El problema más acuciante: la
iglesia centro de una red de pequeñas comunidades
CIUDAD DEL VATICANO, sábado 20
octubre 2012 (ZENIT.org).- En la decimoséptima congregación general, lo
debatido en los círculos menores, fue presentado por el relator monseñor Santiago
Jaime Silva Retamales, obispo titular de Bela, auxiliar de Valparaíso, Chile,
secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), cuya sede
está en Colombia. En el tercer punto de su intervención, señaló una idea clave:
“La Nueva Evangelización pasa por una parroquia de 'rostro nuevo', capaz de
acompañar en la fe y en el mundo personal y afectivo a la gente, de lo que más
se carece hoy en nuestra sociedad”; “quizás el problema más acuciante (...de la
Nueva Evangelización es la constitución y acompañamiento de estas pequeñas
comunidades eclesiales
Identidad teológico-pastoral de la Nueva Evangelización
Hay que plantearse la pregunta
acerca de por qué una Nueva Evangelización. Si es “nueva”, entonces, ¿qué ha
perdido el pueblo cristiano?, ¿qué, como Iglesia, no hemos sabido ofrecerle?
Insistimos en el fundamento pneumatológico de la Nueva Evangelización y éste,
en estrecha relación con la cristología y la antropología. No es posible
realizar la Nueva Evangelización sin abrirse a la acción del Espíritu Santo y a
su gracia, pues Él es quien otorga los carismas para el anuncio de Jesucristo y
el servicio a la sociedad como discípulos de Jesús. El Espíritu es quien hace
realidad la alegría y el gozo con el que hay que evangelizar.
Sin una eclesiología, es decir,
sin un modo de auto comprensión y de ser y estar en el mundo contemporáneo que
profundice la enseñanza del Concilio Vaticano II, la Iglesia no podrá empeñarse
en una Nueva Evangelización. Es fundamental definir la relación “Iglesia-mundo
actual”. De no hacerlo, seguiríamos dando la impresión de “institución”, y no
de asamblea reunida en torno a Jesucristo, donde todo lo humano tiene cabida.
Es esta comunidad de fe y de discípulos misioneros al servicio del mundo
(diakonia), la que recibió la misión de anunciarlo.
Una conveniente eclesiología va
de la mano con un profundo examen de conciencia de la Iglesia respecto de si
misma. No hablamos de Nueva Evangelización sólo porque los otros han cambiado.
Es hora de preguntarnos: ¿qué pecados tiene la Iglesia que nos han llevado a
una Nueva Evangelización? Un status
questionis [estado de la cuestión] sobre la Iglesia en si misma y su lugar
en el mundo es imprescindible a la hora de una Nueva Evangelización.
La comunión es la fuente y el
fruto de la Nueva Evangelización, porque Dios trino, de quien procede la
Iglesia y a quien la Iglesia tiene que anunciar, es relación y comunión y,
además, porque hoy vivimos en una sociedad particularmente individualista. Esta
comunión trinitaria es la que hace realidad la comunión efectiva entre nosotros
y es de aquí de donde debe brotar la misión. Esto también es esencialmente
trinitario.
Centralidad de la Palabra de Dios en la Nueva Evangelización
La historia de la Salvación son
palabras y obras de Dios en diálogo con las realidades humanas para ofrecer la
salvación, iniciativa y don divino. En la plenitud del tiempo, Dios se reveló
por su Palabra eterna que se hizo carne (Jn 1,14). La Palabra llena de vida y
verdad que la Sagrada Escritura contiene es el contenido del anuncio y, por lo
mismo, de la Nueva Evangelización. Por esta razón, la Palabra de Dios encarnada
es fuente de Nueva Evangelización, y no sólo en cuanto contenido, sino también
en cuanto método y estilo.
Este Sínodo debiera plantearse en
íntima unidad con Verbum Domini mostrando cómo la Palabra de Dios encarnada,
consignada en la Sagrada Escritura, es el “puente” entre el misterio divino que
queremos anunciar y las realidades humanas cotidianas.
