miércoles, 29 de febrero de 2012

La Palabra de Dios - Marzo 1 - Salterio 1a. Semana

«Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y todo el que busca, encuentra; y al que llama se le abrirá. O ¿quién hay entre vosotros, al que si su hijo pide un pan le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una culebra? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los Cielos dará cosas buenas a quienes le pidan?». (Mateo 7, 7-12)


Reflexión:

I. Jesús, hoy me recuerdas lo bueno que es Dios, y que además es mi Padre. Entonces, ¿cómo no pedirle todo lo que necesito? Si los padres de la tierra procuran cuidar bien a sus hijos, ¿qué no me va a dar mi Padre Dios, que es todo el Amor y todo el Poder?

Jesús, Tú nos manifiestas mejor que nadie el amor de nuestro Padre Dios, porque Tú eres el Hijo de Dios. Con qué fuerza me dices que no sea tonto, que Dios está esperando que le pida con confianza para darme todo lo que necesite. Sí, pero a veces pido y no recibo...

Cuántas veces ocurre también que el niño pequeño pide a su padre algo y su padre no se lo da, aunque sea un padre bueno. Por ejemplo, el niño que quiere coger un cuchillo porque es una cosa que brilla y parece muy útil para jugar; pero cuando se lo pide a su padre, éste no se lo da. ¿Es que ya no le quiere? ¿Por qué no le da lo que pide? Lo que a mi me parece necesario, no es siempre lo que más me conviene. «Si algo acontece en contra de lo que hemos pedido, tolerémoslo con paciencia y demos gracias a Dios por todo, sin dudar en lo más mínimo de que lo más conveniente para nosotros es lo que acaece según la voluntad de Dios y no según la nuestra» (San Agustín).

Jesús, quieres que pida todo aquello que creo que necesito, pero sabiendo que Tú sabes más, que Tú ves más; por eso, hasta lo que me parece una dificultad, un fracaso o una desgracia, puede ser un regalo especialísimo de Dios para mi vida. Este es el abandono de los hijos de Dios: Señor, sé que todo lo que me ocurre, es para mi bien; que siempre y en todo se haga tu voluntad y no la mía.

II. «Habla Jesús: "Así os digo yo: pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá". Haz oración. ¿En qué negocio humano te pueden dar más seguridades de éxito? » (Camino.- 96).

Jesús, haciendo oración obtengo siempre lo mejor, acierto siempre, consiga o no las cosas concretas que pido. Hay temas en los que tengo la seguridad de recibir lo que deseo: cuando pido por el bien de las almas y por la Iglesia. Con esas oraciones te arranco gracias específicas para mi vida interior, para la de los demás y para toda la Iglesia.

Que no me canse, Jesús, de pedir la ayuda espiritual para superar esos defectos que tengo; o para que mis amigos y familiares te quieran más cada día; o por el Papa y los Obispos, etc. Que me convenza de que es útil pedirte esas gracias espirituales, que hacen tanta falta.

Jesús, también quieres que te pida por la salud, por un tema que me preocupa, por los exámenes o el trabajo. Pero debo pedir dándome cuenta de que Tú eres el que mejor sabes lo que me conviene a mí y a los que me rodean; con ese abandono del hijo que confía en su padre, y que sabe que todo lo que recibe de él es para su bien. «Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en tos Cielos dará cosas buenas a quienes te pidan?»

« ¿En qué negocio humano te pueden dar más seguridades de éxito?» Jesús, que me acostumbre a pedirte todo, a ser pedigüeño, a ponerlo todo en tus manos. Y entonces aprenderé a descubrir en los acontecimientos de cada día tu mano amorosa: tu mano de Padre que me quiere, que me cuida, que me forma y, tal vez, que me poda, como a los árboles, para que dé más fruto. Actuando así, nada en este mundo me podrá quitar la paz y la alegría que son propias de los hijos de Dios.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA

martes, 28 de febrero de 2012

FINALIZÓ ASAMBLEA DE PEQUEÑAS COMUNIDADES

En la Asamblea de Pequeñas Comunidades que se reunió los días 21 y 28 de 2012, en el Salón Parroquial de San Cipriano, presidido por el Padre John Henry Buitrago MSA, y el acompañamiento del Padre Pompilio Moreno MSA, Párroco y Vicario Parroquial respectivamente, se realizó un análisis DOFA de las comunidades y se identificaron unas estrategias de trabajo para el presente año, que se resumen en las siguientes decisiones:



