martes, 28 de abril de 2020

Nuevo Arzobispo para Bogotá




Monseñor Luis José  Rueda Aparicio es el nuevo arzobispo de Bogotá. Su Santidad el Papa Francisco nombró al nuevo arzobispo metropolitano de Bogotá y Primado de Colombia el 25 de abril.
En la misma fecha el Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la Arquidiócesis Metropolitana de Bogotá, Colombia, presentada por el Cardenal Rubén Salazar Gómez y ha nombrado arzobispo metropolitano de Bogotá a Monseñor Luis José Rueda Aparicio, hasta ahora arzobispo metropolitano de Popayán.

Biografía

Como informa el sitio web de la Conferencia Episcopal de Colombia, Monseñor Rueda nació en San Gil el 3 de marzo de 1962. En su pueblo natal realizó los estudios básicos tanto de primaria como de secundaria. Su proceso de formación para el sacerdocio lo adelantó, en un primer momento, en el Seminario Conciliar San Carlos de la Diócesis de Socorro y San Gil, donde frecuentó los cursos de filosofía; luego realizó sus estudios teológicos en el Seminario Arquidiocesano de Bucaramanga. Fue ordenado sacerdote el 23 de noviembre de 1989, incardinándose a la Diócesis de Socorro y San Gil.
Después de su ordenación tuvo la oportunidad de adelantar estudios de especialización en teología moral, obteniendo la licenciatura en la Academia Alfonsiana de Roma.

Algunos cargos desempeñados

Como sacerdote, ha sido párroco en diversas parroquias, entre ellas en Curití y profesor del Seminario Mayor (1992), subdirector del Secretariado Diocesano de Pastoral Social –SEPAS- y rector del Instituto Técnico para el Desarrollo Rural –IDEAR- (2010), entre otros. La CIII Asamblea Plenaria de Obispos en julio de 2017 lo eligió Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social y Caritativa.
El 2 de febrero de 2012, Su Santidad Benedicto XVI lo nombró obispo de la Diócesis de Montelíbano y recibió la ordenación episcopal el 14 de abril de 2012. El 19 de mayo 2018 fue nombrado arzobispo metropolitano de Popayán, su nombramiento más reciente.

PANDEMIA Y VIDA INTERIOR


Como efecto de la pandemia mundial por la que transitamos, muchas cosas están cambiando en nuestra existencia cotidiana, que nos hacen pensar, el que una vez que se supere este virus -lo cual aún no es claro- la vida tendrá unas nuevas condiciones a las que tendremos que adaptarnos. El mensaje que ha acompañado al Covid19 ha sido muy fuerte: la naturaleza esta teniendo un respiro, una pausa en su destrucción a manos del hombre, que tiene a todos los animales y seres vivos que la habitan en un período de bienestar y recuperación maravilloso. Circulan por las redes sociales abundantes ejemplos en videos y fotografías, que muestran la libertad de conservación en que se encuentran los animales e incluso su circulación espontánea en algunos sectores urbanos de ciudades y lugares, habitualmente poblados sólo por el hombre. Pero no es sólo la fauna. Los bosques y las especies vegetales también están recuperándose -algunas de ellas en estado convaleciente- de la feroz destrucción ocasionada por incendios y alteraciones del clima, producto de nuestro mal manejo del medio ambiente.  

De otro lado, los seres humanos hemos sido sorpresivamente llevados al encierro y al confinamiento en nuestras viviendas, por un enemigo generalmente invisible y letal, que nos interrumpió abruptamente nuestra manera de vivir en todas sus manifestaciones sociales.

Este aislamiento de todas las personas, igualmente nos viene mostrando unas realidades nuevas en nuestra vida exterior, que estaban ocultas a nuestra experiencia y que nos generan variadas conclusiones. Algunos ejemplos que pueden citarse:
  •  Mientras no exista una vacuna probada, el dinero no puede comprar salud. La vida no depende directamente del dinero.
  •  Los servicios de salud son insuficientes para afrontar el manejo de una pandemia. Hay un desarrollo lento de su infraestructura hospitalaria y científica.
  • La distribución del ingreso producto de las inequitativas condiciones de la educación y acceso al trabajo, es débil y discriminante. La orientación político-administrativa de los gobiernos, a nivel mundial, ha estado más dirigida al sostenimiento del capital y de los negocios, que al cuidado y el desarrollo del capital humano.
  •  El ser humano en todas las interacciones de su vida exterior, es decir de su relación con los demás, ha ido construyendo un modelo de existencia marcado progresivamente por el consumismo, creándose necesidades cada vez más artificiales o suntuarias, que parecieran rendir culto a señuelos tales como la demostración de poder, riqueza material, soberbia, lujo, gula y muchas otras formas de hedonismo. El hombre de hoy, con muy pocas excepciones, no busca el progreso social sino el individual y personal, especialmente en el sentido de la apariencia.

·         Visto globalmente, aunque con pocas excepciones, las sociedades de nuestro tiempo le han volteado la espalda a Dios. En algunos países incluso se persigue a quienes viven y confiesan su fe en Dios. El cristianismo sigue siendo un ejemplo de ello en parte de Asia, África y en alguna medida en Europa.

Pero, la historia universal nos muestra que el último nivel y el más sagrado para el hombre, en el que los cambios externos nos pueden afectar y transformar, es en la vida interior de cada hombre o mujer. Por una razón. Es el campo de nuestra conciencia, donde habitan nuestros principios y valores, nuestras convicciones y nuestras esperanzas. Allí palpita nuestra necesidad de Dios, de su amor, de su protección y de su misericordia frente a nuestras debilidades y actos miserables. Allí puede habitar Dios si tú lo invitas y lo tomas en cuenta como tu Señor y tu Salvador.

Basta leer el libro Hechos de los Apóstoles, en las sagradas escrituras, para enterarnos que los primeros cristianos vivieron su fe confinados en sus hogares, huyendo o esquivando la persecución de los Sumos Sacerdotes y miembros del Sanedrín, bajo el poder de Roma, que veían en su cristianismo un supuesto temor al ejercicio de su poder. Hechos 2.  42-43 nos describe sobre la primera comunidad cristiana: “Se mantenían constantes en la enseñanza de los Apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. Pero el temor se apoderaba de todos, pues los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos”.

Observemos cómo en medio de esta dificultad de la vida exterior de los Apóstoles, ellos se refugian en su vida interior de oración, en la meditación de las escrituras y en la comunión. Aquí hay una enseñanza clara acerca de cómo los hombres encuentran en su vida interior, una respuesta adecuada para salir adelante.

Y cómo asumir nuestra vida interior? La fuente de la verdadera felicidad se encuentra en el interior de cada ser humano, donde Dios se hace paz, alegría, gozo, serenidad para quienes viven en amistad con El, y no en las cosas exteriores. Son medios para formar el hábito de la vida interior:
  •     Amar la vida de oración. Que nuestra oración esté amasada   de fe, humildad, agradecimiento, adoración, confianza,         silencio y perseverancia.
  •     Vida sacramental, especialmente la Eucaristía.
  •     Vida de Sagrario. El Espíritu Santo habita en ti.
  •     Docilidad y apertura a las inspiraciones del Espíritu Santo.
  •     Saber aprovechar momentos de silencio y reflexión
  •     Lectura espiritual.
  •    Practicar la caridad con los que sufren o requieren de nosotros
  •   Contemplar e imitar el ejemplo de nuestra Madre, la Santísima Virgen.