martes, 21 de abril de 2015
Valores en la Familia
El Sacerdote Ángel Espinosa de los Monteros, expone en esta amena conferencia una reflexión sobre cómo se viven hoy los valores en la familia y cuáles son peligros que existen hoy en temas tales como el relativismo, el idealismo, el materialismo, el hedonismo, etc.
Un vídeo para que lo vean todos los miembros de la familia, sin importar su edad.
domingo, 19 de abril de 2015
Aumenta el número de católicos en el mundo
Contra la creencia general, el número de sacerdotes en el mundo ha crecido en un 2.2%. Paradójicamente hay mayor concentración de sacerdotes en Europa con relación al volumen de la población allí existente.
jueves, 16 de abril de 2015
LA FE CATÓLICA SOBRE MATRIMONIO Y EUCARISTÍA
Cardenal. Brandmüller: «Quienes quieren cambiar la enseñanza
de la Iglesia son herejes incluso si llevan la púrpura romana»
El cardenal Walter Brandmüller ha sido una de las
principales voces críticas de propuestas surgidas en el Sínodo extraordinario
sobre la Familia del año pasado que amenazan con subvertir la doctrina católica
sobre los sacramentos y la moral. Fue uno de los cinco cardenales que
escribieron el libro «Permaneciendo en la verdad de Cristo: Matrimonio y
comunión en la Iglesia Católica», centrado en rebatir la propuesta del cardenal
Walter Kasper de abrir la comunión a quienes viven en adulterio.
16/04/15 8:35 AM (LSN/InfoCatólica)
El Dr. Maike Hickson, colaborador de LifeSiteNews ha entrevistado al cardenal
Brandmüller:
¿Podría presentar una vez más a nuestros lectores claramente
la enseñanza de la Iglesia Católica, lo que se ha enseñado constantemente a lo
largo de los siglos sobre el matrimonio y su indisolubilidad?
La respuesta se puede encontrar en el Catecismo de la
Iglesia Católica números 1638 a 1642.
¿Puede la Iglesia admitir a la Sagrada Comunión a parejas
vueltas a casar, a pesar de que su segundo matrimonio no es válido?
Sería posible hacerlo si las parejas interesadas tomaran la
decisión de vivir en adelante como hermano y hermana. Esta solución vale la
pena considerarla especialmente cuando el cuidado de los hijos no les permite
separarse. La decisión de tomar este camino sería una expresión convincente del
arrepentimiento por la situación anterior y prolongada de adulterio.
¿Puede la Iglesia tratar el tema del matrimonio de una
manera pastoral que se aparte de la enseñanza constante de la Iglesia? ¿Puede
la Iglesia cambiar su propia enseñanza, sin caer ella misma en herejía?
Es evidente que la práctica pastoral de la Iglesia no puede
permanecer en oposición a la doctrina vinculante ni simplemente ignorarla. Con
una comparación: Un arquitecto quizás pueda construir un puente más hermoso que
los anteriores, pero si no presta atención a las normas de la ingeniería
estructural, corre el riesgo de que su construcción se derrumbe. De igual modo,
cada práctica pastoral tiene que seguir la Palabra de Dios si no quiere
fracasar. Es impensable un cambio de la doctrina, del dogma. Quien, pese a
todo, lo hace, conscientemente, o lo exige insistentemente, es un hereje,
incluso si lleva la púrpura romana.
¿No es también toda la discusión sobre la admisión a la
Eucaristía de los divorciados vueltos a casar una expresión del hecho de que
muchos católicos no creen en la presencia real sino que más bien creen que lo
que reciben en la Comunión no es más que un pedazo de pan?
De hecho, existe una contradicción interna indisoluble en
alguien que quiere recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo y unirse con Él, y
al mismo tiempo ignora conscientemente sus mandamientos. ¿En qué consiste? San
Pablo dice sobre este asunto: «el que lo come y bebe indignamente, se come y
bebe su propia condenación». Pero ¡tiene Vd. razón! No todos los católicos
creen en la presencia real de Cristo en la hostia consagrada. Uno puede ver
este hecho ya en la forma en que muchos –incluso sacerdotes– pasan ante el
Sagrario sin hacer la genuflexión.
