viernes, 14 de febrero de 2014

REVISANDO NUESTRA REUNIÓN COMUNITARIA

Uno de los enemigos más peligrosos que puede atacar nuestra relación con Dios es la rutina. Se puede expresar en diferentes momentos y lugares. En la oración personal cuando rezamos oraciones de manuales, sin ponerle el sentido y el corazón a cada palabra que le expresamos al Señor. En la misa, cuando asistimos a ella por costumbre, para estar presentes pero no participar. Cuando participamos de los actos litúrgicos en la Eucaristía sin interesarnos por descubrir y vivir el verdadero sentido de cada acción que allí realizamos. Por ejemplo, arrodillarnos durante la elevación del Cuerpo de Jesús en el altar, por parte del sacerdote, sin entender por qué lo hacemos o qué queremos expresar con ello.

En las reuniones de la Pequeña Comunidad, igualmente puede ocurrir algo de esto. En una buena mayoría de casos esto sucede por no planear responsablemente el desarrollo de la reunión. Si vamos a iniciar la reunión con cantos de alabanza, sería deseable que dichos cantos hayan sido escogidos con anticipación y que factiblemente los conozcan los miembros. Incluso puede ser conveniente tener algunos cancioneros impresos a la mano para que todos participen   en la alabanza.  A falta de esto, comúnmente se improvisa mucho: cantos y oraciones tomadas al azar de manuales de oración, que se entonan en ocasiones sin la alegría y entusiasmo que debe acompañar la alabanza.

Siendo la alabanza el paso previo a la oración, no es difícil imaginar los efectos desafortunados que produce orar sin una previa disposición del cuerpo, de la mente y del espíritu para alabar y orar al Señor.
  
Es importante tener claro lo que significa adorar, alabar y orarle a Dios. Adorar a Dios en Espíritu es un acto que es fruto del amor que le tenemos a Él. Adorar a Dios en Espíritu y en Verdad es ser obedientes a su Palabra y el buscar establecer una relación con el Padre, a través de su hijo Jesucristo quien es la Verdad. Adorar es esforzarnos en agradar a Dios.

Aunque alabar no es cantar, podemos servirnos de la música para alabar. La alabanza se expresa con palabras (Efesios 5, 19-20).
Alabamos por las bendiciones que Él nos da frecuentemente (Salmo 104 (103)).

La alabanza comunitaria no puede hacerse en silencio. Implica ocupar nuestra boca y desde nuestro corazón expresarle algo (Salmo  22,22) (Salmo 100,4). Expresar gratitud es algo que va acompañado de alegría. No se podría entender que algunos alaben con expresiones de frialdad y desdén en el momento mismo de la alabanza.

Otra situación muy diferente es que haya personas que les sea difícil alabar alzando las manos, o aplaudiendo, lo cual no es estrictamente necesario. Pero el cantar u orarle al Señor en voz alta, en un ambiente comunitario, debe ser una expresión sincera, auténtica y vivaz de agradecimiento y de adoración al Dueño de nuestras vidas.

Se debe buscar igualmente, que exista un sano equilibrio entre las diferentes partes de la reunión. Es decir entre alabanza, oración, lectura y discernimiento de la Palabra, edificación espiritual y la catequesis o formación de los miembros de la comunidad en aspectos doctrinarios y de fe a la luz de los Evangelios. Y este equilibrio no necesariamente es en tiempo asignado a cada parte. Es en la calidad de la disposición en Espíritu y en Verdad para cada momento de la reunión.

Es saludable buscar de manera natural la participación de todos los miembros de la pequeña comunidad en todas las partes de la reunión. En este punto el coordinador de la comunidad puede ayudar mucho planteando preguntas a los miembros, que ellos se motiven a responder.

¿Debo permanecer callado cuando los demás miembros alaban comunitariamente?
¿Callarme, cuando todos los demás oran?
¿Silenciarme cuando todos los demás me comparten su discernimiento de la Palabra? Puedo expresar algo breve pero sincero. Dios me ha hablado y espera mi respuesta.

Puede resultar beneficioso tomar algunas notas de las ideas que más llaman mi atención al escuchar la catequesis. Incluso hacer preguntas si algo no lo comprendo bien. La vida en pequeña comunidad  es un caminar juntos. Es compartir con los demás miembros una misma esperanza y apoyarnos unos a otros en los momentos de dificultad, que nos trae la vida y que no son escasos.


Cada componente de la reunión cumple una finalidad y en consecuencia no debe suprimirse. Imaginémonos por un momento, en una reunión de pequeña comunidad, suprimir la oración, o el discernimiento de la Palabra, o la edificación espiritual, o la catequesis. Sería una reunión incompleta y truncada. El conjunto de estas partes ha sido claramente previsto por el sistema integral de nueva evangelización (SINE) desde sus inicios, y claramente rinde sus frutos en nuestro crecimiento espiritual. Todos estos procesos comunitarios son necesarios e importantes para poder ir a anunciar la buena nueva a los demás, para ser una comunidad evangelizada y evangelizadora.

Nos dice el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”: Precisamente en esta época, y también allí donde son un “pequeño rebaño” (Lc 12, 32) los discípulos del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5, 13-16). Son llamados a dar testimonio de una pertenencia evangelizadora de manera siempre nueva. ¡No nos dejemos robar la comunidad!