Por: Juan Antonio Bengoetxea (Diócesis de Bilbao)
INTRODUCCIÓN:
Uno de
los problemas más complejos a abordar en nuestra sociedad es el del
“acompañamiento espiritual” a las personas.
ACOMPAÑAR
es “estar o ir en compañía de alguien”, participando e intercambiando
sentimientos, deseos, esperanzas, preocupaciones... Para que este
acompañamiento sea “efectivo” es necesario, antes que nada, que nos hayamos
metido con profundidad en nuestra propia historia, la hayamos personalizado...
Así es más fácil “comunicar la propia interioridad” y “sumergirnos en la de los
demás”. Se facilita el diálogo, la escucha, la comprensión..., la esperanza
compartida... y se llega a la empatía.
1.- EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL EN GENERAL
Creo
que podemos decir que el “acompañamiento espiritual” es el recorrido que dos o
más personas hacemos juntas en el camino de nuestras vidas, ayudándonos:
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A “descubrir en nuestra interioridad, en lo más
íntimo de nuestro ser “los valores humanos que comportamos o poseemos”, ya que
la dimensión espiritual es, antes que nada, lo más específicamente humano.
Descubrir lo que de armonía, paz, bien, valor, verdad, justicia, amor, ternura,
capacidad de diálogo, escucha, respeto, sentido de la vida, conciencia de
nuestra dignidad personal... También del sentido último de las cosas y de la
misma vida..., de la transcendencia...
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Pero también descubriremos ese otro yo o nosotros/as
que se manifiesta en el egoísmo, rencor, desprecio hacia los otros, orgullo,
ira, envidia, creernos superiores y que nos bastamos solos... La conversión que
nos ha pedido vivir el “texto bíblico” anunciado en la oración que hemos hecho
al comienzo, podríamos formularla así: “MIRATE A TI MISMA/O ANTES DE EMITIR UN JUICIO SOBRE LOS DEMAS”.
§
Así es la complejidad de nuestra personalidad,
pero debemos aceptarnos y amarnos como somos, potenciando los valores, lo
positivo, lo que nos ayuda al acompañamiento, a convivir y compartir la vida
con los demás y, al mismo tiempo, corrigiendo lo negativo para evitar barreras
en la relación y acompañamiento. Nunca debemos olvidar que ambos aspectos
pertenecen a nuestra vida interior o espiritual. Nos ayudará a ser humildes y
auténticos “servidores” de las personas con las que hacemos el recorrido de
nuestra vida.
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A descubrir en nosotros la presencia de Dios, la
fuerza del Espíritu del Señor Jesús. Y debemos anunciar y compartir con los
demás este hecho, esta realidad tan profunda en nuestra vida cristiana.
§
En nuestra historia como personas, en nuestra
biografía, en los acontecimientos personales, familiares, laborales, sociales,
políticos, eclesiales... tiene lugar el encuentro con el Dios de Jesucristo. La
vida, el mundo en que vivimos, nuestras esperanzas y desesperanzas, nuestros
logros y fracasos, nuestra salud y enfermedad, nuestros gozos y sufrimientos...
no son solo “lugar de encuentro sociológico de Dios con el hombre y la mujer”
sino “lugar de encuentro teológico, liberador y salvífico de Dios con nosotras/os,
con la humanidad toda”.
2.- EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL AL “ENFERMO”
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Aquí el acompañamiento tiene un “matiz
especial”. Se trata de estar, de ir... “en compañía” de quien camina en su vida
“marcado por la enfermedad” y en situación de una gran necesidad de
“comunicarse”, de “decir” sobre él o ella, en situación de un deseo profundo de
que alguien “empatice” con lo que le ocurre y vive. Esto nos exige ¡escucha,
silencios, atención a su comunicación y situación interior y exterior!...
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Debemos tener presente, y más en nuestra
sociedad hoy, en nuestros pueblos (hogares, residencias) y hospitales, que el
acompañamiento, el recorrido con personas enfermas y con sus “familias”... lo
vivimos con gente cristiana católica, con cristianos/as pertenecientes a otras
Iglesias, con gentes de otras religiones e incluso con gente indiferente o no
creyente, todos ellos y ellas hermanos/as que sufren. Y debemos acercarnos a todos y saber acompañarles desde las
circunstancias en que viven con amor, cariño, cercanía, respeto... ofreciendo
nuestro acompañamiento a todos por igual, sin distinciones. Detectando sus necesidades y caminando con
ellos y ellas, debemos intentar “eliminar el sufrimiento innecesario”, luchar
contra el sufrimiento “injusto y evitable”, mitigar en lo posible el
sufrimiento “inevitable”... Se trata lograr en nuestro acompañamiento que la
persona enferma “viva de manera digna y
apropiada” en relación sana consigo, con su familia..., con los demás, con el
mundo...
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Cuando la enferma/o es cristiana/o que vive la
FE en JESUCRISTO de manera más o menos profunda –pero que la vive- debemos
ayudarles a descubrir a DIOS presente en su situación de enfermedad, de
dolor, de derrumbamiento moral en muchos
momentos, de esperanza y optimismo en
otros, de intuir incluso la cercanía de la muerte... Dios acompaña, padece-con
el enfermo/a... Es el servicio que realizamos desde la Pastoral Social y como
miembros de la Iglesia, como expresión de “la misión de la comunidad eclesial”
que no es otra que la del mismo Jesús: EVANGELIZAR, ANUNCIAR EL REINO DE DIOS”. Y siempre debemos recordar que tendremos
capacidad de evangelizar si dejamos que el Espíritu de Jesús actúe en nosotros,
y si primero o al mismo tiempo somos capaces de aceptar que el enfermo y enferma, su familia... también
“nos evangelizan” desde sus valores humanos y desde su fe cristiana...
§
Es acompañar también desde nuestra fe cristiana
y desde nuestra condición de discípulas/os de Jesús, comunicando, anunciando de
forma explícita y testimonial a Jesús de Nazaret que sana y salva, de tal
manera que la persona enferma pueda sentir al resucitado como el gran compañero
en su andadura. Para caminar junto al enfermo/a, acompañándole en sus
sentimientos, esperanzas, sufrimientos, dolor... desde una presencia acogedora,
de escucha, de diálogo, de empatía... debemos hacerlo “en el nombre del Señor”
y desde el amor profundo a la persona que sufre..
El que acompaña “no dirige” sino que “camina al lado”; no
“impone” sino que “insinúa”; no “aconseja”, sino que “discierne en común”.
“QUIEN SABE ACOMPAÑAR GENERA SALUD.
Nota:
En el momento actual en que necesitamos mucho acompañamiento pastoral y espiritual, publicamos la primera parte de este ensayo cuyo texto completo puede conocerse
en: