“La más terrible pobreza es la soledad y el sentimiento de no ser amado. La más grande enfermedad hoy en día, no es la lepra ni la tuberculosis, sino el sentimiento de no ser amado!”
“Hay más
hambre en el mundo por amor y por ser apreciado, que por no tener pan”
Reflexión:
Has una
revisión mental de las personas que viven en tu vecindario o en el edificio que
tu ocupas. Identifica por un momento cuáles de ellos viven solos o casi solos.
Algunos de ellos conviven con un familiar o relacionado, que permanece la
mayoría del tiempo fuera de la casa y solo llega a dormir. Cuantos adultos
mayores viven cerca de ti? ¿Cuántos de ellos no pueden ir al templo por
encontrarse enfermos? ¿Estarías dispuesto(a) a separar 15 minutos de tu tiempo
e ir a visitar a una de estas personas, para saludarla, presentarte tú como
vecino y ofrecerle tu colaboración en caso de urgencia? Estarías dispuesto a
hacerle una llamada telefónica a ese conocido o conocida tuya, que vive solo(a)
y que muy probablemente no tiene con quien hablar?
¿Cómo puedes
tú mostrarle el rostro de Jesús a alguna de estas personas, disponiéndote tú
mismo a ir al encuentro del otro, con amabilidad y en expresión fraterna de
interés por su situación?
¿Por qué no
invitar a algunas de estas personas, pare que se integren a la Pequeña
Comunidad en que tú participas, o en alguno de los grupos pastorales de la
Parroquia?
Si sólo le
regalaras 15 minutos o más de atenta escucha a una de estas personas, no te
imaginas el apoyo que les podrías dar, el sentimiento de autoestima que les
comunicarías y luego te sentirás muy satisfecho de vivenciar el amor de Jesús,
entregándolo a los demás!