Algunos contenidos, sujetos, destinatarios y estilo de la Nueva
Evangelización
La fuente de la Nueva
Evangelización es Dios Trino. Quién evangeliza es Dios Padre, quien por amor,
conduce su designio salvador para la humanidad; es Dios Hijo, quien con su
misterio pascual es oferta de gracia y verdad; es el Espíritu Santo, quien hace
posible la comunión con Dios salvador en el seno de la Iglesia y el corazón de
los creyentes; el Espíritu es quien acompaña y sustenta a los evangelizadores.
La Nueva Evangelización tiene por
contenido el anuncio por la palabra y el testimonio de Cristo Resucitado, vivo,
cercano, fuente de amor. Este anuncio y testimonio tiene que llevar al
encuentro personal con Él y, en Él, con el Padre.
La familia es un ámbito de
primera importancia cuando se piensa en qué hay que evangelizar (destinatario),
pero también cuando se piensa en quién tiene que evangelizar (sujeto). Dentro
de la familia, los niños son los primeros destinatarios de la evangelización de
padres evangelizados.
Es indispensable valorar y
fortalecer la labor de los catequistas y de la catequesis. Con catequistas bien
formados se puede desarrollar una catequesis que se entienda y practique como
proceso de discipulado, es decir, como una real experiencia de fe en el
seguimiento del Señor.
Para este proceso se requieren
formas inteligibles (lenguajes) de dirigirse a la gente de hoy considerando sus
anhelos y culturas.
Sin la función evangelizadora de
los fieles laicos en su ámbito propio, que es la gestión de la vida familiar,
social, política, económica y cultural, no habrá Nueva Evangelización. Pero
éstos requieren una formación integral y el reconocimiento efectivo de que son
corresponsables en la tarea del Reino. La vocación y misión de los laicos
requiere una profunda reflexión sobre la valencia teológica de la secularidad,
de su inserción en el mundo, sobre todo en los nuevos areópagos, y de su
participación en la Iglesia. Al respecto, habría que revisar qué servicios
eclesiales habría que confiar a los laicos teniendo en cuenta la Nueva
Evangelización y los nuevos escenarios.
El estilo de la Nueva
Evangelización es un testimonio alegre, atrayente y audaz de la fe; por tanto,
el nuevo estilo de evangelizar no se caracteriza por “imponer”, sino por
“atraer”.
Evangeliza una Iglesia pobre que
renueva su opción por los pobres y marginados, como Cristo Jesús, pues ellos,
son destinatarios privilegiados de la salvación. “No he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores”.
El lenguaje, como mediación para comunicar
la Buena Nueva de Jesucristo, requiere una atención especial. Se hace necesario
un examen de conciencia sobre nuestro uso del lenguaje y si somos capaces o no
de expresarnos en un mundo donde hay nuevos lenguajes. Nuestro lenguaje peca de
clericalismo.
La renovación de la Iglesia
particular y, en ella, la renovación de la parroquia, para replantearla como
casa y escuela de comunión, lugar eclesial de espiritualidad y donde se aprende
la comunión y la corresponsabilidad en la misión de la Iglesia, con mayor razón
hoy, cuando se diluye la persona y aparece el individuo o la masa. La Nueva
Evangelización pasa por una parroquia de “rostro nuevo”, capaz de acompañar en
la fe y en el mundo personal y afectivo a la gente, de lo que más se carece hoy
en nuestra sociedad. Las parroquias debieran ser una red de comunidades
eclesiales que, en sus concretos contextos, sustenten la fe en Cristo Jesús y
su seguimiento y, por lo mismo, el crecimiento en la dimensión humana integral.
Estos “cuerpos eclesiales” (las parroquias y sus comunidades) son los llamados
a mostrar al Señor resucitado, que da vida y sentido a la existencia. Quizás el
problema más acuciante de la Nueva Evangelización es la constitución y
acompañamiento de estas pequeñas comunidades eclesiales.