¿Por qué existe en la actualidad un ataque tan fuerte de
este tipo sobre la indisolubilidad del matrimonio dentro de la Iglesia? Una
posible respuesta podría ser que el espíritu de relativismo ha entrado en la
Iglesia, pero debe haber más razones. ¿Podría enumerar algunas? ¿Y no son todas
estas razones una señal de crisis de la fe dentro de la Iglesia misma?
Por supuesto, si ciertas normas morales que han sido válidas
en general, siempre y en todas partes, dejan de ser aceptadas, entonces todo el
mundo se hace su propia ley moral. Esto tiene como consecuencia que se hace lo
que a cada uno le plazca. Se puede añadir el enfoque individualista de la vida,
que la considera unicamente como una oportunidad para la auto-realización, y no
como una misión del Creador. Es evidente que este tipo de actitudes son la
expresión de una pérdida muy arraigada de la fe.
En este contexto, se puede afirmar que se ha enseñado poco
en las últimas décadas la doctrina sobre la naturaleza humana caída. La
impresión dominante era que el hombre, en general, es bueno. En mi opinión,
esto ha llevado a una actitud laxa hacia el pecado. Ahora que vemos el
resultado de una actitud tan laxa –una explosión de conductas inhumanas en
todas las áreas posibles de la vida humana– ¿no es razón para que la Iglesia
vea que esta enseñanza ha sido confirmada y que por lo tanto, debe proclamarla
de nuevo?
Es cierto lo que dice. El tema pecado original, con sus
consecuencias, la necesidad de la redención a través del sufrimiento, muerte y
resurrección de Cristo ha sido suprimido y olvidado en gran medida durante un
largo periodo de tiempo. Sin embargo, no se puede entender la historia del
mundo –y la propia vida– sin estas verdades. Es inevitable que hacer caso omiso
de las verdades esenciales conduce a desórdenes morales. Tiene usted razón:
verdaderamente se debe volver a predicar sobre este tema, y con claridad.
El elevado número de abortos, especialmente en Occidente, ha
hecho mucho daño, no sólo a los bebés muertos, sino también a las mujeres (y
hombres) que decidieron matar a sus hijos. ¿No deberían los prelados de la
Iglesia tomar una postura firme sobre esta terrible verdad y tratar de sacudir
las conciencias de aquellos hombres y mujeres, también por el bien de su
salvación? ¿Y no debería la Iglesia defender con insistencia a los pequeños que
no pueden defenderse porque no se les permite vivir? «Dejad que los pequeños
vengan a mí...»
Se puede decir que la Iglesia, sobre todo con los últimos
papas, también con el Papa Francisco, no deja lugar a dudas sobre el carácter
abominable de la matanza en el vientre materno de los niños por nacer. Esto se
aplica sin duda también a todos los obispos. Sin embargo, otra pregunta es, si
y en qué forma, la enseñanza de la Iglesia ha sido predicada y presentada en el
ámbito público. Ahí es donde la jerarquía sin duda podría hacer más. No hay más
que pensar en la participación de los cardenales y obispos en las marchas
pro-vida.
Cardenal Walter Brandmüller
¿Qué medidas recomendaría usted en la Iglesia para fortalecer
la llamada a la santidad y para mostrar el camino para alcanzarla?
Ciertamente hay que dar testimonio de la fe de la manera
apropiada para cada situación específica. En qué forma se puede hacer esto,
depende de las circunstancias propias. Se abre todo un campo para la
imaginación creativa.
¿Qué diría sobre las recientes declaraciones del obispo
Franz-Josef Bode de que la Iglesia Católica tiene que adaptarse cada vez más a
las «realidades de la vida» de la gente de hoy en día y ajustar en consecuencia
su enseñanza moral? Estoy seguro de que usted, como historiador de la Iglesia,
tiene ante sus ojos otros ejemplos de la historia de la Iglesia, en la que fue
presionada desde fuera para cambiar la enseñanza de Cristo. ¿Podría enumerar
algunos, y cómo la Iglesia respondió en
el pasado a este tipo de retos?
