sábado, 14 de febrero de 2015

Guía para hacer una buena confesión




Fuente: http://www.reinadelcielo.org/guia-para-una-buena-confesion/

Esta útil guía fue confeccionada siguiendo como pauta los Diez Mandamientos. Sin dudas que seguirla es una simple y efectiva forma de prepararse para el perdón que el mismo Jesús nos prodiga en el momento en que asistimos al Sacramento de la Reconciliación o la Confesión Limpiemos nuestra alma de toda impureza haciendo una completa y sincera confesión para que el mismo Cristo pueda entrar dignamente a nosotros al recibir el Pan Eucarístico.

[1] Yo soy el Señor tu Dios. No tendrás dioses extraños
o    ¿Le doy tiempo al Señor diariamente en oración?
·         ¿Busco amarle con todo mi corazón?
·         ¿He estado envuelto en prácticas supersticiosas o en algo de ocultismo?
·         ¿Busco entregarme a la palabra de Dios como lo enseña la Iglesia?
·         ¿He recibido la Sagrada Comunión en estado de pecado mortal?
·         ¿He dicho deliberadamente en la confesión alguna mentira o le he omitido algún pecado mortal al sacerdote?

[2] No juraras el Santo nombre del Señor en vano
o    ¿He usado el nombre del Señor en vano, ligeramente o descuidadamente?
·         ¿He estado enojado con Dios?
·         ¿Le he deseado maldad a alguna persona?
·         ¿He insultado una persona consagrada o he abusado de algún objeto sagrado?

[3] Asistir a Misa todos los Domingos y fiestas de guardar
o    ¿He faltado deliberadamente a la misa los Domingos o Dias santos de guardar?
·         ¿He tratado de observar el domingo como un día de la familia y como día de descanso?
·         ¿Hago trabajos innecesarios el día Domingo?

[4] Honrar a Padre y Madre
o    ¿Honro y obedezco a mis padres?
·         ¿He abandonado mis deberes para con mi esposa y mis hijos?
·         ¿Le he dado a mi familia buen ejemplo religioso?
·         ¿Trato de traer la paz a mi vida familiar?
·         ¿Me preocupo por mis parientes de edad avanzada o enfermos?

[5] No matarás
o    ¿He tenido algún aborto o le he dado coraje a alguien para que lo tenga?
·         ¿He herido físicamente a alguien?
·         ¿He abusado del alcohol o de las drogas?
·         ¿Le di algún escándalo a alguien, y de esa manera le lleve al pecado?
·         ¿He estado enojado o resentido?
·         ¿He llevado odio en mi corazón?
·         ¿Me he hecho alguna mutilación con algún método de esterilización?
·         ¿He favorecido o me he puesto a favor de la esterilización?

[6] No cometer adulterio
o    ¿He sido fiel a los votos de mi matrimonio en pensamiento y en acción?
·         ¿He tenido alguna actividad sexual fuera de mi matrimonio?
·         ¿He usado algún método anticonceptivo o algún método de control artificial de nacimiento en mi matrimonio?
·         ¿Ha estado cada acto sexual de mi matrimonio abierto a la procreación?
·         ¿He estado culpable de masturbación?
·         ¿He buscado controlar mis pensamientos?
·         ¿He respetado todos los miembros del sexo opuesto, o he pensado de la ellos como si fueran objetos?
·         ¿He tenido actividades homosexuales?
·         ¿Busco ser casto en mis pensamientos, palabras y acciones?
·         ¿Me cuido de vestir modestamente?

[7] No hurtar
o    ¿He robado lo que no es mío?
·         ¿He regresado o he hecho restitución por lo que he robado?
·         ¿Desperdicio el tiempo en el trabajo, en la escuela o en la casa?
·         ¿Hago apuestas excesivamente, negándole a mi familia sus necesidades?
·         ¿Pago mis deudas prontamente?
·         ¿Busco compartir lo que tengo con los pobres?

[8] No levantar falsos testimonios ni mentir
o    ¿He mentido?
·         ¿He chismoseado?
·         ¿He hablado a las espaldas de alguien?
·         ¿He sido sincero en mis negocios con otros?
·         ¿Soy crítico, negativo o falto de caridad en mis pensamientos de los demás?
·         ¿Mantengo secreto lo que debería ser confidencial?

[9] No desear la mujer del prójimo
o    ¿He consentido pensamientos impuros?
·         ¿Los he causado por leyendas impuras, películas, conversaciones o curiosidad?
·         ¿Busco controlar mi imaginación?
·         ¿Rezo inmediatamente para desvanecer pensamientos impuros o tentaciones?

[10] No desear los bienes ajenos
o    ¿Soy envidioso de las pertenencias de los demás?
·         ¿Siento envidia de otras familias o de las posesiones de otros?
·         ¿Soy ambicioso o egoísta?
·         ¿Son las posesiones materiales el propósito de mi vida?
·         ¿Confío en que Dios cuidara de todas mis necesidades materiales y espirituales?

Esta guía tiene Imprimatur dada por + Francis Cardinal Spellman Arzobispo de New York y Nihil Obstat dado por John M.A. Fearns, S.T.D Censor Librorum.

El Sacramento de la Reconciliación


Es instituido por Cristo: “Entonces les dijo Jesús otra vez: Paz a vosotros; como me envió el Padre, así también Yo os envío. Y como hubo dicho esto, les sopló y díjoles: tomad el Espíritu Santo; a los que perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes los retuviéreis les serán retenidos” (Juan 20 21-23).

Se le denomina sacramento de la conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión, la vuelta al Padre del que el hombre se había alejado por el pecado.

Se denomina sacramento de la penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y preparación, por parte del cristiano pecador.

Es igualmente, llamado sacramento de la confesión, porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento.

Se le llama sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente “el perdón y la paz”.

Así mismo, se le denomina sacramento de reconciliación, porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: “Dejaos reconciliar con Dios” (2 Cor 5, 20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: “Ve primero a reconciliarte con tu hermano” (Mt 5, 24).

Para realizar una buena confesión es necesario hacer:

1.       EXAMEN DE CONCIENCIA: Es recordar todos los pecados y faltas cometidas desde la última confesión bien hecha, a la luz de los mandamientos de Dios y la Santa madre Iglesia.
2.       CONTRICIÓN DE CORAZÓN: Es un dolor del alma y una detestación del pecado cometido, con la resolución de no volver a pecar. Un sentimiento o pesar sobrenatural de haber ofendido a Dios como respuesta a la vida y a los favores recibidos. Recuerda los dolores y sufrimientos que Jesús padeció en su pasión y muerte por tus pecados.
3.       PROPÓSITO DE LA ENMIENDA: Es una firme resolución de no volver a pecar. Tenemos verdadero propósito de la enmienda cuando estamos dispuestos a poner los medios necesarios para evitar el pecado y huir de las ocasiones de pecar.
4.       CONFESIÓN DE BOCA: El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves, que no ha confesado aún y de los que se acuerde tras examinar cuidadosamente su conciencia. La confesión de las faltas veniales está recomendada vivamente por la Iglesia, pues ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, y a progresar en la vida del Espíritu. El que calla a sabiendas un pecado mortal comete un grave sacrilegio, y no se le perdonan los pecados confesados.
5.       SATISFACCIÓN DE OBRA: Es cumplir con lo que manda el confesor. Éste impone al penitente el cumplimiento de ciertos actos de satisfacción o de penitencia, para reparar el daño causado por el pecado y restablecer los hábitos propios del discípulo de Cristo. (Puedes revisar para realizar las 14 obras de misericordia).

