viernes, 15 de marzo de 2013

CARITAS Bergoglio 05/06

http://www.youtube.com/watch?v=iwYtmDweN78

A raíz del resultado del reciente Conclave, en el cual salió electo nuestro nuevo Pontífice de la Iglesia Católica, S.S. Francisco, las agencias internacionales de noticias han dado a conocer diversos materiales informativos del entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio, hasta hace pocos días Arzobispo de Buenos Aires en Argentina.

Consultando la Web de la Agencia Informativa Católica Argentina, hemos encontrado el video cuyo link es:   http://www.youtube.com/watch?v=iwYtmDweN78  y que en algunos computadores de seguidores de este Blog,  podrá ser visto, o en caso contrario puede ser conocido ingresando al vínculo antes citado.

Publicamos este material por encontrarlo de gran interés, para quienes quieren conocer y acercarse un poco al talante de nuestro nuevo Papa, frente al tema del ejercicio la caridad, en una situación real y específica ocurrida en fecha no identificada en Argentina, relacionada con una actividad celebrativa realizada por empleados de CARITAS en Buenos Aires. Las palabras del entonces Cardenal están enmarcadas en el Documento Conclusivo de Aparecida.

La enseñanza que se puede derivar del contenido de este video, nos permite conocer el pensamiento de S.S. Francisco en cuanto a las exigencias de la vida de fe, en un mundo abundante en situaciones de sufrimiento, de indiferencia por los más pobres y de "acomodamiento" de aquellos que en razón del trabajo que hacen, que pueden influir en mejorar las condiciones de vida de los pobres. En un lenguaje sencillo, directo y enmarcado en las enseñanzas de Jesús hace un llamado de atención, que bien podría ser válido hoy para todos los que como laicos comprometidos participamos en las actividades pastorales de nuestra Iglesia.

Igualmente, para visitar la web de la  Agencia Informativa  Católica Argentina, en donde están disponibles otros materiales similares, sugerimos entrar a:

miércoles, 13 de marzo de 2013

Tenemos Papa!

Recibimos con gran alegría y agradecimiento a Dios por el nombramiento de nuestro nuevo Papa de la Iglesia Católica, S.S. Francisco I, en la persona del Cardenal Jorge Mario Bergoglio, hasta el día de ayer Arzobispo de Buenos Aires, sacerdote jesuita, de 76 años de edad, quien nació en la ciudad de Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936, uno de los cinco hijos de un matrimonio de italianos formado por Mario Bergoglio (empleado ferroviario) y Regina (ama de casa).

Como Cardenal, Bergoglio fue conocido por su humildad, conservadurismo doctrinal y su compromiso con la justicia social. Un estilo de vida sencillo ha contribuido a la reputación de su humildad. Vive en un apartamento pequeño en vez de la residencia palaciega episcopal. Renunció a su limusina y a su chofer en favor del transporte público, y cocina su propia comida.

En la Santa Sede fue miembro de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos; de la Congregación para el Clero; de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica; del Pontificio Consejo para la Familia y de la Pontificia Comisión para América Latina.

Tomó el nombre de Francisco —en ocasiones reproducido como Francisco I— y, en su primera aparición pública, el Pontífice elevó una oración por su antecesor, el papa emérito Benedicto XVI. Acto seguido, dijo que comenzaba "un camino", y pidió a los fieles que rezaran "unos por otros para que haya una gran fraternidad". «Espero que este camino de la Iglesia que hoy comenzamos sea fructífero para la evangelización». Además, pidió una oración en silencio por él para que Dios le ayudara en su labor.
"¡Hermanos y hermanas, buenas noches! Ustedes saben que el deber del Cónclave era darle un obispo a Roma. Siento que mis hermanos cardenales fueron a buscarlo al fin del mundo. Les agradezco la bienvenida. Antes de nada querría hacer una oración por nuestro obispo emérito, Benedicto XVI, Recemos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo custodie. Padre Nuestro [...]Empezamos este camino entre obispo y pueblo. Un camino de fraternidad y confianza. Rezamos para todo el mundo para que haya una gran fraternidad. Antes de dar la bendición os pido un favor, que pidáis al Señor la bendición para su obispo. Hagamos en silencio esta oración vuestra por mí (Oración Urbi et Orbi).Nos vemos pronto. Voy a rezarle a la Virgen para que proteja toda Roma. Buenas noches y buen descanso."
 

