la planeación prospectiva hay la posibilidad
de efectuar cambios o ajustes de dirección a la ejecución de los planes. Esto
permitirá que el Plan de Evangelización pueda ser retroalimentado en la marcha
y afinar su ejecución, enderezando el rumbo cuando haya cualquier desvío por
pequeño que sea en los escenarios proyectados.
·
Los ejecutores del Plan –la Iglesia en su
conjunto: obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos- debe hacer una
lectura permanente del entorno, durante la ejecución del plan, para adaptar su mensaje
a las necesidades y cambios del mismo. En los destinatarios de la misión nada
se da por establecido, todo puede estar sujeto a cambios que faciliten la
transmisión y recepción del mensaje.
El pasado 19 de mayo, con ocasión de la celebración de
Pentecostés y los 450 años de la Arquidiócesis de Bogotá, Monseñor Rubén
Salazar, presentó el documento oficial del Plan
de Evangelización 2013 a 2022, “Sal de la tierra y luz del mundo”, con el propósito
de pasar de una pastoral de conservación a una presencia y acción
evangelizadora decididamente misionera.
La ejecución de este Plan parte desde una reafirmación de
nuestra conversión para salir al
encuentro de Dios en la ciudad, hacernos compañeros de camino para testimoniar
y anunciar el Evangelio, a aquellos que buscan nuevas expresiones para su vida
de fe, poner en diálogo la razón y la fe, la ciencia y la vida. Se trata de
acoger el amor de Dios, para comunicarlo mediante la vivencia del mismo con y
en los demás.
Llegó el momento
en que Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos vivamos una Iglesia “extramural”,
en la que encontremos a Dios no sólo en el sagrario de los templos, sino en la
vida cotidiana en la calle, en el trabajo, en el parque y en los centros de
educación. Me viene a la memoria el testimonio de adoración Eucarística dado
por el Padre Eusebio Menard (fundador de los Misioneros de los Santos
Apóstoles) cuando un día en New York invita un grupo de compañeros del
Seminario a “hacer una visita al Santísimo Sacramento” y los puso frente a un
hombre mal vestido y sucio, abandonado en la calle, a quien el Padre Menard invita a tomar un café y a
dialogar amablemente con él, ante el asombro de sus compañeros. Cuando el
hombre le pregunta al Padre por qué hace eso con él, le responde: “estoy viviendo mi hora de adoración porque
tú eres el Templo de Dios y en ti se encuentra un lugar de presencia tan
hermoso y grande como lo que se vive en la Eucaristía” En ese momento el
hombre se puso a llorar con profusión de lágrimas.Se hace necesario salir a la intemperie para hallar a Dios en los demás, compartir con ellos nuestro propio testimonio de fe, acompañarlos en su discernimiento y sobre todo, aprender a amarlos. El camino ciertamente es retador, pero es igualmente esperanzador. Me adhiero a la invitación de Monseñor Salazar al final de su documento: “Rememos mar adentro! Que el renovado encuentro personal y comunitario con Cristo nos ayude a hacer del ideal futuro la fuerza que nos una y comprometa, nos ayude a hacer del nuevo paradigma de evangelización el estilo propio de vida que nos acerca hacia el ideal, y nos ayude a recorrer juntos el itinerario propuesto para dejar de hacer una pastoral de conservación y asumir una acción evangelizadora decididamente misionera en medio de nuestras circunstancias actuales”.