Está claro y no es una novedad que la proclamación de la
doctrina de la Iglesia ha de adaptarse a las situaciones concretas de la vida
de la sociedad y del individuo, para que el mensaje sea escuchado. Pero esto
sólo se aplica a la forma de la proclamación, y de ninguna manera a su
contenido inviolable. No es aceptable la adaptación de la enseñanza moral. «No
os conforméis con el mundo», dijo el apóstol san Pablo. Si el obispo Bode
enseña algo diferente, se encuentra en contradicción con la doctrina de la
Iglesia. ¿Es consciente de eso?
¿Es aceptable que a la Iglesia católica en Alemania se le
permitiera seguir su propio camino en la cuestión de la admisión de las parejas
vueltas a casar a la Santa Eucaristía y con ello decidir de manera
independiente de Roma, como el cardenal Reinhard Marx declaró después de la
reciente reunión de la Conferencia Episcopal Alemana?
Las bien conocidas declaraciones del cardenal Marx están en
contradicción con el dogma de la Iglesia. Son irresponsables desde el punto de
vista pastoral, porque exponen a los fieles a la confusión y la duda. Si él
piensa que puede tomar a nivel nacional un camino independiente, pone en riesgo
la unidad de la Iglesia. Sigue manteniéndose firme que el magisterio claramente
definido es vinculante para la enseñanza y la práctica en toda la Iglesia.
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El cardenal Marx dice que la Iglesia en Alemania no es una
filial de Roma y el Sínodo no puede decirles lo que tienen que hacer
El cardenal Müller califica de anticatólicas las
declaraciones del cardenal Marx sobre el sínodo.
lunes, 13 de abril de 2015
Qué es una Bula?
El concepto de bula dispone de un uso especial y muy
relevante en el ámbito de la Iglesia Católica dado que con él se denomina al
documento pontificio que emite la Cancillería Apostólica del Papado y en el
cual se pronuncia y presenta su punto de vista sobre determinados temas de suma
importancia en materia religiosa o civil.
Cabe destacarse que la bula pontificia o bula papal, como
también se la denomina, es una de las herramientas más importantes con la cual
se fundamenta y se difunde la autoridad del Sumo Pontífice.
Mientras tanto, la emisión de la bula suele estar acompañada
de una serie de elementos y señales muy solemnes que contribuyen a legitimarla,
tales como: el sello de plomo con una cruz en el centro y la representación de
San Pedro y San Pablo , de un lado, y del lado opuesto aparece el nombre del
Papa que la emite y el año correspondiente; generalmente está escrita en idioma
latín. Históricamente las bulas han expresado la posición de la iglesia
respecto de temas así como también ordenanzas, condenas doctrinales,
constituciones, concesión de beneficios, decretos que contienen indulgencias
para aquellos que combatían a los infieles o para personas que habían
fallecido, juicios de la iglesia, entre otros.
Una vez que la bula toma estado público es enviada al
arzobispado de las diócesis quien se encargará de hacerla circular por todas
las parroquias y también de hacerla cumplir.
Bula Misericordiae Vultus (“El rostro de la misericordia”)
Presentamos a continuación las ideas centrales que constituyen
el hilo conductor de la Bula Misericordiae Vultus (“El rostro de la
misericordia”) que el Papa Francisco leyó y entregó en la tarde de este sábado
en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, con motivo del próximo Jubileo de
la Misericordia que comenzará el 8 de diciembre y concluirá el 20 de noviembre
de 2016. Lo que citamos a continuación no es ni constituye resumen del
documento pontificio. Sólo toma algunas de las palabras textuales con las
cuales se expresa el propósito de esta Bula.
Quienes deseen conocer el documento completo y textual,
pueden hacerlo ingresando al link: www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-bula-del-papa-francisco-para-convocar-jubileo-de-la-misericordia-24882/
1.
Jesucristo es el rostro de la misericordia del
Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta
palabra.
2.
Siempre tenemos necesidad de contemplar el
misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz.
3.
Hay momentos en los que de un modo mucho más
intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder
ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Es por esto que
he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio
para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los
creyentes. Cada Iglesia particular, entonces, estará directamente comprometida
a vivir este Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación
espiritual. El Jubileo, por tanto, será celebrado en Roma así como en las
Iglesias particulares como signo visible de la comunión de toda la Iglesia.