A. Estrategias en el ambiente externo (Oportunidades – Amenazas):


1. Como una preparación para la misión, realizar mensualmente una reunión de Catequesis todas las comunidades en la Parroquia, un día martes a definir próximamente


2. Como formación de los miembros de las comunidades, de los diferentes grupos pastorales y ministerios, realizar el Seminario “Vida Nueva” que adelanta actualmente la catequesis de jóvenes con buenos resultados. Serían dos sábados a definir en breve. Un espacio de formación ideal igualmente para nuevos miembros de estos grupos.


3. Con miras a realizar unas primeras actividades de misión, dentro de la modalidad de nueva evangelización, se acuerda hacer un inventario de los conjuntos residenciales que se vienen beneficiando de servicios de la parroquia, para realizar “Asambleas Católicas” que sirvan de espacios de evangelización dentro de copropiedades. El Sr. Párroco emitirá cartas dirigidas a algunos conjuntos para gestionar estos espacios de trabajo misional.


B. Estrategias en el ambiente externo (Debilidades y Fortalezas):


1. Para fortalecer el trabajo de los Coordinadores de cada una de las Pequeñas Comunidades, aumentar el compromiso, el sentido de pertenencia y la perseverancia de sus miembros, se establece una reunión mensual, un día martes a definir en breve, del Párroco con los Coordinadores de cada una de las Koinonías, que permitirá igualmente hacer un acompañamiento espiritual, un monitoreo de las actividades de todas las comunidades y la formación en aspectos de liderazgo comunitario. La coordinación general de pequeñas comunidades será sustituida por el Consejo Pastoral Parroquial, del cual dependerán en sus orientaciones cada uno de los coordinadores de koinonías.


2. La parroquia producirá y entregará a sus fieles y habitantes del sector, a partir del 30 de marzo próximo, una publicación de un brochure, o documento de portafolio de servicios parroquiales, que inicialmente irá incluido en el Boletín Koivós que edita San Cipriano trimestralmente. Serán inicialmente 2.000 ejemplares. Esta información servirá para divulgar entre la población de la parroquia, los servicios y actividades de la Iglesia en este sector, motivando la vinculación de nuevos fieles a dichas actividades, dentro de un propósito de renovación.


3. El Padre John Henry contactará al CIRE (Centro Ignaciano de Retiros Espirituales) para conseguir la participación de los Coordinadores de Koinonías y algunos miembros con perfil de liderazgo, en un Curso de formación para Animadores de Comunidades. Se sugirió que en cada koinonía se nombre un miembro específico para hacerle un acompañamiento a cada miembro nuevo que llegue, facilitando así su proceso de adaptación a la vida en pequeña comunidad.


4. Las Eucaristías mensuales que tradicionalmente realizaban las Pequeñas Comunidades, se continuarán celebrando pero con participación de todos los grupos pastorales.


Finalmente, el Padre John Henry Buitrago comentó que las necesidades de reorganización de las pequeñas comunidades, serán estudiadas y atendidas en las reuniones mensuales de los Coordinadores con el Párroco de San Cipriano.

miércoles, 22 de febrero de 2012

SI CONOCIERAS COMO TE AMO



Una hermosa canción interpretada por la Hermana Glenda, en cuya letra Dios nos habla y nos expresa su maravilloso amor.

jueves, 16 de febrero de 2012

Nuestra Asamblea Anual

Todos los miembros de las Pequeñas Comunidades de San Cipriano estamos convocados el martes 21 de febrero próximo, a partir de las 7:00 p.m., a celebrar nuestra Asamblea General de Pequeñas Comunidades. Preside el Padre John Henry Buitrago MSA y acompaña el Padre Pompilio Moreno MSA. Asistamos todos puntualmente. Tiempo de reunión estimado: 90 minutos.

Esta reunión sustituye la reunión de esa semana en cada una de las comunidades. Los esperamos!

martes, 14 de febrero de 2012

¿SIGNOS DE VIDA NUEVA?

