jueves, 4 de noviembre de 2010

La Palabra


La vida en comunidad es un eficaz medio de salvación, si lo hacemos conforme al llamamiento que el Señor nos ha hecho, manteniéndonos siempre unidos y en paz tal como lo ha obrado en nosotros el Espíritu Santo. Así lo leemos en Efesios 4, 4-7 “Hay un solo cuerpo y un solo espíritu, así como Dios los ha llamado a una sola esperanza. Hay un Señor, una fe, un bautismo; hay un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos. A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida de los dones de Cristo”.

Cuando hacemos uso de los dones y carismas recibidos de Dios, no lo hacemos para nuestra propia gloria como vivió en el hombre muerto en nosotros, que estamos dejando atrás. Lo hacemos para glorificar a Dios por medio de Jesucristo, cuyo cuerpo místico integramos todos.

La administración de la gracia recibida del Señor nos exige renovar el espíritu de nuestra mente, revestirnos del Hombre Nuevo creado según Dios, en la justicia y la santidad de la verdad. Esto implica que en nuestra comunidad, en el hogar, en el trabajo y en todo lugar, debemos disponer las gracias que hemos recibido para el bien de los demás, como Él dispuso: unos que fueran apóstoles; otros, profetas; otros, evangelizadores; otros, pastores y maestros para la edificación del cuerpo de Cristo. La Palabra nos está hablando de una edificación en el amor. Así nos lo recuerda el Apóstol Pablo cuando nos dice “Sed pues imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma”
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Por lo anterior, cuando compartimos en comunidad con nuestros hermanos en Cristo, tenemos ocasión de vivir en la verdad, trabajar en algo útil para socorrer al que está en necesidad, escuchar al otro, edificar con nuestras palabras, dejar atrás la ira, la cólera, el desaliento, la amargura. Nuevamente el Apóstol nos invita aquí a ser amables entre nosotros, compasivos, perdonándonos mutuamente como nos perdonó Dios en Jesús. Una vivencia de esta naturaleza y calibre debe ser igualmente vivida en todos los demás ambientes en que nos movemos. A esa vocación el Señor nos ha llamado. Que el mundo con todas sus contradicciones y conflictos nos lo haga difícil, hace más noble y grande la tarea de esforzarnos en vivir el Evangelio. El premio que nuestro Creador nos da es la salvación!

Nuestra Eucaristía mensual de Pequeñas Comunidades, es un momento propicio para celebrar la vivencia del Evangelio conforme a todo lo anterior. Es igualmente, un tiempo para configurarnos como uno solo con Cristo Jesús, recibiéndolo a Él en su Cuerpo y en su Sangre! ¿Cómo faltar a un encuentro como éste con quien nos da la vida?

La Eucaristía es el regalo de amor más grande de Dios a la humanidad! Jesús es el regalo y nosotros somos los beneficiarios. ¿Qué hay más importante que recibirlo a Él?

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Bodas de Plata Sacerdotales


Dios continúe bendiciendo el trabajo pastoral del Padre Carlos Rodríguez, quien dejo positiva huella en la Parroquia de San Cipriano, durante su servicio como Vicario Parroquial.

sábado, 30 de octubre de 2010

¿Silenciar la religión?

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 30 de octubre de 2010 (ZENIT.org).-Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "Silenciar la voz de la religión".

VER
Estamos enfrascados en una serie de discusiones repetitivas sobre el papel de la religión en la vida pública, en la política y la economía, en los ámbitos legislativos y judiciales, en la educación y en los medios de comunicación. Son frecuentes las acusaciones a nuestra Iglesia de querer imponer dogmas y normas al país, de pretender intervenir en asuntos políticos, de violar el Estado laico, de no respetar la separación Iglesia-Estado, y nos recuerdan lo dicho por Jesús de que "al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", como si les importara mucho la Palabra de Dios, o como si nosotros fuéramos los desobedientes al mandato divino, o como si nos tuviera que dejar inactivos y callados la pretensión de algunos césares actuales (gobernantes, líderes políticos y legisladores) de creerse dioses, ante quienes todos deben doblar la rodilla. Ellos son los primeros en no darle a Dios lo que es de Dios.
Es más frecuente la postura de aquellos que siguen defendiendo que su fe es para su vida privada y que nada tiene que ver con el ejercicio de sus funciones públicas. Lo dicen con una real convicción, como si conocieran muy a fondo lo que implica la fe cristiana, que no se puede encerrar en el círculo íntimo de la conciencia y del hogar, sino que engloba toda la vida, todos los criterios y todos los comportamientos. Esto parece más bien fruto de ignorancia religiosa o de conveniencia electorera.

JUZGAR
En su muy reconocido discurso ante el Parlamento británico, el Papa Benedicto XVI expresó: "El mundo de la razón y el mundo de la fe -el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas- necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización.
En otras palabras, la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional. Desde este punto de vista, no puedo menos que manifestar mi preocupación por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo, en algunas partes, incluso en naciones que otorgan un gran énfasis a la tolerancia. Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie, o al menos que se relegue a la esfera meramente privada. Hay quienes esgrimen que la celebración pública de fiestas como la Navidad debería suprimirse según la discutible convicción de que ésta ofende a los miembros de otras religiones o de ninguna. Y hay otros que sostienen -paradójicamente con la intención de suprimir la discriminación- que a los cristianos que desempeñan un papel público se les debería pedir a veces que actuaran contra su conciencia. Éstos son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no sólo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública. Quisiera invitar a todos ustedes, por tanto, en sus respectivos campos de influencia, a buscar medios de promoción y fomento del diálogo entre fe y razón en todos los ámbitos de la vida nacional" (17-IX-2010).
Y en su encuentro con la Reina Isabel II, dijo: "Al reflexionar sobre las enseñanzas aleccionadoras del extremismo ateo del siglo XX, jamás olvidaremos cómo la exclusión de Dios, de la religión y de la virtud en la vida pública, conduce finalmente a una visión sesgada del hombre y de la sociedad y, por lo tanto, a una visión restringida de la persona y de su destino" (16-IX-2010).