4.
He escogido la fecha del 8 de diciembre por su
gran significado en la historia reciente de la Iglesia. En efecto, abriré la
Puerta Santa en el quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio
Ecuménico Vaticano II. La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este
evento. Para ella iniciaba un nuevo periodo de su historia. Otra cosa debemos
destacar aún: toda esta riqueza doctrinal se vuelca en una única dirección:
servir al hombre. Al hombre en todas sus condiciones, en todas sus debilidades,
en todas sus necesidades”.
Con estos sentimientos de agradecimiento
por cuanto la Iglesia ha recibido y de responsabilidad por la tarea que nos
espera, atravesaremos la Puerta Santa, en la plena confianza de sabernos
acompañados por la fuerza del Señor Resucitado que continua sosteniendo nuestra
peregrinación. El Espíritu Santo que conduce los pasos de los creyentes para
que cooperen en la obra de salvación realizada por Cristo, sea guía y apoyo del
Pueblo de Dios para ayudarlo a contemplar el rostro de la misericordia.
5.
El Año jubilar se concluirá en la solemnidad
litúrgica de Jesucristo Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016. En ese
día, cerrando la Puerta Santa, tendremos ante todo sentimientos de gratitud y
de reconocimiento hacia la Santísima Trinidad por habernos concedido un tiempo
extraordinario de gracia. Encomendaremos la vida de la Iglesia, la humanidad
entera y el inmenso cosmos a la Señoría de Cristo, esperando que difunda su
misericordia como el rocío de la mañana para una fecunda historia, todavía por
construir con el compromiso de todos en el próximo futuro. ¡Cómo deseo que los
años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de
cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! A todos, creyentes y lejanos,
pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que
está ya presente en medio de nosotros.
6.
. “Es propio de Dios usar misericordia y
especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia”. Las palabras de santo
Tomás de Aquino muestran cuánto la misericordia divina no sea en absoluto un
signo de debilidad, sino más bien la cualidad de la omnipotencia de Dios. Es
por esto que la liturgia, en una de las colectas más antiguas, invita a orar
diciendo: “Oh Dios que revelas tu omnipotencia sobre todo en la misericordia y
el perdón”. Dios será siempre para la humanidad como Aquel que está presente,
cercano, providente, santo y misericordioso.
7.
“Eterna es su misericordia”: es el estribillo
que acompaña cada verso del Salmo 136 mientras se narra la historia de la
revelación de Dios. En razón de la misericordia, todas las vicisitudes del
Antiguo Testamento están cargadas de un profundo valor salvífico. La
misericordia hace de la historia de Dios con su pueblo una historia de
salvación. Repetir continuamente “Eterna es su misericordia”, como lo hace el
Salmo, parece un intento por romper el círculo del espacio y del tiempo para
introducirlo todo en el misterio eterno del amor.
8.
Con la mirada fija en Jesús y en su rostro
misericordioso podemos percibir el amor de la Santísima Trinidad. La misión que
Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar el misterio del amor divino
en plenitud. “Dios es amor” (1 Jn 4,8.16), afirma por la primera y única vez en
toda la Sagrada Escritura el evangelista Juan. Este amor se ha hecho ahora
visible y tangible en toda la vida de Jesús.
9.
En las parábolas dedicadas a la misericordia,
Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por
vencido hasta tanto no haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la
compasión y la misericordia. La parábola ofrece una profunda enseñanza a cada
uno de nosotros. Jesús afirma que la misericordia no es solo el obrar del
Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son
realmente sus hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia,
porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia.
10.
La misericordia es la viga maestra que sostiene
la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por
la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su
testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la
Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La
Iglesia “vive un deseo inagotable de brindar misericordia”. Es el tiempo de
retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de
nuestros hermanos. El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e
infunde el valor para mirar el futuro con esperanza.
11.
No podemos olvidar la gran enseñanza que san
Juan Pablo II ofreció en su segunda encíclica Dives in misericordia, que en su
momento llegó sin ser esperada y tomó a muchos por sorpresa en razón del tema
que afrontaba.
12.
