Trabajar es una actividad ligada
a la misma existencia humana. Junto a la vocación a la vida esta la vocación al
trabajo. Éste puede ser un castigo o una fuente de felicidad. ¿A qué se
dedicaba “el hijo del carpintero” (Mt 13, 55)? En una región agrícola como
Galilea ¿no sería agricultor? Su forma de hablar tan sencilla y su vocabulario ¿no
hacen pensar en este origen? Aparte de suposiciones, los evangelios no dicen
nada del Jesús trabajador. En otro sentido y en contexto diferente, afirma: “Mi
Padre no cesa nunca de trabajar, por eso yo trabajo también en todo tiempo” (Jn
5, 17).
Cuando convoca a personas para colaborar con Él, el Maestro
los saca, incluso de su trabajo, de manera que dejan sus ocupaciones y lo
siguen (Mc 1. 18-20). Insinúa que sus discípulos no necesitan trabajar, pues “el
obrero es digno de su trabajo” (Mt 10, 10).
Pablo y los demás misioneros
inauguran una forma original: viven el Evangelio en el mundo del trabajo. Nos
proponen el reto de evangelizar trabajando y trabajar evangelizando. Si
observamos su vida y sus escritos, Pablo se presenta como un trabajador
incansable. Puede estar orgulloso de sus manos encallecidas y presentarlas como
argumento en su predicación. Cuando en Éfeso se despide de los líderes afirma: “Bien
sabéis que con el trabajo de mis manos he ganado lo necesario para mí y para
mis compañeros” (Hch 20,34).
La garantía de la propia
subsistencia no era sólo un detalle en la vida de Pablo y sus compañeros. Sin
horarios, en condiciones precarias, su actividad era incansable: “Recordad
cómo trabajamos dia y noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros,
mientras os anunciábamos el Evangelio de Dios” (1 Tes 2, 9; 2 Tes 3,8).
Debían tener razones muy
importantes para que Pablo y los demás misioneros, como Aquila, Priscila,
Silvano, Timoteo, optaran por la evangelización a partir del mundo del trabajo.
Veámos algunos motivos:
Evangelizar: Haciéndose trabajadores como los demás, pueden llevar
la buena noticia a los obreros de su tiempo. Se identifican con ellos y pueden
comprender mejor sus necesidades.. Por eso recuerdan: “Os anunciamos el
Evangelio trabajando dia y noche” (1 Tes 2,9).
Servir de ejemplo: Antes de decir a los otros que deben trabajar,
los mismos evangelizadores trabajan. Por eso dicen: “Quisimos daros un ejemplo
a imitar” (2 Tes 3,9). Se trata de una forma de vivir. Una conducta ya
tradicional. (2 Tes 3,6).
Renunciar a un derecho: Pablo y sus colaboradores podrían vivir sin
trabajar, es decir, debían cobrar por la predicación del Evangelio, pero
declaran: “No hemos usado este derecho” (1 Cor 9, 12; cf 9, 15-18), y todo por
no crear obstáculos a la Palabra de Dios.
No ser gravosos a nadie: Las comunidades no eran ricas y no se
podía exigir mucho de su pobreza (2 Cor 12, 13-14).
Ganar el pan: EL motivo principal es trabajar para vivir
dignamente. Todas las personas quieren tener la honra de ganar el pan de cada
día (1 Tes 4, 11-12). Pablo lo hace como “un título de gloria” (1 Cor 9,15). La
propia supervivencia depende básicamente de este esfuerzo. Por eso, la llamada
de atención: “El que no quiera trabajar, que no coma” (2 Tes 3,10).
Trabajar con comunidades pobres: EL trabajo del que se habla en las
cartas paulinas es siempre arduo y penoso, “con fatiga y esfuerzo” (2 Tes 3,8).
A ello se refiere 1 Cor 4, 11-12; 2 Cor 11, 7-12; Hch 20, 33-34, en donde
predomina el desinterés por el enriquecimiento.
Compartir: “El ladrón que no robe más, sino que procure trabajar
honradamente, para poder ayudar al que esta necesitado” (Ef 4, 28). La
solidaridad y el compartir son necesarios en la forma cristiana de vivir.
Socorriendo a los débiles (Hch 20, 35) es como se crea la comunión. El estilo
de vida cristiano y fraterno.
Por su manera de vivir Pablo y
sus colaboradores crearon una nueva práctica y una nueva mística en relación
con el trabajo. La propuesta es actual y desafiante. Nos estimula a ir al
encuentro de las clases trabajadoras y a identificarnos con ellas, y desde ahí
a presentar el mensaje cristiano. El actual orden vigente, dentro del sistema
social injusto y explotador, nos invita a tomar postura para crear nuevas
relaciones humanas. El centro no es el lucro ni el capital, sino la persona,
que con su trabajo va engendrando un mundo nuevo.
Extracto del libro “Vivir y
anunciar la Palabra: las primeras comunidades” de Carlos Mesters y Equipo
Bíblico CRB – Editorial Verbo Divino, 2001.