¿Cómo debe ser una comunidad cristiana para que sea signo de vida nueva? El Nuevo Testamento nos ofrece varios modelos. El álbum de la familia de Dios tiene muchas fotografías. Por ejemplo, el Evangelio de Mateo trae una propuesta en el discurso de la comunidad (Mt 18, 1-35) y otra en el sermón de la montaña (Mt 5,8). Marcos describe un proyecto de comunidad con una serie de varios episodios que revelan el objetivo de la Buena Noticia en la vida del pueblo (Mc 1, 16-45). Lucas por su parte, propone un modelo cuando describe la vida de los primeros cristianos. Es un modelo que se sostiene sobre 4 columnas: “Todos ellos perseveraban en la enseñanza de los Apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones (Hch 2, 42). Vamos a examinarlo en profundidad.


Primera columna: enseñanza de los Apóstoles


Indica el nuevo cuadro de referencias de la vida comunitaria. La enseñanza es la nueva
interpretación de la vida y de la Biblia, transmitida por los Apóstoles a través de la experiencia de la resurrección. Como Jesús, los cristianos tuvieron el coraje de romper con las enseñanzas de los escribas. En vez de seguir las enseñanzas de los maestros de la época, siguen ahora la doctrina de 12 trabajadores sin instrucción (Hch 4,13).


El nuevo liderazgo de los Apóstoles les ha venido de los signos que hacen en comunidad(Hch 2,43; 4,33; 5,12. 15-16), y de las “órdenes” dadas por Jesús a María Magdalena, a los 120 discípulos, a las mujeres, a los discípulos en el monte (Mt 28, 18-20; Mc 16, 15; Lc 24, 24, 44-49; Jn 20, 23; 21,17). Sin embargo, la comunidad les cuestionaba en el ejercicio de esta autoridad (Gál 2, 11-14; Hch 11, 3). Debían dar explicaciones (Hch 11, 4-18).


Segunda columna: la unión fraterna


Indica el nuevo ideal de la vida comunitaria. La comunión (koinonía) nace del Padre (1 Jn 1,3), del Hijo (1 Cor 1,9) y del Espíritu Santo (2 Cor 13,13; Flp 2,1) y se traduce en la comunión de los bienes. Los primeros cristianos ponían todo en común, hasta el punto de que ya no habían
necesidades entre ellos (Hch 2, 44-45; 4,32. 34-35). De esta forma, cumplían la ley de Dios que decía: “No habrá pobres entre los tuyos” (Dt 15, 4). LA comunión indicaba la actitud del que no se sentía dueño de lo que poseía, sino que tenía el coraje de compartir sus bienes con los otros (Rom 15,26; 2 Cor 9,13; Flm 6 y 17).


El ideal de la comunión era llegar no sólo a compartir los bienes. Se compartía también los
sentimientos y experiencia de vida, hasta el punto de que todos sentían y pensaban lo mismo (Hch 4,32; 1,14; 2,46. Llegar a una convivencia sin secretos (Jn 15,15) que superen las fronteras que proceden de la religión, clase, sexo y raza (cf. Gál 3,28; Col 3,11; 1 Cor 12,12).


Esta comunión es sagrada. No se puede profanar. Quien abusa de ella para beneficio propio muere para la comunidad. Es la lección del relato de Ananías y Safira (Hch 5, 1-11).


Tercera columna: la fracción del pan


Indica la nueva fuente de la vida comunitaria. La expresión procede de las comidas judías en las que se compartía el pan con los hijos y con los que no tenían nada. La fracción del pan recordaba las innumerables veces que Jesús había compartido el pan con los discípulos y con los pobres (Jn 6,11). Recordaba el gesto del Señor con los discípulos de Emaús, con el que se les abrieron los ojos a la presencia viva de Jesús en medio de la comunidad (Lc 24, 30-35). Significaba, sobre todo, el gesto supremo de amor hasta el fin (Jn 13,1) la Eucaristía, la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo” (1 Cor 10, 16), la Pascua del Señor (1 Cor 11, 23-27), la memoria de su muerte y resurrección (1 Cor 11,26) que garantiza la vida a los que entregan la vida por los demás.


La fracción del pan se hacía en las casas y en el templo (Hch 2,46; 20,7); era el lugar de la Liturgia “en Espíritu y en Verdad” (Jn 4,23). Muchas veces la realidad quedaba por debajo del ideal. Pablo critica los abusos que había en la comunidad de Corinto (1 Cor 11, 18-22. 29-34).


