miércoles, 16 de septiembre de 2009

La “cultura del ruido” en nuestros templos


Una de las características de la vida actual es la convivencia un poco ajetreada con el ruido en sus múltiples formas. Pareciera ser que una gran mayoría de las personas vivieran en una constante huida del silencio. Salir a la calle es, por razones lógicas, una permanente exposición de sonidos que en algunos casos nos resultan incómodos y en ocasiones agresivos. Ir de viaje en un bus de transporte público es algo particularmente curioso. Muchas personas llevan audífonos con su pequeño radio portátil, en ocasiones con volúmenes que le permiten a quienes van cerca oir lo que se esta escuchando por los audífonos del que los lleva puestos. En muchas oficinas y en centros comerciales se escuchan diferentes “músicas ambientales” por cuanto ya no hay en algunos casos, acuerdo para escuchar una sola melodía. En las salas de espera de los consultorios médicos y en las urgencias de los hospitales, hoy se escucha música ambiental –no siempre suave y discreta- y muy frecuentemente receptores de televisión que en nada o muy poco contribuyen al confort o bienestar de los pacientes que allí esperan atención. Es algo que resulta casi invasivo cuando se quieren buscar espacios de calma y de silencio. Y si revisamos el comportamiento de la mayoría de las personas cuando llegan a su casa, sin importar que estén solos o acompañados, una de las primeras reacciones instintivas es prender un radio, o el televisor.

Daría la impresión que el silencio fuera un problema en la vida de las personas. Incluso que fuera motivo de miedo para otros. ¿Qué hay en nuestro interior que pareciera que tenemos que ahogarlo con sonidos externos de diversa índole?


Hay una concepción generalizada acerca de que el silencio es la antesala de la reflexión y la meditación. Es muy difícil hacerlo en medio del ruido exterior.

En el campo de nuestra espiritualidad personal y comunitaria este fenómeno tiene impactos negativos muy altos. ¿Cómo hablar con Dios eficazmente en medio de ruidos y distracciones? ¿Cómo definir claramente nuestros pensamientos y reflexiones en un ambiente donde no hay un mínimo de silencio y de quietud? Orar allí es heroico! Agreguémosle a esto el carácter libertino y juguetón de nuestra mente. Con razón decía Santa Teresa de Jesús que “el pensamiento es la loca de la casa”!

En muchos templos católicos esta “cultura del ruido” está amenazando la práctica de la oración y la meditación. Se considera que la mayoría de las personas que entran a un templo lo hacen porque desean rendir culto a Dios, encontrarse con Él, poner en sus manos aquellas preocupaciones que no le dejan tener paz, presentarle sus ruegos por algún favor que requieren con urgencia. Otros, sencillamente quieren “dialogar” con Él a través de la oración y la lectura de la Palabra. Algunos quieren preparar una confesión y acudir al sacramento de la reconciliación. Son todas ellas… experiencias fuertes de una necesaria intimidad con Dios!

Para que estos encuentros de cada creatura con su creador puedan ser posibles, es deseable que al templo se concurra como a un lugar sagrado que es. Un sitio de oración. Un sitio de encuentro con Jesús que realmente está allí en el sagrario. Y su presencia requiere de nosotros la mayor reverencia. Aunque no se esté celebrando la Eucaristía.

Nuestras actitudes en el templo deben reflejar nuestra fe en la presencia real de Jesucristo allí.

Es frecuente que quienes ingresan al templo encuentren gente dialogando entre ellos, como si estuvieran en la sala de una casa. Niños correteando y jugando entre las sillas del lugar. Los miembros del coro riendo y hablando en voz alta, instrumentos probados en alto volumen, micrófonos mal graduados con sonidos estridentes que sacan al más contemplativo de los fieles de sus propias meditaciones. Es como ignorar que el templo es el lugar de encuentro con Dios!

No hablemos en voz alta dentro del templo como si estuviéramos en la plaza. En el templo no se come ni bebe, ni se mastica chicle, ni se juega. Tampoco es lugar para hablar por celulares. Jesús dijo: "Mi casa es casa de oración, y ustedes la han convertido en cueva de ladrones"(Mt 21,13). Hay muchos lugares para hablar con los demás y tratar nuestros negocios; el templo es exclusivo para hablar con Dios. No distraigamos a los demás, impidiendo que reciban bendición.


Para cambiar esta nueva realidad debemos iniciar por cambiar nosotros mismos. Algunas sugerencias al respecto son las siguientes:

· Hágase más consciente al ingresar al templo, que realmente llega a un sitio real de encuentro con Dios.
· Dirija su mirada hacia el Sagrario (o Tabernáculo) con reverencia y salude a Su Señor y Salvador.
· Evite establecer largas conversaciones con otras personas dentro del templo. Y si requiere hablar algo corto y necesario hágalo con el tono y volumen más bajo posible.
· Apague su celular al entrar o si es indispensable póngalo sólo en vibrador. Si entra una llamada no la responda dentro del templo. Respete al Señor y a los demás.
· SI lleva niños al templo no los deje libres como si estuvieran en un parque de diversiones. Usted debe ejercer control responsable sobre ellos durante su estadía en el templo.
· Cuando usted regresa a su silla después de recibir la comunión, si encuentra a alguien allí arrodillado, no le interrumpa su meditación.
· Ceda su silla a personas mayores, mujeres en estado de embarazo o enfermos que ingresan al templo.
· Si usted va a tomar fotos durante o después de una celebración Eucarística o sacramental, evite circular o caminar en el área del altar o presbiterio. Es un lugar sólo para los ministros de la iglesia.
· Si usted hace parte del coro o grupo celebrativo, pruebe los micrófonos y gradué el sonido en volúmenes adecuados. Al terminar una celebración manténgase con un comportamiento reverente y respetuoso del lugar. Evite los corrillos y las carcajadas.
· Cuando termina una Eucaristía el Señor no se va. Él continúa realmente allí. Su comportamiento debe reconocer esa presencia divina en todo momento.

No se trata de convertir el templo en un lugar sombrío, rígido y severo. Podemos estar allí celebrando con alegría pero igualmente con respeto. Aprendamos a valorar el silencio, a sentirnos cómodos en él. El templo es casa de oración.

No hay comentarios: