En aquel tiempo, pasando Jesús
junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón al que llaman Pedro, y a
Andrés, su hermano que estaban echando el copo en el lago, pues eran
pescadores. Les dijo:”venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente
dejaron las redes y lo siguieron. Y,
pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a
Juan que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús
los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo
siguieron. Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
Reflexión:
La parábola de la pesca continúa
siendo hoy interesante para iluminar nuestra misión cristiana. EL pescador sale
a una hora difícil, cuando todos duermen, y se lanza a la aventura confiando en
el mar, misterioso, peligroso y desconocido, sin saber si ese día tendrá suerte
en la pesca o regresará a casa con las manos vacías. Sin embargo la duda no
detiene su paso y avanza. Hace falta esa osadía, entrar en lo desconocido de
cada cultura, pueblo o sociedad, y lanzar de modo audaz el siempre actual
mensaje del Evangelio de Jesús, lanzarse sin tardanza pues como recuerda el
Apóstol ¿cómo creerán en Aquel de quien no han oído hablar?
Nuestras buenas noticias para los
demás deben dejar de ser buenas para pasar a ser la Buena Noticia. Hermanos eso
es lo que da sentido a nuestra vida, lo que hemos hallado en nuestra
experiencia personal y lo que debemos transmitir a quienes nos rodean. También
nosotros hemos sido llamados como lo fueron estos pescadores.