Cuarta columna: oraciones


Indica el nuevo ambiente de vida comunitaria. Los Apóstoles tenían una doble tarea: la dedicación plena a la oración y al ministerio de la Palabra” (Hch 6,4) Por medio de la oración los cristianos permanecían unidos entre sí y a Dios (Hch 5, 12b) y se fortalecían en el momento de las persecuciones (Hch 4, 23-31). La Palabra, la Biblia, era el libro de cabecera, la gramática para poder leer y entender lo que Dios hablaba por los acontecimientos de la vida; la luz que los iluminaba en el camino.


A pesar de seguir una doctrina diferente de la tradicional, no rompían con las costumbres de la
piedad del pueblo; continuaban asistiendo al templo (Hch 2,46). Allí era donde la gente vivía y
expresaba su fe, e iba para rezar. Los creyentes eran conocidos como el grupo que se reunía en el Pórtico de Salomón (Hch 5,12). Gozaban de la simpatía de la gente (Hch 2,47).


Cuando eran perseguidos rezaban y releían el Antiguo Testamento (Hch 4, 27-31). Hacían como Jesús, que con la oración, se enfrentaba a la tentación (Mc 14,32). De esta forma, provocaban un nuevo Pentecostés (Hch 4,31). La Biblia no era únicamente la luz, sino la fuente de fortaleza.


¿Es posible cumplir este ideal?

El listón que Lucas presenta esta muy alto. Parece imposible saltarlo. Él lo sabe. Basta que
recordemos el texto de Ananías y Safira (Hch 5, 1-11). Entonces, ¿porqué presenta un modelo tan difícil? La experiencia señala lo siguiente: cuando una comunidad vive aislada de otras, se
enfrenta con un ideal así y se desanima. Pero cuando participa con otras comunidades en el
mismo proyecto y cuando se encuentran para compartir experiencias, se animan mutuamente.
Aunque el listón esté alto, se vence el cansancio y se crea coraje. Un ideal de este tipo funciona como un despertador. Anima a las personas, porque les hace ver que en su vida existen signos y semillas de este ideal. En el libro de Hechos de los Apóstoles, Lucas presenta un modelo que ha de asumirse en todas las comunidades. Es una exhortación y una invitación, a hacer hoy lo mismo.

La anterior lectura, fue extractada del libro “Vivir y anunciar la Palabra: Las Primeras Comunidades”, de Carlos Mesters y Equipo Bíblico CRB, páginas 105 – 108. Editorial Verbo Divino.

sábado, 11 de febrero de 2012

Documental sobre San Pablo



San Pablo un Apóstol que luego del llamado de Jesús, dedicó toda su vida a la evangelización, nos muestra igualmente a un animador de las pequeñas comunidades cristianas. Estudiando a San Pablo, encontramos hoy las claves para la vida auténtica en comunidad. Acerquémonos a su experiencia de vida para nutrir la nuestra.

viernes, 3 de febrero de 2012

Descubrir el amor de Cristo y sentir la urgencia de comunicarlo a los demás (Tiempo ordinario 5º, ciclo B)

Tomado de Zenith.org:
Pedro Mendoza LC

"Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa. Mas si lo hago forzado, es una misión que se me ha confiado. Ahora bien, ¿cuál es mi recompensa? Predicar el Evangelio entregándolo gratuitamente, renunciando al derecho que me confiere el Evangelio. Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda". 1Cor 9,16-19

Comentario

En este pasaje de la carta a los Corintios podemos asomarnos al interior del corazón de san Pablo para ver cuáles son los motivos que dirigen su vida y su celo apostólico en la predicación infatigable del Evangelio. Como ratificará en otra de sus cartas a esta misma comunidad, el motivo fundamental de todo su dinamismo apostólico y de todos los sufrimientos que abraza es el amor de Cristo que ha experimentado personalmente y que lo impulsa a entregarse sin reservas a los demás para que lo conozcan y participen de ese mismo amor (2Cor 5,14). De ningún modo ha querido recurrir al derecho del sostenimiento económico por parte de esa comunidad evangelizada por él. Pero ¿por qué insiste tanto en esta excepción de su conducta? Si se opone radicalmente a ello es para evitar a toda costa que la comunidad considerase su labor apostólica "interesada" por eventuales compensaciones humanas y económicas. Así lo dejó indicado anteriormente: "nunca hemos hecho uso de estos derechos. Al contrario, todo lo soportamos para no crear obstáculo alguno al Evangelio de Cristo" (1Cor 9,12).