La Iglesia tiene la misión de anunciar la
misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe
alcanzar la mente y el corazón de toda persona. La Esposa de Cristo hace suyo
el comportamiento del Hijo de Dios que sale a encontrar a todos, sin excluir
ninguno. En nuestro tiempo, en el que la Iglesia está comprometida en la nueva
evangelización, el tema de la misericordia exige ser propuesto una vez más con
nuevo entusiasmo y con una renovada acción pastoral. Es determinante para la
Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en
primera persona la misericordia.
13.
Queremos vivir este Año Jubilar a la luz de la
palabra del Señor: Misericordiosos como el Padre. El evangelista refiere la
enseñanza de Jesús: “Sed misericordiosos, como el Padre vuestro es
misericordioso” (Lc 6,36). Es un programa de vida tan comprometedor como rico
de alegría y de paz. El imperativo de Jesús se dirige a cuantos escuchan su voz
(cfr Lc 6,27). Para ser capaces de misericordia, entonces, debemos en primer
lugar colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios. Esto significa recuperar
el valor del silencio para meditar la Palabra que se nos dirige. De este modo
es posible contemplar la misericordia de Dios y asumirla como propio estilo de
vida.
14.
La peregrinación es un signo peculiar en el Año
Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia.
La vida es una peregrinación y el ser humano es viator, un peregrino que
recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada. También para llegar a la
Puerta Santa en Roma y en cualquier otro lugar, cada uno deberá realizar, de
acuerdo con las propias fuerzas, una peregrinación. Esto será un signo del
hecho que también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere
compromiso y sacrificio. La peregrinación, entonces, sea estímulo para la
conversión: atravesando la Puerta Santa nos dejaremos abrazar por la
misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás
como el Padre lo es con nosotros. El Señor Jesús indica las etapas de la
peregrinación mediante la cual es posible alcanzar esta meta: “No juzguéis y no
seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis
perdonados. Dad y se os dará: una medida buena, apretada, remecida, rebosante
pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque seréis medidos con la medida
que midáis” (Lc 6,37-38). Dice, ante todo, no juzgar y no condenar. Si no se
quiere incurrir en el juicio de Dios, nadie puede convertirse en el juez del
propio hermano.
15.
En este Año Santo, podremos realizar la
experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias
periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente
crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo
hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su
grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos
ricos. En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a
aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a
curarlas con la solidaridad y la debida atención. No olvidemos las palabras de
san Juan de la Cruz: “En el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el
amor”.
16.
En el Evangelio de Lucas encontramos otro
aspecto importante para vivir con fe el Jubileo. El evangelista narra que
Jesús, un sábado, volvió a Nazaret y, como era costumbre, entró en la Sinagoga.
Lo llamaron para que leyera la Escritura y la comentara. El paso era el del
profeta Isaías donde está escrito: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me
ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar
la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a
los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (61,12). “Un año de
gracia”: es esto lo que el Señor anuncia y lo que deseamos vivir. Este Año
Santo lleva consigo la riqueza de la misión de Jesús que resuena en las
palabras del Profeta: llevar una palabra y un gesto de consolación a los
pobres, anunciar la liberación a cuantos están prisioneros de las nuevas
esclavitudes de la sociedad moderna, restituir la vista a quien no puede ver
más porque se ha replegado sobre sí mismo, y volver a dar dignidad a cuantos
han sido privados de ella. La predicación de Jesús se hace de nuevo visible en
las respuestas de fe que el testimonio de los cristianos está llamado a ofrecer.
Nos acompañen las palabras del Apóstol: “El que practica misericordia, que lo
haga con alegría” (Rm 12,8).
17.
La Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con
mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la
misericordia de Dios. ¡Cuántas páginas de la Sagrada Escritura pueden ser
meditadas en las semanas de Cuaresma para redescubrir el rostro misericordioso
del Padre! Con las palabras del profeta Miqueas también nosotros podemos
repetir: Tú, oh Señor, eres un Dios que cancelas la iniquidad y perdonas el
pecado, que no mantienes para siempre tu cólera, pues amas la misericordia. Tú,
Señor, volverás a compadecerte de nosotros y a tener piedad de tu pueblo.
