Jesucristo
Rey de Reyes y Señor de Señores,
a Él, honor
y la gloria por los siglos
1. Adorar
al Señor de la música y no a la música del Señor. El músico católico, ha
puesto más esfuerzo en los arreglos, ensayos, ritmo, al qué dirá la gente, al
gozo que produce la música; olvidando lo más importante: el Señor de la música,
el Rey de nuestras vidas, el Rey del universo. La música es solamente un
instrumento para acercarnos a Él.
2. No
cantar un canto, si no sale del corazón. No tiene sentido, cantar por
cantar, o porque un canto es bonito, porque me gusta o le gusta a la gente y
nada más. Tu canto debe salir de lo más profundo de tu corazón. A Dios hay que
entregarle lo mejor. Cómo decir “Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa
del Señor”, y estamos de mal genio o si en lugar de gozar en este momento, de
la presencia de Dios, estamos mirando la niña de en frente.
3. No
robar la gloria a Dios, porque sólo a Él le pertenece; a nosotros el trabajo.
Muchas personas sólo cantan con la intención de sobresalir, mostrarse o hacerse
famosas. El peligro está en que se convierten en el músico o grupo espectáculo,
queriéndole robar la gloria a Dios. Cuidado con los ministerios de alabanza que
son muy bendecidos, porque son los que más tienen que cuidarse y no dejarse
llevar por la vanidad. Todo el honor y honra es para Dios. El Señor exalta a
los humildes y no soporta los soberbios. Si tú quieres que te aplaudan o te
levanten un monumento, estás equivocado. El ministerio de música debe ser el
más humilde, más que el que lava los baños; porque este, es más difícil que
caiga en orgullo.
4. Alabar
a Dios, como si hoy fuera tu último día, tu último canto. Es urgente alabar
a Dios con todo nuestro sentimiento, porque el ministerio, así lo exige.
Recuerda que no sólo es un sentimiento, es el Espíritu Santo que está obrando
en nosotros y que por lo tanto, debemos tener una actitud humana que participe.
Para Dios, no es necesario que imitemos a otros grupos, de hecho nos hizo
diferentes; lo importante es cantarle con el corazón, dejando que el Espíritu
Santo fluya en nosotros.
5. Alabar
siempre al Señor con lo mejor, dando lo mejor y mostrando humildad. Podemos
conjugar estos dos elementos, dando lo mejor al Señor, prestando un servicio y
una alabanza de excelencia con humildad. Para ello, necesitamos una actitud de
excelencia como la Virgen María: primero con una gran humildad y segundo
haciendo que la comunidad no ponga los ojos en nosotros sino en el Señor. De
los grupos de música católica, la comunidad critica que son orgullosos y
rebeldes. Recordar que los talentos recibidos, son para llevar al pueblo de
Dios a la presencia Jesucristo, así tengamos que cargarlos.
6. Cantar
con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. En este
momento el Señor está delante de nosotros, tenemos que entregarle lo mejor y
estar de rodillas ante Él. No dejarnos llevar por la emoción, porque nos sale
bien un canto o porque nos aplauden y nos felicitan. No olvidar que lo más
importante, no es cómo suena tu canto; sino, como sale de tu corazón cuando lo
alabas. Dios no escucha lo que dicen tus labios, sino lo que hay en tu corazón.
Dios sabe si estás cantando con tu corazón, si realmente estás lleno de su amor
o si cantas sólo por compromiso, porque te quieres hacer famoso utilizando la
palabra y los misterios de Dios o porque te invitaron.
7. No
olvidar que tú lucha y competencia es contra el reino de las tinieblas. Los
ministerios de música no pueden ni deben competir, porque la competencia es
contra Satanás. Nosotros somos compañeros y estamos en el mismo lado. La lucha
no es contra el grupo al que tú le pediste un favor y no te lo hizo, entonces,
tú quedaste enojado. Esto es lo que quiere el enemigo, dividir. Tenemos que olvidar
rencores, ofensas y estar unidos haciendo la voluntad del Señor y no nuestra
voluntad; de esto tenemos que rendir cuentas al Señor. Recordar que nuestra
guerra es espiritual.
8. No
desear, ni el don, ni el instrumento de tu prójimo. Dios tiene un don
especial para cada uno. Usar la fortaleza que Dios te ha dado y ve a cumplir la
misión. Tú tienes que darle cuenta a Dios de tu vida, tu ministerio y de los
dones recibidos. Meditar hasta qué punto, si estás apreciando lo que Dios te
dio. Tenemos a nuestra esposa y estamos mirando la mujer del otro. Siempre
estamos comparándonos con los demás y Dios mira es nuestro corazón. Somos
injustos con Dios cuando nos sentirnos menos que otros, porque despreciamos los
dones que Él nos ha dado. Lo que tú no hagas en esta vida, quedará sin hacer
por toda la eternidad. Cántale a Dios
con todas tus fuerzas, quizá Dios escuche más tu canto, así sea el más
desafinado.
9. No
matar el gozo en ningún hermano con tu anti testimonio. Habrá escándalos,
pero hay de aquellos que provoquen el escándalo. No somos perfectos, pero
tenemos una responsabilidad ante el pueblo de Dios. Hay de nosotros si
escandalizamos a un alma; lo que cuesta traerla a Jesucristo, ahora usted, no
puede darse el lujo de espantar el rebaño de Dios, porque haría lo mismo que
Caín con Abel, lo mató. Matamos el gozo
de nuestro hermano por ejemplo, con un anti testimonio. Nuestra misión es
entregarle a Dios una alabanza que le agrade y matamos el gozo de nuestro hermano,
cuando cantamos sin ganas con el ceño fruncido, alegando y reclamándonos
nosotros mismos.
10. No
adulterar la alabanza. Cuando no entregamos un sacrificio de alabanza
auténtico, estamos adulterando la alabanza. Somos impostores, estamos usurpando
un lugar que no nos pertenece. Como ministerios de alabanza, estamos llamados a
no quedarnos con nada, todo es de Dios. Hay de ti que quieres gloriarte a ti
mismo de la bendición que Dios te ha dado. El honor, la fuerza y el poder le
pertenecen a Cristo Jesús y nosotros como hijos de Dios, no vamos a adulterar
la alabanza. Toda la alabanza es para Dios.
Colaboración de Marco
Tulio Tuberquia
Miembro del Ministerio
de Alabanza de la P. de San Cipriano
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