San Pablo en este pasaje va más allá del motivo anterior. Ahora deja entrever otro, más personal, que está en relación con el origen de su vocación: su encuentro con Cristo en el camino de Damasco. El Apóstol reconoce que para él anunciar el Evangelio como los demás apóstoles y evangelistas sería demasiado poco. Él siente un deber en conciencia muy grande, puesto que él había intentado en otro tiempo destruir la Iglesia. Pero en ese entonces Cristo tomó la iniciativa de salirle al encuentro, revelándosele personalmente y haciéndole experimentar su amor para con él. Hasta tal punto caló esta experiencia de Cristo en el Apóstol que llegó a apoderarse totalmente de él. Por ello, se siente obligado, entregado, hipotecado al Señor, en una forma que supera toda medida.

Es de este modo como pueden entenderse los términos paradójicos que utiliza san Pablo para expresar su entrega a Cristo y a su misión evangélica. Recurre a la palabra "deber" o "necesidad", sin pretender decir que no lo haga con total libertad y de todo corazón. Lo que sucede es que el Apóstol lo siente de tal modo, que no puede hacer otra cosa sino entregarse a la tarea misionera con libertad total. Cualquiera que sea el sentido de este impulso o necesidad, es claro que san Pablo no piensa en algo contrario a la libertad. Más aún tal libertad llega a su plenitud en esta necesidad. Ahí está el núcleo y el contenido más hondo de la libertad. Esto quiere decir que el hombre plenamente libre es necesariamente atraído a amar aquello que reconoce merecedor de toda la fuerza de su amor y de toda su entrega: en definitiva, Dios. Encontramos un ejemplo similar en el mismo Cristo, en quien se refleja este misterio en la unidad de su obediencia y amor. Él puede hablar de la obligación que le ha sido impuesta; pero la acepta total y plenamente, con la misma certeza con que se sabe Hijo: "Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente" (Jn 10,17-18a).

El "¡ay de mí!" de san Pablo no indica una amenaza que él experimentara desde fuera, sino desde dentro, y por eso se siente como obligado a realizar su misión. Nos resulta chocante escuchar al Apóstol afirmar que no anuncia el Evangelio voluntariamente. De ahí la necesidad de captar bien lo que dice expresándose de forma tan osada. Aquí, en efecto, la verdad se encuentra no tanto en los conceptos, que pueden siempre sopesarse con mayor precisión, sino más bien en ese impulso desbordante en él desde lo más íntimo de su ser, que supera todo límite y, como es propio del amor, tiene como medida ser sin medida.

"¿Cuál es entonces mi recompensa?", se pregunta san Pablo. ¿Cómo debemos entender esta palabra "recompensa" enlazada con la anterior, "gloria", y que se repiten más adelante (9,17 y 18,15.16)? La "gloria" no es para el Apóstol, como para los hombres de su tiempo, algo tan extrínseco como ha llegado a ser para nosotros. La gloria es, en primer término, el testimonio íntimo de la buena conciencia. El hecho de anunciar el Evangelio no le da al Apóstol derecho alguno a ufanarse. No hay, por tanto, aquí nada sobre lo que pueda fundamentar la certeza de su obediencia sin reservas y de su entrega sin límites. Y, por lo mismo, nada tampoco que merezca "recompensa". Que san Pablo espera una recompensa es algo tan natural y evidente como su esperanza de la vida eterna. Y la recompensa es Dios mismo. Es, pues, una recompensa que está muy alejada de todo cálculo. Para el Apóstol su recompensa es también la misma gracia de poder ser instrumento de Dios para comunicar el Evangelio a los demás, y acercar así el mayor número de hombres a la experiencia del amor de Cristo. Por eso su renuncia al derecho a la recompensa se convierte en una parte de su comportamiento total: él libre de todo, se hace esclavo de todos. Ésta es su norma de vida, libremente elegida.

Aplicación

Descubrir el amor de Cristo y sentir la urgencia de comunicarlo a los demás.

