Reflexión:
En esta Palabra, el Señor nos vuelve a hacer un llamado a la
conversión, al arrepentimiento de nuestros pecados y a la reconciliación con Él
mediante la confesión. Dios no comulga con el pecado pero si con el perdón,
porque Él es amor y misericordia con todos los que acuden a Él. EN este
Evangelio el Señor nos recuerda con insistencia que los que no renuncien a su
pecado, por más que busquen a Dios, no podrán estar con Él. Pedir perdón no es
un acto sólo para los perversos, sino también para los humildes y sencillos de
corazón.
Si nuestro propio autoconcepto es que carecemos de humildad y
sencillez de corazón, debemos convencernos que esforzándonos por cultivar estas
dos virtudes, seremos poco a poco y cada vez más, gratos a los ojos del Señor. Debemos
alimentar nuestro corazón y nuestro entendimiento de todo lo que nos disponga
en mejor forma y actitud frente a Jesús. La fe es una Gracia divina que debemos
implorar al Creador, abriéndonos a la acción del Espíritu Santo en nosotros.
Para lograr esta apertura a la Gracia de la fe, es necesario practicar
la oración diariamente, como ocasión de comunicación con Dios, para alabarlo,
bendecirlo y poner en divinas manos nuestras debilidades, nuestros errores y
suplicar su perdón a través del
Sacramento de la Reconciliación. No dejes para después este paso. Hoy tienes
vida y tiempo. Mañana nadie lo sabe qué sigue, qué viene. Que esta Semana Santa
sea un espacio de acercamiento al Señor y de meditación del Amor de Dios por
cada uno de nosotros, expresado a través de la donación de su Hijo Jesucristo,
para nuestra redención del pecado.
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