Destruirás nuestras culpas y arrojarás en el fondo del mar todos nuestros
pecados (cfr 7,18-19).
18.
Durante la Cuaresma de este Año Santo tengo la
intención de enviar los Misioneros de la Misericordia. Serán un signo de la
solicitud materna de la Iglesia por el Pueblo de Dios, para que entre en
profundidad en la riqueza de este misterio tan fundamental para la fe. Serán
sacerdotes a los cuales daré la autoridad de perdonar también los pecados que
están reservados a la Sede Apostólica, para que se haga evidente la amplitud de
su mandato. Serán, sobre todo, signo vivo de cómo el Padre acoge cuantos están
en busca de su perdón. Serán misioneros de la misericordia porque serán los
artífices ante todos de un encuentro cargado de humanidad, fuente de
liberación, rico de responsabilidad, para superar los obstáculos y retomar la
vida nueva del Bautismo.
19.
La palabra del perdón pueda llegar a todos y la
llamada a experimentar la misericordia no deje a ninguno indiferente. Mi
invitación a la conversión se dirige con mayor insistencia a aquellas personas
que se encuentran lejanas de la gracia de Dios debido a su conducta de vida.
Pienso en modo particular a los hombres y mujeres que pertenecen a algún grupo
criminal, cualquiera que éste sea. Por vuestro bien, os pido cambiar de vida.
Os lo pido en el nombre del Hijo de Dios que si bien combate el pecado nunca
rechaza a ningún pecador.
20.
No será inútil en este contexto recordar la
relación existente entre justicia y misericordia. No son dos momentos
contrastantes entre sí, sino un solo momento que se desarrolla progresivamente
hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor.
21.
La misericordia no es contraria a la justicia
sino que expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una
ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer.
El Jubileo lleva también consigo la referencia a
la indulgencia. En el Año Santo de la Misericordia ella adquiere una relevancia
particular. El perdón de Dios por nuestros pecados no conoce límites. Vivir
entonces la indulgencia en el Año Santo significa acercarse a la misericordia
del Padre con la certeza que su perdón se extiende sobre toda la vida del
creyente. Indulgencia es experimentar la santidad de la Iglesia que participa a
todos de los beneficios de la redención de Cristo, porque el perdón es
extendido hasta las extremas consecuencias a la cual llega el amor de Dios.
Vivamos intensamente el Jubileo pidiendo al Padre el perdón de los pecados y la
dispensación de su indulgencia misericordiosa.
22.
La misericordia posee un valor que sobrepasa los
confines de la Iglesia. Ella nos relaciona con el judaísmo y el Islam, que la
consideran uno de los atributos más calificativos de Dios. Este Año Jubilar
vivido en la misericordia pueda favorecer el encuentro con estas religiones y
con las otras nobles tradiciones religiosas; nos haga más abiertos al diálogo
para conocerlas y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y
desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación.
23.
El pensamiento se dirige ahora a la Madre de la
Misericordia. La dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que
todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios. Ninguno como María
ha conocido la profundidad el misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida
fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne. La Madre del
Crucificado Resucitado entró en el santuario de la misericordia divina porque
participó íntimamente en el misterio de su amor. María atestigua que la
misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir
ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina,
para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos
haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús. Nuestra
plegaria se extienda también a tantos Santos y Beatos que han hicieron de la
misericordia su misión de vida.
24.
Un Año Santo extraordinario, entonces, para
vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre
dispensa hacia nosotros. En este Jubileo dejémonos sorprender por Dios. Él
nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y
quiere compartir con nosotros su vida. La Iglesia siente la urgencia de
anunciar la misericordia de Dios. Su vida es auténtica y creíble cuando con
convicción hace de la misericordia su anuncio. En este Año Jubilar la Iglesia
se convierta en el eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como
palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor. Nunca se canse de
ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar. La
Iglesia se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin
descanso: “Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos”
(Sal 25,6).
miércoles, 8 de abril de 2015
Francisco: Los niños nunca son un error
Hombres y mujeres: un mensaje para cuestionarse y ser responsables.
lunes, 6 de abril de 2015
Musica Liturgica - El Papel de los Coros
Algunas apreciaciones sobre cómo orientar la música litúrgica en nuestros días. Se sugiere rescatar la música polifónica. El coro debe alentar para que la gente cante. No reemplazar la participación de la gente. El coro debe mantenerse alejado de la tentación del lucimiento de sus miembros en detrimento de la participación de los fieles que asisten a la celebración Eucarística.
sábado, 4 de abril de 2015
Jesús resucito! Aleluya! Gloria a Dios!