martes, 5 de marzo de 2013

La profecía del último Papa


Por: Luis Fernando Valdés
Fuente: www.encuentra.com
5 marzo 2013

Conforme se acerca el Cónclave que elegirá al nuevo Romano Pontífice, resurgen los viejos vaticinios de San Malaquías, que anunció que ésta será la última elección de un Papa y que advendrá la destrucción de la Iglesia y del mundo. ¿Son verdaderas estas profecías?

De acuerdo con la “Profecía de los Papas” de San Malaquías, habría 111 papas antes de la llegada de Pedro II el Romano y del fin del mundo. Y según esto, Benedicto XVI es el Pontífice número 111, de manera que el Papa que será elegido en el próximo Cónclave vendría a ser el último.

Según esta profecía, “Petrus Romanus” (Pedro Romano) será el último Papa ya que en su reinado ocurrirá el fin de los tiempos: “En la persecución final de la Santa Iglesia Romana reinará Petrus Romanus, quien alimentará a su grey en medio de muchas tribulaciones. Después de esto la ciudad de las siete colinas [=Roma] será destruida y el temido juez juzgará a su pueblo. El Fin.” [Wikipedia]

Estos mensajes causan revuelo y confusión, pues son denominados “profecías” como las que están incluidas en la Sagrada Escritura, y se atribuyen a un santo de nombre Malaquías. Parecería que se trata de mensajes bíblicos, dictados por un hombre de Dios.

Pero no es así. No se trata de textos bíblicos, sino de unos escritos del siglo XVI, de manera que no contienen la Palabra de Dios y, por tanto, no tienen ninguna garantía de que van a ocurrir. Además, la profecías bíblicas tiene como finalidad anunciar a Jesucristo, el Salvador del mundo, pero no pretenden destruir ni a la Iglesia ni al mundo.

Además, aunque San Malaquías si existió, la famosa “Profecía de los Papas” no la escribió él, sino que es un libro publicado ¡477 años después de su muerte! En efecto, se trata un santo irlandés del s. XII (1094-1148), contemporáneo de San Bernardo de Claraval, que fue obispo de Armagh (Irlanda).

En cambio, la “Profecía de los Papas” apareció en el “Lignum vitæ, ornamentum  et decus Ecclesiae” (‘El árbol de la vida, el ornamento y la gloria de la Iglesia’), publicado en 1595 por el monje benedictino belga Arnoldo Wion. De manera, que esta profecía no es obra de ningún santo, sino un libro más.

Sin embargo, ¿cuál es la verdad anunciada sobre el nuevo Papa? La verdad divina, revelada en la Sagrada Escritura y transmitida con fidelidad por la Iglesia, nos indica que Jesús instituyó el Papado, cuando le dijo a Simón Pedro, “tú eres Kefas [=‘Petrus’, ‘roca’], y sobre esta roca edificaré mi Iglesia” (Mateo 16,18).

Los católicos creemos que la gran Profecía es lo que Jesucristo mismo, quien es Dios hecho hombre, le dice a San Pedro: “Y las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia”. De manera, que la Iglesia perdurará a lo largo del tiempo, a pesar de las pruebas y de los errores.

La otra Profecía de Cristo es la promesa que Él mismo hizo a San Pedro: “Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca” (Lucas 22, 32). Y comenta Benedicto XVI: “La oración de Jesús es el límite puesto al poder del maligno. La oración de Jesús es la protección de la Iglesia. Podemos recurrir a esta protección, acogernos a ella y estar seguros de ella” (Homilía, 29.jun.2006)

Por eso, pase lo que pase, se diga lo que se diga, a pesar de las dificultades y de las pseudo-profecías, el nuevo Papa será elegido y la Iglesia continuará su labor de anunciar el Evangelio de Jesucristo al mundo de nuestra época, pues las Palabras de Cristo no pasarán y se cumplirán siempre.

jueves, 28 de febrero de 2013

S.S. Juan XXIII y el Concilio Vaticano II


El pasado 26 de febrero, en el espacio dedicado a la catequesis de las comunidades y grupos pastorales de la Parroquia, se proyectó la primera parte de una película sobre el Papa S.S. Juan XXIII, en el propósito de efectuar una formación sobre el Concilio Vaticano II, a partir de las reflexiones que suscita esta película.