ACTUAR
Alentamos a los que tienen responsabilidades políticas y sociales, si se reconocen creyentes en Cristo, que se acerquen más a El ahora, y no se queden con el Bautismo y quizá la Primera Comunión de cuando eran niños. Que lo conozcan y se relacionen más con El. El no es enemigo, sino amigo, camino, verdad, luz y vida. No escondan su creencia, sino demuéstrenla, no sólo participando en la Misa dominical y en otros ritos, sino sobre todo ejerciendo la justicia social, amando por encima de todo la verdad, venciendo la corrupción, dialogando con quienes piensan distinto, para llegar a acuerdos consensuados, amando y sirviendo a los pobres.

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miércoles, 27 de octubre de 2010

Al “maestro” de las vocaciones sacerdotales

Luego de 42 años de infatigable vida sacerdotal al servicio de las vocaciones sacerdotales, hoy 27 de Octubre del 2010, ha terminado su carrera, ha sido fiel en el combate, ha mantenido la fe, ahora está listo para recibir la corona inmarcesible que merecen los que han trabajado fielmente, predicando con la palabra y el ejemplo el Reino de Dios.

Fue por diciembre de 1978 que encuentro por primera vez al Padre Máximo Asencios Pablo m.s.a., por entonces Rector del Centro de Formación Sacerdotal de los Misioneros de los Santos Apóstoles. Tuvimos unos quince minutos de entrevista en la casa del Señor José Thorne en Miraflores. Me preguntó porque quería ser sacerdote, luego me dijo que el sacerdote antes que predicar la palabra de Dios con sabiduría la debe predicar con la propia vida, con el ejemplo. Me preguntó si estaba dispuesto a ser un sacerdote santo, supongo que le respondí bien lo que esperaba, porque me dijo que me esperaba el 2 de Enero de 1979 en el Seminario en Chacrasana.



Este fue solamente el comienzo de dos años y medio de un trabajo fuerte y entregado de su parte, quería moldearme, como lo hace un buen alfarero, a veces con firmeza, otras veces con dulzura, pero siempre buscando sacar de mi lo mejor que estaba escondido, me ayudaba a descubrirme, a poner mis talentos al servicio de Dios. Era muy exigente en algunos aspectos de la vida de formación como por ejemplo la vida de oración, siempre estaba a las 5 a.m. rezando en la capilla una hora antes que todos los seminaristas, quería que aprendiéramos a dialogar con Dios. Siempre de rodillas con el rosario en la mano, que bello ejemplo, pero en ese entonces, que exigente, nosotros queríamos dormir un poquito más. Luego con mucha devoción celebraba la Eucaristía. Las Horas Santas de rodillas fueron experiencias inolvidables, las vigilias. Siempre el primero en todo, decía hay que trabajar, él estaba al frente, hay que jugar futbol, el nos esperaba cambiado en la cancha, aunque a veces sufría las consecuencias del juego.

Fueron dos años en la Escuela de Jesús, orar, trabajar, estudiar eran los tres elementos que insistía. Tanta entrega nos hacía ser más responsables compartiendo sus responsabilidades, pidiendo donaciones, enseñando en la academia Pre-Universitaria, construyendo el muro del seminario, cosechando en el campo, trabajando en la pastoral en los pueblos jóvenes de entonces. Mucha disciplina, siempre hay que estar a tiempo, mucha dedicación.

Algo que siempre me impactó en la vida fue su gran amor por cada uno de sus seminaristas, quería dar sacerdotes a la Iglesia, pero quería que estos fueran santos, y para ello se entregaba totalmente, todos sus bienes los compartía con ellos. Eran sus hijos espirituales. Sus consejos sobre las buenas amistades, el llevar una vida casta y pobre, el amar la iglesia y a los superiores, fueron tremendas clases que impactaron en nuestras vidas.

Aún hoy cuando miro hacia atrás y veo mis experiencias de formación, he tenido tantos formadores, de entre ellos el que queda en mi memoria con gratitud es el nombre del Padre Máximo Asencios, por ello es justo calificarlo de “el maestro de las vocaciones”, porque aún entrado en años, cuando visitaba el Seminario Los Santos Apóstoles de USA siempre pasaba su día libre con nosotros para empaparse de la presencia de las vocaciones y poder dirigirlos espiritualmente si alguno le pedía la confesión. Luego entrado en años cuando regresa al Perú, se fue a recorrer el Perú buscando las vocaciones en los sitios más inimaginables, cuantas son sus vocaciones actualmente, han perseverado y han sido ordenados, no tenía tiempo que perder, iba a buscarlos allá donde se encontraban, a pulso limpio se ganó el título de “maestro” de las vocaciones. Ahora que se ha separado por un momento de nosotros, estoy seguro que seguirá pidiéndole a Jesús que siga enviando operarios a su mies, ahora junto con los otros MSA que le precedieron, ciertamente en compañía del Padre Menard seguirán orando por nosotros.

Muchas gracias “maestro” de las vocaciones, hasta pronto, con afecto,

P. Luis Luna Barrera m.s.a.