Mandamientos de la Santa Madre Iglesia Católica:

Según el Catecismo de la Iglesia Católica #2041-2043
Los mandamientos de la Iglesia se sitúan en la línea de una vida moral referida a la vida litúrgica y que se alimenta de ella. El carácter obligatorio de estas leyes positivas promulgadas por la autoridad eclesiástica tiene por fin garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el esfuerzo moral, en el crecimiento del amor de Dios y del prójimo. Los mandamientos más generales de la Santa Madre Iglesia son cinco:
El primer mandamiento (oír misa entera los domingos y fiestas de precepto) exige a los fieles participar en la celebración eucarística, en la que se reúne la comunidad cristiana, el día en que conmemora la Resurrección del Señor, y en aquellas principales fiestas litúrgicas que conmemoran los misterios del Señor, la Virgen María y los santos. 
El segundo mandamiento (confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de muerte, y si se ha de comulgar) asegura la preparación para la Eucaristía mediante la recepción del sacramento de la Reconciliación, que continúa la obra de conversión y de perdón del Bautismo.
El tercer mandamiento (comulgar por Pascua de Resurrección) garantiza un mínimo en la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor en relación con el tiempo de Pascua, origen y centro de la liturgia cristiana.
El cuarto mandamiento (ayunar y practicar la abstinencia) asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas; contribuyen a hacernos adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón.

El quinto mandamiento (ayudar a la Iglesia en sus necesidades) señala la obligación de ayudar, cada uno según su capacidad, a subvencionar las necesidades materiales de la Iglesia.

viernes, 13 de febrero de 2015

Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2015 - Primera parte

«Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)

Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen... Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.

Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.

Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.

1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26)
La Iglesia
 La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.
La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).

La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.


2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9)
Las parroquias y las comunidades
Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31). Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.


En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).
                                                  (Continúa en la siguiente entrada).

Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2015 - Parte 2 final.

(Continuación del Mensaje)

También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.

Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.

3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)
La persona creyente
También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de
noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?

En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.

En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.
Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.

Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.


FRANCISCO

jueves, 12 de febrero de 2015

Visita a la Catedral de Cristal en los E.U.A.


Escrito por: Héctor Enrique León - Editor y Administrador de este Blog.

Tal como lo anuncié recientemente, en la presente actualización del blog, he incluido información de una visita que, en compañía de mi esposa y en viaje de vacaciones, hemos hecho a la Catedral de Cristal en Garden Grove, ciudad del Condado de Orange, en el estado estadounidense de California.

¿Qué motivó esta visita?

La Catedral de Cristal es un majestuoso edificio de la Iglesia católica, que anteriormente sirvió como templo a la Iglesia Reformada en América, en esta ciudad,  fue fundada en 1955 por el Reverendo Robert H. Schuller y su esposa Arvella en el terreno de los que se conocía hasta ese momento como la Iglesia de la Comunidad de Garden Grove. Una de las misiones expresas de la iglesia era "encontrar una necesidad y llenarla, encontrar una herida y sanarla". El mundialmente famoso arquitecto Philip Johnson diseñó el edificio del santuario, que fue construido con 10.000 paneles rectangulares de vidrio. La iglesia también fue conocida por su órgano, construido por Fratelli Ruffatti. El instrumento incorpora el gran órgano Aeolian-Skinner construido en 1962 para el Avery Fisher Hall de Nueva York. La catedral llegó a ser la iglesia cristiana más famosa de los Estados Unidos en los años 80 y para los 90 se calculaba que 6 millones de personas miraban su programa de TV que salía por el principal canal secular nacional y por satélite a todos los continentes.
Esta impresionante Catedral de Cristal de Los Ángeles fue construida en los años 80 por Philip Johnson, en la que  celebraba cultos cristianos el reverendo Robert H. Sculler muy conocido en Los Ángeles por su programa de televisión “Hour of Power”. Este templo con capacidad para 2800 feligreses y 1000 músicos es uno de los lugares más imponentes de Los Ángeles. Además,  se destaca allí el órgano más ancho del mundo financiado por un fan del programa de televisión “Hour of Power”.

