Los apóstoles reservándose para
sí mismos la oración y el ministerio de la Palabra como su tarea central,
decidieron encargar a siete hombres de buena fama, llenos de Espíritu y de
sabiduría para que cumplieran con el encargo de la asistencia a las viudas del
grupo de los helenistas, desprovistas de todo apoyo social, quienes corrían el
riesgo de ser descuidadas en la asistencia de su sustento cotidiano, es decir
del servicio social caritativo.
Esteban desempeña igualmente una
tarea de evangelización entre sus compatriotas, los así llamados Helenistas.
Lucas insiste en que Esteban “lleno de gracia y de poder” (Hechos 6,8),
presenta en el nombre de Jesús una nueva interpretación de Moisés y de la misma
Ley de Dios, relee el Antiguo Testamento a la luz del anuncio del a muerte y de
la resurrección de Jesús. Esta relectura Cristológica, provoca las reacciones
de los judíos que interpretan sus palabras como una blasfemia (Cf. Hechos 6,
11-14). Por este motivo es condenado a la lapidación, en cuyo momento, Esteban,
al poner la mirada en el cielo vio la gloria de Dios y a Jesús a su derecha. Mirándolos,
Esteban dijo: “Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre que está
en pie a la diestra de Dios” (Hechos 7, 56) y reza para que el pecado de sus
asesinos no les sea tenido en cuenta. (Hechos 7, 59-60). Al asesinato de
Esteban, primer mártir de Cristo, le siguió una persecución local contra los
discípulos de Jesús (Cf. Hechos 8, 1). Se considera así a Esteban el Santo de
los Diáconos.
Funciones de los Diáconos
Los diáconos pueden ser célibes o
casados y ejercer diferentes funciones:
El ministerio del diaconado viene
sintetizado por el Concilio Vaticano II con la tríada: "ministerio
(diaconía) de la liturgia, de la palabra y de la caridad".
De este modo se expresa la
participación diaconal en el único y triple munus de Cristo en el ministro
ordenado. El diácono "es maestro, en cuanto proclama e ilustra la Palabra
de Dios; es santificador, en cuanto administra el sacramento del Bautismo, de
la Eucaristía y los sacramentales, participa en la celebración de la Santa Misa
en calidad de "ministro de la sangre", conserva y distribuye la
Eucaristía; "es guía, en cuanto animador de la comunidad o de diversos
sectores de la vida eclesial". De este modo, el diácono asiste y sirve a
los obispos y a los presbíteros, quienes presiden los actos litúrgicos, vigilan
la doctrina y guían al Pueblo de Dios. El ministerio de los diáconos, en el
servicio a la comunidad de los fieles, debe "colaborar en la construcción
de la unidad de los cristianos sin prejuicios y sin iniciativas
inoportunas", cultivando aquellas "cualidades humanas que hacen a una
persona aceptable a los demás y creíble, vigilante sobre su propio lenguaje y
sobre sus propias capacidades de diálogo, para adquirir una actitud
auténticamente ecuménica".