La dirección de esta reunión esta a cargo del Padre John Henry Buitrago M.S.A., Párroco de San Cipriano. El próximo martes 5 de marzo, a partir de las 7:30 p.m., todos los miembros de las comunidades nos volveremos a reunir en el templo para ver la segunda parte de este video, que circunstancialmente es muy ilustrativo del proceso que se sigue en un Cónclave para elección del Sumo Pontífice de nuestra Iglesia Católica.

martes, 19 de febrero de 2013

Encomendandonos al Señor

El Sacramento de la Reconciliación

En el Evangelio de San Lucas, leemos que cuando Jesús fue presentado en el Templo a los 40 días de nacido, el anciano Simeón, tomándolo en sus brazos dijo: "Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel y para ser señal de contradicción". (Lc.2,34)  Si hay algo en el mundo en que se cumpla esta extraña profecía, es respecto al Sacramento de la Reconciliación practicado fielmente en la Iglesia Católica y rechazado airadamente por sus enemigos y cristianos ignorantes.

 
En el presente estudio trataremos de mostrar la grandeza del Sacramento de la Reconciliación, con la esperanza de aclarar las dudas que en cristianos de buena voluntad, hayan surgido ante el asedio de aquellos que por orgullo o ignorancia, hayan caído en contradicción con Cristo el Señor.

¿QUÉ SON LOS SACRAMENTOS?

Antes de tratar el Sacramento de la Reconciliación en particular, es preciso definir someramente qué son en general los Sacramentos. El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, a partir del número 1113, trata el tema con belleza, profundidad y amplitud. Recomendamos su lectura. "Los Sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios".

El Sacramento del Perdón.

San Juan Evangelista nos relata cómo el mismo día de la Resurrección de Jesucristo, al atardecer "estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: 'La paz con vosotros'. Dicho esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: 'La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también Yo os envío'. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: 'Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retuviereis, les quedarán retenidos". (Jn.20,19-23)

Es impresionante el hecho de que lo primero que Nuestro Señor hace una vez resucitado, es conferir a sus Apóstoles el poder de perdonar los pecados. Bien sabe Jesús de qué barro tan frágil estamos hechos y la necesidad que tenemos de restaurar la Gracia bautismal perdida por el pecado mortal.

Sólo Dios perdona los pecados.

El Evangelio de San Marcos nos refiere la ocasión en que a Jesús le presentan un paralítico bajándolo por entre las tejas del techo, en una camilla. Viendo Nuestro Señor la fe de aquellas personas, le dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Con toda razón los escribas presentes pensaron que Jesús blasfemaba porque "¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?" Pero el Señor, para demostrar su divinidad y el poder que tiene para ello, cura inmediatamente al paralítico, que sale sano y perdonado a la vista de todos. (Mc.2,1-12).

Pero la voluntad de Dios no es tan solo perdonar al pecador arrepentido, sino el delegar este poder divino a los sacerdotes, desde el mismo día de su gloriosa Resurrección. (Jn. 20,21-23) Así la Iglesia viene a ser el signo e instrumento del perdón y reconciliación que Cristo nos adquirió al precio de su Sangre. San Pablo se sabe enviado por Cristo para ejercer "ministerio de la reconciliación" (2 Cor. 5,18).

Al hacer partícipes a los apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. El poder de "atar y desatar" que Cristo confiere solamente a San Pedro (Mt.1 6,19) como cabeza visible de la Iglesia, significa el poder excluir o aceptar de nuevo al pecador de la comunión con la iglesia ... La reconciliación con la Iglesia, es inseparable de la reconciliación con ¡Dios!.

