Como efecto
de la pandemia mundial por la que transitamos, muchas cosas están cambiando en
nuestra existencia cotidiana, que nos hacen pensar, el que una vez que se
supere este virus -lo cual aún no es claro- la vida tendrá unas nuevas
condiciones a las que tendremos que adaptarnos. El mensaje que ha acompañado al
Covid19 ha sido muy fuerte: la naturaleza esta teniendo un respiro, una pausa
en su destrucción a manos del hombre, que tiene a todos los animales y seres
vivos que la habitan en un período de bienestar y recuperación maravilloso.
Circulan por las redes sociales abundantes ejemplos en videos y fotografías,
que muestran la libertad de conservación en que se encuentran los animales e
incluso su circulación espontánea en algunos sectores urbanos de ciudades y
lugares, habitualmente poblados sólo por el hombre. Pero no es sólo la fauna. Los
bosques y las especies vegetales también están recuperándose -algunas de ellas
en estado convaleciente- de la feroz destrucción ocasionada por incendios y
alteraciones del clima, producto de nuestro mal manejo del medio ambiente.
De otro
lado, los seres humanos hemos sido sorpresivamente llevados al encierro y al
confinamiento en nuestras viviendas, por un enemigo generalmente invisible y
letal, que nos interrumpió abruptamente nuestra manera de vivir en todas sus
manifestaciones sociales.
Este
aislamiento de todas las personas, igualmente nos viene mostrando unas
realidades nuevas en nuestra vida exterior, que estaban ocultas a
nuestra experiencia y que nos generan variadas conclusiones. Algunos ejemplos
que pueden citarse:
- Mientras no exista una vacuna probada, el dinero
no puede comprar salud. La vida no depende directamente del dinero.
- Los servicios de salud son insuficientes para
afrontar el manejo de una pandemia. Hay un desarrollo lento de su
infraestructura hospitalaria y científica.
- La distribución del ingreso producto de las
inequitativas condiciones de la educación y acceso al trabajo, es débil y
discriminante. La orientación político-administrativa de los gobiernos, a nivel
mundial, ha estado más dirigida al sostenimiento del capital y de los negocios,
que al cuidado y el desarrollo del capital humano.
- El ser humano en todas las interacciones de su
vida exterior, es decir de su relación con los demás, ha ido construyendo un
modelo de existencia marcado progresivamente por el consumismo, creándose
necesidades cada vez más artificiales o suntuarias, que parecieran rendir culto
a señuelos tales como la demostración de poder, riqueza material, soberbia, lujo,
gula y muchas otras formas de hedonismo. El hombre de hoy, con muy pocas
excepciones, no busca el progreso social sino el individual y personal,
especialmente en el sentido de la apariencia.
·
Visto globalmente, aunque con pocas excepciones,
las sociedades de nuestro tiempo le han volteado la espalda a Dios. En algunos
países incluso se persigue a quienes viven y confiesan su fe en Dios. El
cristianismo sigue siendo un ejemplo de ello en parte de Asia, África y en
alguna medida en Europa.
Pero, la
historia universal nos muestra que el último nivel y el más sagrado para el
hombre, en el que los cambios externos nos pueden afectar y transformar, es en
la vida
interior de cada hombre o mujer. Por una razón. Es el campo de nuestra
conciencia, donde habitan nuestros principios y valores, nuestras convicciones
y nuestras esperanzas. Allí palpita nuestra necesidad de Dios, de su amor, de
su protección y de su misericordia frente a nuestras debilidades y actos miserables.
Allí puede habitar Dios si tú lo invitas y lo tomas en cuenta como tu Señor y
tu Salvador.
Basta leer
el libro Hechos de los Apóstoles, en las sagradas escrituras, para enterarnos
que los primeros cristianos vivieron su fe confinados en sus hogares, huyendo o
esquivando la persecución de los Sumos Sacerdotes y miembros del Sanedrín, bajo
el poder de Roma, que veían en su cristianismo un supuesto temor al ejercicio
de su poder. Hechos 2. 42-43 nos describe
sobre la primera comunidad cristiana: “Se
mantenían constantes en la enseñanza de los Apóstoles, en la comunión, en la
fracción del pan y en las oraciones. Pero el temor se apoderaba de todos, pues
los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos”.
Observemos cómo
en medio de esta dificultad de la vida exterior de los Apóstoles, ellos se
refugian en su vida interior de
oración, en la meditación de las escrituras y en la comunión. Aquí hay una enseñanza
clara acerca de cómo los hombres encuentran en su vida interior, una respuesta
adecuada para salir adelante.
Y cómo
asumir nuestra vida interior? La fuente de la verdadera felicidad se encuentra
en el interior de cada ser humano, donde Dios se hace paz, alegría, gozo,
serenidad para quienes viven en amistad con El, y no en las cosas exteriores. Son
medios para formar el hábito de la vida interior:
- Amar la vida de oración. Que nuestra oración
esté amasada de fe, humildad, agradecimiento, adoración, confianza, silencio y
perseverancia.
- Vida sacramental, especialmente la Eucaristía.
- Vida de Sagrario. El Espíritu Santo habita en ti.
- Docilidad y apertura a las inspiraciones del
Espíritu Santo.
- Saber aprovechar momentos de silencio y
reflexión
- Lectura espiritual.
- Practicar la caridad con los que sufren o
requieren de nosotros
- Contemplar e imitar el ejemplo de nuestra Madre,
la Santísima Virgen.