Documento preparatorio
SÍNODO DE LOS OBISPOS - III ASAMBLEA GENERAL EXTRAORDINARIA
Ciudad del Vaticano - 2013
La enseñanza de la Iglesia sobre la familia
También en
la comunidad cristiana primitiva la familia aparece como «Iglesia doméstica»
(cf. CCC 1655). En los llamados “códigos familiares” de las Epístolas
Apostólicas neotestamentarias, la grande familia del mundo antiguo es
considerada como lugar de la solidaridad más profunda entre mujeres y maridos,
entre padres e hijos, entre ricos y pobres (cf. Ef 5,21-6,9; Col 3,18-4,1; 1Tm
2,8-15; Tt 2,1-10; 1P 2,13-3,7; cf. además la Epístola a Filemón). En
particular, la Epístola a los Efesios ha visto en el amor nupcial entre el
hombre y la mujer «el gran misterio», que hace presente en el mundo el amor de
Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,31-32).
En el curso
de los siglos, sobre todo en la época moderna hasta nuestros días, la Iglesia
no ha hecho faltar su constante y creciente enseñanza sobre la familia y sobre
el matrimonio que la fundamenta. Una de las expresiones más altas ha sido
propuesta por el Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral
Gaudium et Spes, la cual, refiriéndose a los problemas más urgentes, dedica un
capítulo entero a la promoción de la dignidad del matrimonio y de la familia,
como aparece en la descripción de su valor para la constitución de la sociedad:
«Así, la familia, en la que distintas generaciones coinciden y se ayudan
mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los derechos de las personas
con las demás exigencias de la vida social, constituye el fundamento de la
sociedad» (GS 52). De especial intensidad es el llamado a una espiritualidad
Cristocéntrica para los esposos creyentes: «los propios cónyuges, finalmente,
hechos a imagen de Dios vivo y constituidos en el verdadero orden de personas,
vivan unidos, con el mismo cariño, modo de pensar idéntico y mutua santidad,
para que habiendo seguido a Cristo, principio de vida, en los gozos y
sacrificios de su vocación, por medio de su fiel amor, sean testigos de aquel
misterio de amor que el Señor con su muerte y resurrección reveló al mundo» (GS
52).
También los
Sucesores de Pedro, después del Concilio Vaticano II, han enriquecido con su
Magisterio la doctrina sobre el matrimonio y sobre la familia, en particular
Pablo VI con la Encíclica Humanae vitae, que ofrece específicas enseñanzas
sobre los principios y sobre la praxis. Sucesivamente el Papa Juan Pablo II en
la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio ha querido insistir en este aspecto,
al proponer el designio divino sobre la verdad originaria del amor de los
esposos y de la familia, en estos términos: «El único “lugar” que hace posible
esta donación total es el matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o
elección consciente y libre, con la que el hombre y la mujer aceptan la
comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios mismo (cf. Gaudium et Spes,
48), que sólo bajo esta luz manifiesta su verdadero significado. La institución
matrimonial no es una ingerencia indebida de la sociedad o de la autoridad ni
la imposición intrínseca de una forma, sino exigencia interior del pacto de
amor conyugal que se confirma públicamente como único y exclusivo, para que sea
vivida así la plena fidelidad al designio de Dios Creador. Esta fidelidad,
lejos de rebajar la libertad de la persona, la defiende contra el subjetivismo
y relativismo, y la hace partícipe de la Sabiduría creadora» (FC 11).
El Catecismo
de la Iglesia Católica recoge estos datos fundamentales: «La alianza
matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima comunidad
de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador.
Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la
generación y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido
elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento [cf. GS 48,1; CIC can.
1055, §1]» (CCC 1660).
La doctrina
expuesta en el Catecismo se refiere tanto a los principios teológicos como al
comportamiento moral, tratados en dos títulos distintos: El sacramento del matrimonio (nn. 1601-1658)
y El sexto mandamiento (nn.2331-2391). La atenta lectura de estas partes del
Catecismo ayuda a la comprensión actualizada de la doctrina de la fe, que ha de
sostener la acción de la Iglesia ante los desafíos del presente. Su pastoral se
inspira en la verdad del matrimonio considerado en el designio de Dios, que ha
creado el hombre y la mujer y en la plenitud de los tiempos ha revelado en
Jesucristo también la plenitud del amor esponsalicio elevado a sacramento. El
matrimonio cristiano fundado sobre el consenso y también dotado de efectos
propios, como los bienes y las obligaciones de los esposos, sin embargo no ha
sido sustraído al régimen del pecado (cf. Gn 3, 1-24), que puede procurar heridas
profundas y también ofensas a la misma dignidad del sacramento.
La reciente
Encíclica del Papa Francisco, Lumen Fidei, habla de la familia en su vínculo
con la fe que revela «hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos humanos
cuando Dios se hace presente en medio de ellos» (LF 50). «El primer ámbito que
la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en
el matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor,
signo y presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la
bondad de la diferenciación sexual, que permite a los cónyuges unirse en una
sola carne (cf. Gn 2,24) y ser capaces de engendrar una vida nueva,
manifestación de la bondad del Creador, de su sabiduría y de su designio de
amor. Fundados en este amor, hombre y mujer pueden prometerse amor mutuo con un
gesto que compromete toda la vida y que recuerda tantos rasgos de la fe.
Prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que
sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar
totalmente nuestro futuro a la persona amada». «La fe no es un refugio para
gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada,
la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena
ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte
que todas nuestras debilidades» (LF 53).
Nota: En la próxima y última parte de este documento, publicaremos el texto de la encuesta que esta haciendo el Papa Francisco a todo el mundo católico, sobre temas de familia y otros tópicos relacionados.
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