Cardenal. Brandmüller: «Quienes quieren cambiar la enseñanza
de la Iglesia son herejes incluso si llevan la púrpura romana»
El cardenal Walter Brandmüller ha sido una de las
principales voces críticas de propuestas surgidas en el Sínodo extraordinario
sobre la Familia del año pasado que amenazan con subvertir la doctrina católica
sobre los sacramentos y la moral. Fue uno de los cinco cardenales que
escribieron el libro «Permaneciendo en la verdad de Cristo: Matrimonio y
comunión en la Iglesia Católica», centrado en rebatir la propuesta del cardenal
Walter Kasper de abrir la comunión a quienes viven en adulterio.
16/04/15 8:35 AM (LSN/InfoCatólica)
El Dr. Maike Hickson, colaborador de LifeSiteNews ha entrevistado al cardenal
Brandmüller:
¿Podría presentar una vez más a nuestros lectores claramente
la enseñanza de la Iglesia Católica, lo que se ha enseñado constantemente a lo
largo de los siglos sobre el matrimonio y su indisolubilidad?
La respuesta se puede encontrar en el Catecismo de la
Iglesia Católica números 1638 a 1642.
¿Puede la Iglesia admitir a la Sagrada Comunión a parejas
vueltas a casar, a pesar de que su segundo matrimonio no es válido?
Sería posible hacerlo si las parejas interesadas tomaran la
decisión de vivir en adelante como hermano y hermana. Esta solución vale la
pena considerarla especialmente cuando el cuidado de los hijos no les permite
separarse. La decisión de tomar este camino sería una expresión convincente del
arrepentimiento por la situación anterior y prolongada de adulterio.
¿Puede la Iglesia tratar el tema del matrimonio de una
manera pastoral que se aparte de la enseñanza constante de la Iglesia? ¿Puede
la Iglesia cambiar su propia enseñanza, sin caer ella misma en herejía?
Es evidente que la práctica pastoral de la Iglesia no puede
permanecer en oposición a la doctrina vinculante ni simplemente ignorarla. Con
una comparación: Un arquitecto quizás pueda construir un puente más hermoso que
los anteriores, pero si no presta atención a las normas de la ingeniería
estructural, corre el riesgo de que su construcción se derrumbe. De igual modo,
cada práctica pastoral tiene que seguir la Palabra de Dios si no quiere
fracasar. Es impensable un cambio de la doctrina, del dogma. Quien, pese a
todo, lo hace, conscientemente, o lo exige insistentemente, es un hereje,
incluso si lleva la púrpura romana.
¿No es también toda la discusión sobre la admisión a la
Eucaristía de los divorciados vueltos a casar una expresión del hecho de que
muchos católicos no creen en la presencia real sino que más bien creen que lo
que reciben en la Comunión no es más que un pedazo de pan?
De hecho, existe una contradicción interna indisoluble en
alguien que quiere recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo y unirse con Él, y
al mismo tiempo ignora conscientemente sus mandamientos. ¿En qué consiste? San
Pablo dice sobre este asunto: «el que lo come y bebe indignamente, se come y
bebe su propia condenación». Pero ¡tiene Vd. razón! No todos los católicos
creen en la presencia real de Cristo en la hostia consagrada. Uno puede ver
este hecho ya en la forma en que muchos –incluso sacerdotes– pasan ante el
Sagrario sin hacer la genuflexión.
¿Por qué existe en la actualidad un ataque tan fuerte de
este tipo sobre la indisolubilidad del matrimonio dentro de la Iglesia? Una
posible respuesta podría ser que el espíritu de relativismo ha entrado en la
Iglesia, pero debe haber más razones. ¿Podría enumerar algunas? ¿Y no son todas
estas razones una señal de crisis de la fe dentro de la Iglesia misma?
Por supuesto, si ciertas normas morales que han sido válidas
en general, siempre y en todas partes, dejan de ser aceptadas, entonces todo el
mundo se hace su propia ley moral. Esto tiene como consecuencia que se hace lo
que a cada uno le plazca. Se puede añadir el enfoque individualista de la vida,
que la considera unicamente como una oportunidad para la auto-realización, y no
como una misión del Creador. Es evidente que este tipo de actitudes son la
expresión de una pérdida muy arraigada de la fe.