En un principio esta iglesia de cristal era de la iglesia protestante, pero finalmente un tribunal permitió que la comprara la Iglesia Católico Romana de Orange. Sobre las causas que originaron esta bancarrota, los interesados pueden consultar un informe publicado en http://www.lucasleys.com/blog/?p=832

En noviembre de 2011, tras una guerra de ofertas por la propiedad entre la Diócesis católica de Orange y la Universidad Chapman del condado de Orange, el juez del Tribunal de Bancarrota aprobó su venta a la diócesis católica por 57,5 millones de dólares. La Catedral de Cristal, según afirmaba el obispo Tod D. Brown tras la aprobación de la compra, "se convertirá en un verdadero centro de nuestra comunidad católica en el condado de Orange".
   

En diciembre 10 pasado, fecha de nuestra visita personal, tuvimos oportunidad de entrevistarnos con el Reverendo Padre Cristopher Smith, Vicario Episcopal y Rector de la Catedral de Cristo, nuevo nombre asignado a la Catedral por la Iglesia Católica.  En el diálogo sostenido, el Padre Cristopher nos presentó de manera global el complejo arquitectónico y urbanístico que integra esta Catedral disponiéndonos un miembro de sus grupos pastorales para que nos hiciera un recorrido por sus instalaciones y nos comentara sus nuevos proyectos.
La Catedral de Cristo se encuentra actualmente en obra civil de remodelación de su interior, para poder adaptar todas las instalaciones del templo, a los requerimientos de la liturgia católica y del derecho canónico. Las catedrales tienen elementos simbólicos y funciones que las distinguen  como Catedrales Católicas Romanas. La cátedra, que es la silla desde donde enseña el Obispo se encuentra dentro de la Catedral y esto identifica el papel del Obispo. Como guía en la enseñanza espiritual dentro de la Diócesis. Debido a esta remodelación, los católicos que allí asisten a las Eucaristías, lo hacen en una capilla adjunta, que hace parte del complejo.


El complejo está integrado por:
1.       El Arboretum, un área de 22.800 pies para celebración de Eucaristías mientras se termina la remodelación del templo principal
2.       El edificio sede la Diócesis de Orange y en sus plantas bajas funciona un colegio
3.       Edificio del Centro Cultural de la Catedral en 5 pisos, con 53.056 pies de área. EN sus pisos inferiores hay salones para actividades artísticas y de teatro. La estructura circular de la edificación y su fachada en acero inoxidable constituyen todo un ícono del diseño de la Catedral de Cristo
4.       La Catedral de Cristo propiamente dicha, de 120 metros de altura (12 pisos), 141 pies de largo por 207 pies de ancho. Esta edificación de 78.397 pies cuadrados, está construida enteramente en paneles de vidrio y estructura de acero. La Catedral albergará 3.000 fieles sentados, en una Diócesis que cuenta con 1.200.000 católicos. Su remodelación terminará a finales del presente año.
5.       La Crean Tower, identificada así por el apellido de su donante, es la torre y campanario de la Catedral. Tiene 52 campanas.


6.       Un cementerio, localizado en 2.5 acres de tierra, conexo a la Catedral, en el que se ofrecen todos los servicios fúnebres
7.       El órgano Hazel Wright, construido en 1982, el cuarto mayor órgano de tubos dentro de una iglesia en el mundo. Este instrumento es una maravilla de la tecnología  la innovación.
8.       Galerías de diferentes tamaños para exhibición de arte.
9.       Torre de la esperanza, fue durante mucho tiempo la edificación más alta del Condado. En sus oficinas, laicos comprometidos y formados para el efecto, ofrecen 24 horas de consejería a todos los fieles de la Diócesis y a quienes acudan en su apoyo.


 El Rector de la Catedral nos expresó: aquí miramos al cielo por la gracia de hacer de Dios, su amorosa voluntad en la tierra. Todas estas instalaciones tienen su cabal aprovechamiento en una intensa labor pastoral de la Diócesis, que mantiene una decisiva labor evangelizadora en todo el sur del Condado de Orange. Incluimos algunas fotos de lo que observamos durante nuestra visita para conocimiento de nuestros lectores.