Hoy sábado 4 de abril, a partir de las 7:00 p.m. celebramos en el templo de la Parroquia de San Cipriano, la Solemne Vigilia Pascual, integrada por la bendición del fuego nuevo, preparación del Cirio Pascual, Pregón Pascual, Liturgia de la Palabra, Liturgia Bautismal y Liturgia Eucarística. Como es propio de esta celebración los fieles que concurrieron a esta ceremonia litúrgica, llevaron velones, cirios y agua para ser bendecidos.
jueves, 2 de abril de 2015
Del Jueves Santo en nuestra Parroquia
En desarrollo de las celebraciones de la Semana Santa en nuestra Parroquia, hoy, a partir de las 3:00 p.m. celebramos en el templo la conmemoración de la Institución de la Eucaristía, el Sacerdocio y el mandamiento del amor.
Por amable
invitación del Padre Alejandro Olivera, Párroco de San Cipriano, esta
celebración ha sido presidida por el Padre Humberto Zapata, quien fue el primer
párroco que tuvo nuestra Parroquia en el momento de su fundación. Acompañó el
Diácono Jaime Montealegre Upegui. En las horas de la tarde se celebró la última
cena, donde Jesús instituye el Sacramento de la Eucaristía y el Sacramento del
Orden Sacerdotal. Además se realizó el Lavatorio de los Pies, como signo del
Mandamiento del Amor.
“Si yo, el
Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los
pies unos a otros” (Juan 13, 14.)
Un grupo de
jóvenes de la parroquia, realizó una representación escénica de un pasaje de
los Evangelios.
En su homilía,
el Padre Humberto Zapata destacó entre otros temas, en el marco de la vida, pasión, muerte y
resurrección del Señor, cómo hoy igual que en los tiempos de Jesús, los
cristianos de varios países del mundo, especialmente del Medio Oriente y Asia,
continúan siendo objeto de persecuciones y son objeto de martirio, al ofrecer
sus vidas en defensa de la fe cristiana. Invitó a unirnos en oración todo el
pueblo católico, tal como lo ha señalado el Papa Francisco, para pedirle al
Señor su protección a los sacerdotes y fieles católicos que son objeto de estos
ataques.
En las horas
de la noche, a partir de las 6:00 p.m. se programó el espacio para visita al Monumento
y la realización de una Hora Santa Vocacional.
Divulgamos el
Programa para Semana Santa emitido por la Parroquia de San Cipriano.
En el Día de los Sacerdotes
Hoy se inicia el Triduo Pascual: la cena, pasión, muerte y gloriosa resurrección del Señor Jesús. Los sacerdotes hacen la renovación de las promesas sacerdotales que hicieron públicamente el día de su ordenación. En la tarde se celebra la última Cena, donde Jesús instituye el Sacramento de la Eucaristía y el Sacramento del Orden Sacerdotal.
El Orden Sacerdotal es un Don que Dios deja a la humanidad, para hacer presente a Cristo en la tierra y administrar los Sacramentos como signos visibles de santidad. Así mismo nos deja el Mandamiento del Amor, comunicado a través del Lavatorio de los pies.
Por esta razón, hoy hacemos llegar a todos los sacerdotes un saludo especial, nuestro reconocimiento agradecido a su labor ministerial y a su permanente servicio a la salvación de los seres humanos.
El Orden Sacerdotal es un Don que Dios deja a la humanidad, para hacer presente a Cristo en la tierra y administrar los Sacramentos como signos visibles de santidad. Así mismo nos deja el Mandamiento del Amor, comunicado a través del Lavatorio de los pies.
Por esta razón, hoy hacemos llegar a todos los sacerdotes un saludo especial, nuestro reconocimiento agradecido a su labor ministerial y a su permanente servicio a la salvación de los seres humanos.
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