Continuamos nuestro recorrido de la vida pública de Cristo, esta vez viendo cómo Él viene al encuentro de las personas que sufren, de las personas que padecen alguna necesidad física o espiritual, como nos relata el Evangelio. La primera lectura nos presenta la figura de Job quien, con la permisión de Dios, es duramente probado en su integridad física y espiritual. San Pablo nos ayudará a descubrir que su entrega apasionada a su misión brota de la experiencia del amor de Cristo y de ahí la urgencia que le impulsa a hacer partícipes del mismo a todos los hombres.

Situaciones como las que nos presenta la lectura tomada del libro de Job (7,1-4.6-7) nos ayudan a tomar conciencia de lo que significa el torbellino de sufrimientos y de miseria que azota la vida de muchos de nuestros hermanos los hombres. Pero al mismo tiempo son para Dios ocasión de demostrarnos toda su bondad y misericordia para con el hombre que las padece, en particular, cuando éste le abre su corazón y le implora con confianza su intercesión. Dios conoce lo difícil que en ocasiones es la vida para el hombre, pues es una verdadera "milicia" la que tiene que enfrentar sobre la tierra. Pero, por lo mismo, no nos abandona, ni nos deja a merced de las dificultades, al contrario se acerca más a nosotros, siendo buen samaritano para con cada uno de nosotros. Cultivemos y aprendamos a mantener una confianza inquebrantable en Dios en cualquier situación por la que atravesemos en la vida, sabiendo que Él es un Padre que quiere siempre lo mejor para cada uno de nosotros sus hijos.

Esa compasión y bondad de corazón es la que el evangelista san Marcos (1,29-39) nos presenta este domingo, relatándonos el primer milagro de la vida pública de Cristo. Al entrar en la casa de Simón y encontrar a su suegra postrada en cama por la fiebre, Él se acerca a ella, la levanta sosteniéndola de la mano y la cura. El conocimiento de esa bondad de corazón del Maestro de Nazaret anima a todo ese tropel de enfermos a presentarse ante Él para que deposite también sobre ellos esas muestras de su amor. Como esos enfermos que acuden a Cristo, también nosotros estamos llamados a descubrir nuestras enfermedades sin temor y a presentárselas llenos de confianza, sabiendo que Él ha venido no para condenar sino para salvar, que Él ha venido a buscar la oveja perdida y que Él quiere por encima de todo que gocemos de su amor y de su felicidad.

Como nos refiere el pasaje de la prima carta a los Corintios (9,16-19), ya comentado, la entrega a la misión por parte del Apóstol brota de la experiencia del amor de Cristo para consigo mismo personalmente y para con cada uno de los hombres. Sólo quien se reconoce destinatario de esa bondad del corazón de Cristo siente al mismo tiempo la urgencia de corresponderle, saliendo al encuentro de todos esos hermanos nuestros que tienen necesidad de experimentar ese mismo amor en sus vidas, en particular en los momentos de mayor tribulación. Como el Apóstol, dejemos también nosotros que el amor de Cristo inunde nuestras vidas y seamos para los demás canales para encontrar este amor de Cristo en sus vidas.

miércoles, 1 de febrero de 2012

¿Qué sería de nosotros sin la vida consagrada?

El “humus” de la secularización ha penetrado en los diversos sectores de la vida cristiana. Desde Pablo VI a Benedicto XVI ha sido una constante denuncia de este mal que mundaniza a la Iglesia y la hace inoperante para la evangelización del mundo. Por otra parte, la cultura dominante y globalizada lleva la marca de la cristofobia y de lo anticatólico, que rechaza la dimensión social de la fe y el derecho de la Iglesia a vivir en libertad. Este contexto, repercute fuertemente tanto en la familia cristiana, como la vida consagrada y el ministerio sacerdotal.


Durante estas décadas posconciliares, no solo se han secularizado bastantes curas y se ha relajado la vida comunitaria de órdenes y congregaciones, sino también ese “virus” ha contaminado a la misma “Iglesia doméstica”, que se manifiesta en las rupturas matrimoniales y en la caída de la natalidad. Es fácil quedarse en los diagnósticos, utilizar las estadísticas y los fallos personales para ir unos contra otros dentro de la misma Iglesia, mientras los de fueras aplauden viendo a los católicos como se pelean entre ellos: unos alardeando de salvadores de las esencias de la ortodoxia y otros exponiendo obsesivamente la falta de compromiso de los pastores con el pueblo. ¡No es este el camino! El Papa Benedicto XVI nos insta constantemente a recuperar a Dios como centro de nuestra opción de vida cristiana y ser humildes para podernos preguntar ¿qué me pide el Señor a mí y a su Iglesia en estos momentos tan complejos y turbulentos que estamos viviendo?