En este contexto, se puede afirmar que se ha enseñado poco
en las últimas décadas la doctrina sobre la naturaleza humana caída. La
impresión dominante era que el hombre, en general, es bueno. En mi opinión,
esto ha llevado a una actitud laxa hacia el pecado. Ahora que vemos el
resultado de una actitud tan laxa –una explosión de conductas inhumanas en
todas las áreas posibles de la vida humana– ¿no es razón para que la Iglesia
vea que esta enseñanza ha sido confirmada y que por lo tanto, debe proclamarla
de nuevo?
Es cierto lo que dice. El tema pecado original, con sus
consecuencias, la necesidad de la redención a través del sufrimiento, muerte y
resurrección de Cristo ha sido suprimido y olvidado en gran medida durante un
largo periodo de tiempo. Sin embargo, no se puede entender la historia del
mundo –y la propia vida– sin estas verdades. Es inevitable que hacer caso omiso
de las verdades esenciales conduce a desórdenes morales. Tiene usted razón:
verdaderamente se debe volver a predicar sobre este tema, y con claridad.
El elevado número de abortos, especialmente en Occidente, ha
hecho mucho daño, no sólo a los bebés muertos, sino también a las mujeres (y
hombres) que decidieron matar a sus hijos. ¿No deberían los prelados de la
Iglesia tomar una postura firme sobre esta terrible verdad y tratar de sacudir
las conciencias de aquellos hombres y mujeres, también por el bien de su
salvación? ¿Y no debería la Iglesia defender con insistencia a los pequeños que
no pueden defenderse porque no se les permite vivir? «Dejad que los pequeños
vengan a mí...»
Se puede decir que la Iglesia, sobre todo con los últimos
papas, también con el Papa Francisco, no deja lugar a dudas sobre el carácter
abominable de la matanza en el vientre materno de los niños por nacer. Esto se
aplica sin duda también a todos los obispos. Sin embargo, otra pregunta es, si
y en qué forma, la enseñanza de la Iglesia ha sido predicada y presentada en el
ámbito público. Ahí es donde la jerarquía sin duda podría hacer más. No hay más
que pensar en la participación de los cardenales y obispos en las marchas
pro-vida.
Cardenal Walter Brandmüller
¿Qué medidas recomendaría usted en la Iglesia para fortalecer
la llamada a la santidad y para mostrar el camino para alcanzarla?
Ciertamente hay que dar testimonio de la fe de la manera
apropiada para cada situación específica. En qué forma se puede hacer esto,
depende de las circunstancias propias. Se abre todo un campo para la
imaginación creativa.
¿Qué diría sobre las recientes declaraciones del obispo
Franz-Josef Bode de que la Iglesia Católica tiene que adaptarse cada vez más a
las «realidades de la vida» de la gente de hoy en día y ajustar en consecuencia
su enseñanza moral? Estoy seguro de que usted, como historiador de la Iglesia,
tiene ante sus ojos otros ejemplos de la historia de la Iglesia, en la que fue
presionada desde fuera para cambiar la enseñanza de Cristo. ¿Podría enumerar
algunos, y cómo la Iglesia respondió en
el pasado a este tipo de retos?
Está claro y no es una novedad que la proclamación de la
doctrina de la Iglesia ha de adaptarse a las situaciones concretas de la vida
de la sociedad y del individuo, para que el mensaje sea escuchado. Pero esto
sólo se aplica a la forma de la proclamación, y de ninguna manera a su
contenido inviolable. No es aceptable la adaptación de la enseñanza moral. «No
os conforméis con el mundo», dijo el apóstol san Pablo. Si el obispo Bode
enseña algo diferente, se encuentra en contradicción con la doctrina de la
Iglesia. ¿Es consciente de eso?
¿Es aceptable que a la Iglesia católica en Alemania se le
permitiera seguir su propio camino en la cuestión de la admisión de las parejas
vueltas a casar a la Santa Eucaristía y con ello decidir de manera
independiente de Roma, como el cardenal Reinhard Marx declaró después de la
reciente reunión de la Conferencia Episcopal Alemana?
Las bien conocidas declaraciones del cardenal Marx están en
contradicción con el dogma de la Iglesia. Son irresponsables desde el punto de
vista pastoral, porque exponen a los fieles a la confusión y la duda. Si él
piensa que puede tomar a nivel nacional un camino independiente, pone en riesgo
la unidad de la Iglesia. Sigue manteniéndose firme que el magisterio claramente
definido es vinculante para la enseñanza y la práctica en toda la Iglesia.
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