martes, 10 de marzo de 2020

Tratar a Jesucristo

Tomado de la obra "Es Cristo que pasa" de San Jose María Escrivá de Balaguer, destacamos las siguientes líneas, que invitan a una reflexiòn, propia del tiempo litúrgico que vivimos.

No ama a Cristo quien no ama la Santa Misa, quien no se esfuerza en vivirla con serenidad y sosiego, con devoción, con cariño. El amor hace a los enamorados finos, educados; les descubre para que los cuiden, detalles a veces mínimos, pero que son siempre expresión de un corazón apasionado. De este modo hemos de asistir a la Santa Misa. Por eso he sospechado siempre, que los que quieren oír una misa corta y atropellada, demuestran con esa actitud poco elegante también, que no han alcanzado a darse cuenta de lo que significa el Sacrificio del altar.

El amor a Cristo, que se ofrece por nosotros,nos impulsa a saber encontrar, acabada la Misa, unos minutos para una acción de gracias personal, íntima, que prolongue en el silencio del corazón esa otra acción de gracias que es la Eucaristía.¿Cómo dirigirnos a Él?, ¿còmo hablarle?  ¿Cómo comportarse?

No se compone de normas rígidas la vida cristiana, porque el Espíritu Santo no guía a las almas en masa, sino que, en cada una,  infunde aquellos propósitos, inspiraciones y afectos que le ayudarán a percibir y a cumplir la Voluntad del Padre. Pienso, sin embargo, que en muchas ocasiones el nervio de nuestro diálogo con Cristo, de la acciòn de gracias después de la Santa Misa, puede ser la consideraciòn de que el Señor es, para nosotros, Rey, Médico, Maestro, Amigo.