Centremos ahora nuestra mirada en los religiosos y religiosas, aprovechando la festividad de la Presentación de Jesús en el Templo, fecha en que tiene lugar la Jornada Mundial de la Vida Consagrada cuyo lema de este año es: “Ven y Sígueme” (Mc 10,21). La vida religiosa en todas sus formas tiene estrecha relación con la Palabra de Dios, detrás de una monja, fraile, religiosa, religioso, consagrado está un dicho o hecho de Jesús que cautivó a ese fundador y dio como consecuencia el nacimiento de una nueva familia de consagrados para el bien de la edificación de la Iglesia y de su misión evangelizadora en el mundo. Las dos modalidades de la Vida Consagrada, contemplativa y activa, son los dos pulmones de la comunidad eclesial. Su presencia entre los hombres representa la geografía de la oración, del apostolado, de la caridad. Todo ello vivido según los consejos evangélicos en fraternidad cristiana, sometidos a sus propios superiores y en comunión con los sucesores de los apóstoles. La Iglesia no puede prescindir de este gran tesoro de fidelidad a Dios y de servicio a los más necesitados. El pueblo cristiano actual ha de despertar de su adormecimiento y tomar mayor conciencia de cooperación en el resurgimiento vocacional para extender el Reino de Dios y su Justicia (cf. Mt 6,33).


Entrar hoy en “religión”, como se decía antiguamente, es remar contracorriente. Es para gente muy centrada en lo esencial de la fe, que no desea someterse al pensamiento único, que no se conforma con el hedonismo placentero dominante, que tienen muy claro que los pobres no son artículos de modas ideológicas, que han descubierto a la Iglesia como el mayor espacio de libertad personal y comunitario, que se han enamorado apasionadamente de la forma de vivir el Evangelio de un fundador. Ser religioso o religiosa es optar por una forma de vida que no se cotiza, que no tiene aplausos, en la que no hay seguridades. Sin embargo, es la manera más bella de vivir la vida “escondida en Cristo” (Col 3,3), de ser “sal y luz del mundo” (Mt 5,13-16), de encarnar el espíritu de las Bienaventuranzas. Hay que alejar esa idea de que los curas, frailes y monjas son “especies en vía de extinción”. Dios no abandona a su Iglesia y cuando parece agotarse las aguas del pozo eclesial de Europa, surgen abundantes vocaciones en países de otros continentes.


Cuando un carisma se apaga, brotan otras formas de vida consagrada. Aún entre nosotros, a pesar del problema demográfico en occidente y de la crisis de fe, hay algunos jóvenes que con la gracia de Dios rompen con los esquemas establecidos y entran en una orden, congregación o instituto secular. Todavía tenemos madres y padres cristianos que se alegran cuando una hija o hijo se van a un convento o a misiones. ¡No está tan seco el hontanar de nuestras comunidades cristianas! Podemos estar tan obsesionados por el número y la suplencia en los diversos servicios y no dar gracias al Señor por ese gran testimonio de fidelidad que hoy representan tantos y tantas religiosos que mueren sin haber “mirado atrás” (Lc 9,62). Ahí tenemos, el gran ejemplo de humildad y anonadamiento que en estos momentos supone aceptar la realidad dolorosa de cerrar casas y reestructurar las provincias. ¡Dios también está hablando en ese empobrecimiento institucional! Y por último, los testimonios del servicio a los pobres, ancianos, enfermos, niños, y jóvenes, cuando el otoño de la existencia toca a retirada, ellos y ellas están allí hasta que llegue la “hermana muerte”, que en no pocos casos tienen el nombre de martirio.

En fin, son nuevos tiempos con grandes desafíos. No tenemos formulas mágicas, no debemos caer en pesimismo contagioso, ni alentar espejismos triunfalistas. Sólo la fe en Dios nos hace ver que sigue habiendo “mas trigo que cizaña”, más santidad que pecado en la Iglesia.

Escrito por Monseñor Juan del Río Martín, Obispo Castrense de España, con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada que se celebra el 2 de febrero de 2012