Te bendecimos Padre, por el corazón de Cristo que en Jericó
tuvo lástima del ciego del camino,
imagen de la humanidad necesitada de tu luz.
Hacemos nuestros, sus gritos de fe y de súplica.
Nos invaden Señor las tinieblas de la increencia
y nos atenazan nuestras supuestas seguridades.
Haz Señor que tu amor despierte nuestra fe,
curando nuestra ceguera,
para poder verlo todo con los ojos nuevos de la fe:
los criterios de Jesús.
Así los seguiremos impulsados por la fuerza
de tu ternura
como hombres y mujeres nuevos,
guiados por tu Espíritu.
Maestro, que vea. Es la consigna de hoy
y la súplica que te hacemos.
Pon tu mano de médico divino y
haz que veamos el inmenso amor que nos tienes.
Amén.
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