Al concluir el presente año,
varios sentimientos se entrecruzan en nuestra mente y tocan nuestro corazón. El
primero de ellos, la gratitud, con el Señor Dueño de la Vida, quien nos ha
permitido vivir todo ese conjunto de experiencias del 2016. En cada persona
tendrá contenidos y vivencias diferentes, pero aun así, al final de cuentas, es
Dios quien en su Santa Voluntad ha dispuesto que hayamos podido transitar este
trecho del camino. Sabemos por fe, que el Señor siempre ha estado ahí a nuestro
lado, como silencioso compañero de camino, dispuesto siempre a tendernos la
mano para que nos apoyemos en Él. Mientras muchos aceptan seguirlo y aprender a
imitarlo en algunos momentos, descubriendo así un nuevo sentido para sus vidas,
otros con diferentes creencias o ausencias de ellas, tratan de vivir a su manera un rechazo a todo
lo que reconozca la bendita realidad de Dios en la vida de todos los seres
humanos.
Es una grave actitud la que ponen en ejecución.
Vivimos
tiempos difíciles. El ejercicio de la fe confronta el mundo y nos ubica en
contravía con las creencias relativistas que están de moda. Así las cosas, es
igualmente momento de agradecer la iluminación de nuestros pensamiento y
palabras, cuando tenemos que dar razón de nuestra fe y nuestras esperanzas!
Nada más angustioso para aquellos
padres de familia que no guían en la fe a sus hijos y –lo que es más grave-
carecen de formación para hacerlo. Usualmente los dejan en absoluto abandono
para que “cada uno de ellos descubra o piense como quiera” alrededor de su sistema
de creencias. Eso es lo mismo que el padre de familia que no provee educación a
sus hijos para afrontar las múltiples realidades de la vida, porque “cada cual
debe aprender bajo sus propias experiencias” y en consecuencia alardean de un
falso sentido de respeto por las libertades que se les deben suministrar.
El caso de Yuliana Samboní, la
niña que fue secuestrada, violada, torturada y asesinada por el arquitecto Rafael Uribe
Noguera, que ha sacudido la opinión pública recientemente, nos muestra un
ejemplo de cómo esa educación en la libertad sin guía adecuada de sus padres y
educadores más cercanos, hizo de este hombre un individuo sin principios ni
valores para la convivencia en sociedad. Si bien se informa que estudió en el
Colegio Gimnasio Moderno y en la Universidad Javeriana, establecimientos
educativos de prestigio en el ámbito educativo, es claro que su comportamiento
no fue modelado adecuadamente por quienes influyeron en su educación. Su mismo hermano –según informaciones de
prensa- abogado prestante miembro de la firma más prestigiosa en ese campo, acudió
en su defensa para tratar de librarlo en lo posible del peso de la ley, ante
los hechos que se le señalan según investigaciones. Según información de la
Fiscalía, el arquitecto Uribe, reconoció ante el ente acusador la comisión de
sus delitos.
En evidente la necesidad de que
los padres brinden el cuidado, la orientación y la corrección necesaria a sus
hijos, durante su proceso educativo en familia, fijando límites en los
comportamientos y especialmente educando en principios y valores, que como los
cristianos, enseñan el respeto por los demás y la aplicación de criterios de
fe, esperanza y caridad. Tener y alimentar la conciencia moral y espiritual de
aquellos que conviven con nosotros, para que conozcan y aprendan a amar y respetar
a Dios, es una garantía de un buen desarrollo comportamental y moral en
sociedad.
Hoy, más que nunca antes, se
necesitan padres que realmente eduquen con su ejemplo personal a sus hijos,
educadores que edifiquen a sus alumnos con base en la formación inicial de sus
padres. Igualmente se requieren sacerdotes que pastoreen a su grey y que
formen, anuncien y denuncien cuando se transgreden normas de comportamiento
humano y las enseñadas por Dios, que conocemos a través del estudio de las
sagradas escrituras. Al final, todos somos responsable de todos. No hacerlo así
es asumir comportamientos débiles y cómplices de quienes hacen daño a los
demás.