LA PRÁCTICA DE LA RECONCILIACIÓN

Contrición.

En la Parábola del Hijo Pródigo (Lc.15,1 1-24) encontrarnos todo el proceso de la Reconciliación. Aquel muchacho no pensó en volver a la casa de su padre, hasta que tomó conciencia de su lamentable estado. Igualmente el pecador no iniciará su vuelta a Dios, sino hasta caer en cuenta de que está en pecado. De pronto, debido sin duda a una inspiración del Espíritu Santo, su conciencia le acusa y se arrepiente de haber pecado. El arrepentimiento, también llamado contrición o dolor de los pecados, puede surgir por el simple fracaso humano, que el pecado conlleva en muchas ocasiones.  Podemos arrepentirnos al descubrir la grandeza del amor de Dios y sentir horror por el pecado que ha derramado la Sangre Preciosa de Cristo. Surge también el temor de vernos separados de Dios por nuestros pecados. El retorno a Dios por amor, es una contrición perfecta.

Examen de conciencia.

A la luz de la Palabra de Dios el penitente descubre el número y la gravedad de sus pecados. No tan solo al recordar los 10 Mandamientos de la Ley de Dios y los 5 de la Iglesia, sino al considerar el Sermón de la Montaña y textos apostólicos (Rm. 1 2-15; 1 Cor. 12-13; Gál.5; Ef.4-6)

En esta etapa podemos encontrar conciencias equivocadas por falta de formación: desde aquel que no se descubre ninguna falta "porque no roba ni mata", hasta el escrupuloso que agranda nimiedades y más confía en la minuciosa y exacta investigación de sus pecados, que en la misericordia del Dios que le espera con los brazos abiertos. Tanto la conciencia laxa, como la escrupulosa, deben ser orientadas por el confesor con toda firmeza.

Propósito de enmienda.

Una auténtica Contrición, conlleva necesariamente el firme propósito de no volver a pecar. Sería una farsa pedir perdón por un pecado que estamos decididos a seguir cometiendo. El propósito debe ser universal, es decir de todos los pecados y perpetuo, o sea, para toda la vida. Absurdo sería arrepentirse de unos sí y de otros no, o hacer un propósito "hasta tal o cual día".

El propósito de enmienda, por firme que sea, va sin embargo acompañado de una posible reincidencia, nacida de la debilidad humana. Es por eso que en el Acto de Contrición prometernos "apartarnos de las ocasiones próximas de pecado". El que ama el peligro, en él perece, dice el dicho popular. Por triste experiencia, se sabe de lugares, personas y cosas que nos inducen a pecar.  En cuántas ocasiones es el ambiente el que nos induce al pecado: el propósito de enmienda sincero, tal vez nos obligue a dejar ciertos "amigos", lugares y circunstancias que harían naufragar nuestros mejores propósitos. Cuestión de vida o muerte eterna.

Confesión de los pecados.

La confesión de los pecados, incluso desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con Dios, con el prójimo, y con nosotros mismos. Por la confesión, el hombre se enfrenta a los pecados de que se siente culpable, asume su responsabilidad y por ello se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro.

La confesión de los pecados hecha al sacerdote, construye una parte esencial del Sacramento de la Reconciliación. 'En la Confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales de que tienen conciencia después de haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos y si han sido cometidos solamente contra los dos últimos Mandamientos del Decálogo, pues a veces estos pecados hieren más gravemente el alma y son más peligrosos que los que han sido cometidos a la vista de todos" (Concilio de Trento).

Callar conscientemente algunos pecados, tal vez los más graves, es evidencia de que no se está presentando ante el sacerdote con ánimo de ser perdonado. San Jerónimo dice acertadamente "si el enfermo se avergüenza de descubrir su llaga al médico, la medicina no cura lo que ignora". Esta clase de confesiones incompletas voluntariamente, no obtienen el perdón de nada y añaden además un pecado de sacrilegio, por profanar un Sacramento.

Según el Mandamiento de la iglesia "todo fiel llegado a la edad del uso de razón, debe confesar al menos una vez al año, los pecados graves de que tiene conciencia" (Derecho Canónico 989).

 
Evidentemente, aquél que se encuentra en pecado mortal, no puede acercarse a la Sagrada Comunión. San Pablo nos advierte fuertemente en contra de tal atrevimiento- "Por tanto, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y Sangre del Señor. Examínese pues, cada cual, y coma así el pan, y beba el cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo" (1 Cor. 1 1,27-29)

La Satisfacción o Penitencia

Muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo (por ejemplo, restitución de cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado, compensar las heridas, etc.) la simple justicia exige esto. Pero además el pecado hiere y debilita al pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el prójimo. La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó.

Liberado del pecado, el pecador debe todavía recobrar la plena salud espiritual. Por lo tanto debe hacer algo para reparar sus pecados: debe "satisfacer" de manera apropiada, debe "expiar" sus malas acciones.  

Tomado de documento con igual título del R.P. Pedro Herrasti, S.M.

miércoles, 13 de febrero de 2013

La renuncia del papa desde el punto de vista del Derecho Canónico


ROMA, 12 de febrero de 2013 (Zenit.org) - La renuncia del papa se acoge al Cánon 332 y en concreto al párrafo 2: Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie.

ZENIT ha hablado con Jesús Miñambres, profesor en la facultad Derecho Canónico de la Universidad de la Santa Croce en Roma, para profundizar en aclarar algunos aspectos sobre la renuncia de Benedicto XVI.

En primer lugar, ha explicado que la renuncia debe ser formal y nadie tiene que aceptar esa renuncia. La renuncia formal se refiere a que debe expresarlo de alguna forma que se pueda contrastar y nadie tiene que aceptarlo, habitualmente en la Iglesia las renuncias a un oficio tienen que ser aceptadas por alguien para ser eficaz, sin embargo, en el caso del Romano Pontífice, no hay ninguna autoridad superior.

Esto también fue recogido por Juan Pablo II --ha añadido- en el documento sobre la Sede Vacante y la elección del Romano Pontífice que publicó en 1996, y que se llama Universi Dominici Gregis. Esta ley sustituye a una anterior de Pablo VI que prevé todo lo que hay que hacer durante la Sede Vacante y luego en el Cónclave. Salvando lo referente a lo que se estipula en cuanto a la muerte del Pontífice, a partir del 28 de febrero a las 8 de la tarde se gestionará según lo dispuesto en ese documento.

Esta posibilidad de renunciar al papado, no es algo reciente, es algo que ha estado ahí siempre. En principio, se puede renunciar a todos los oficios dentro de la Iglesia.

Las ocasiones anteriores en las que sucedió fueron muy diferentes a la actual. De los casos que hubo durante el primer milenio, hay como 5 o 6 casos, el primero fue el de Clemente Romano, que aunque no se sabe con exactitud, se cree que renunció porque iba a ser martirizado. Del segundo milenio el caso más conocido es el de Celestino V cuya renuncia no fue muy libre, cuando fue elegido no estaba acostumbrado a manejar cuestiones políticas, y fue elegido casi por desesperación después de casi un año de Cónclave. También se conoce un caso en el siglo XV de un momento difícil de la Iglesia, donde había dos papas y uno de ellos decidió renunciar. Por eso podemos decir que de una renuncia como esta no hay casos precedentes.

Aunque el hecho de la renuncia esté recogido en el Código de Derecho Canónico, sí surgen dudas frente algunas cuestiones. Por ejemplo, hay que plantearse que sucederá desde el punto de vista del estatuto jurídico personal de Joseph Ratzinger una vez que ya no sea papa. En este ámbito todo lo que se pueda hablar ahora son tan solo especulaciones. Lo que interesa en relación a la Iglesia, la cuestión del oficio, no tiene particulares dificultades. Otro aspecto que está en duda es el momento en el que se podría convocar el Cónclave ya que esta vez, se sabe de antemano que hay que convocarlo.

Respecto al tiempo de Sede Vacante, lo que prevé la ley es que, si hay problemas de interpretación, los cardenales son los encargados en resolverlo.