viernes, 31 de octubre de 2014

Dos pensamientos de Sor Teresa de Calcuta:



“La más terrible pobreza es la soledad y el sentimiento de no ser amado. La más grande enfermedad hoy en día, no es la lepra ni la tuberculosis, sino el sentimiento de no ser amado!”

“Hay más hambre en el mundo por amor y por ser apreciado, que por no tener pan”

Reflexión:

Has una revisión mental de las personas que viven en tu vecindario o en el edificio que tu ocupas. Identifica por un momento cuáles de ellos viven solos o casi solos. Algunos de ellos conviven con un familiar o relacionado, que permanece la mayoría del tiempo fuera de la casa y solo llega a dormir. Cuantos adultos mayores viven cerca de ti? ¿Cuántos de ellos no pueden ir al templo por encontrarse enfermos? ¿Estarías dispuesto(a) a separar 15 minutos de tu tiempo e ir a visitar a una de estas personas, para saludarla, presentarte tú como vecino y ofrecerle tu colaboración en caso de urgencia? Estarías dispuesto a hacerle una llamada telefónica a ese conocido o conocida tuya, que vive solo(a) y que muy probablemente no tiene con quien hablar?

¿Cómo puedes tú mostrarle el rostro de Jesús a alguna de estas personas, disponiéndote tú mismo a ir al encuentro del otro, con amabilidad y en expresión fraterna de interés por su situación?

¿Por qué no invitar a algunas de estas personas, pare que se integren a la Pequeña Comunidad en que tú participas, o en alguno de los grupos pastorales de la Parroquia?


Si sólo le regalaras 15 minutos o más de atenta escucha a una de estas personas, no te imaginas el apoyo que les podrías dar, el sentimiento de autoestima que les comunicarías y luego te sentirás muy satisfecho de vivenciar el amor de Jesús, entregándolo a los demás!

¿Quieres conocer cuál es la Voluntad de Dios que debemos cumplir?


Recordamos aquí sus 10 Mandamientos, útiles para hacer una rápida revisión personal de vida:
1.       Amar a Dios sobre todas las cosas (Mt 22.37-39)
2.       No jurar su Santo Nombre en vano (Mt 5. 34)
3.       Santificar las fiestas (Éxodo 20)
4.       Honrar a Padre y Madre (Eclesiástico 3)
5.       No matar (Jesucristo Mt 5)
6.       No hacer actos impuros (San Pablo, 1 Cor 6. 18)
7.       No robar (Lucas 19)
8.       No levantar falsos testimonios ni mentir (Mt 26. 3-4)
9.       No desear la mujer del prójimo (Jesucristo Mt 5. 28)
10.   No codiciar los bienes ajenos (Éxodo 20.17).


Una mirada detenida, sincera, consciente de cada mandamiento, nos permitirá identificar qué cosas debemos cambiar y cuales reforzar para sintonizar nuestra vida con el Señor. 

domingo, 26 de octubre de 2014

Médicos Católicos de América Latina: El Papa quiere que estemos cerca de...





"Un pueblo que no trata bien a sus ancianos, es un pueblo que no tiene futuro": Papa Francisco.



El Santo Padre quiere que estemos cerca de los ancianos y hacerles ver cual es su papel en la familia y en la sociedad.

Hay más católicos en el mundo pero son menos proporcionalmente





CIFRAS DE CREYENTES CATÖLICOS - Informe a diciembre 31 de
2012:
La población mundial era de 7.023.377.000 habitantes, de los cuales 1.228.621.000 son católicos, es decir un 17.49%   En
América latina, los católicos se incrementaron en el último año de este corte, en 6.509.000, equivalente a un 0.12%  En Asia los católicos crecieron un 0.01%, pero a nivel global mundial los
católicos se han disminuido porcentualmente en un 0.01%.   A la misma fecha los religiosos católicos sumaban 702.429, con un decrecimiento de 10.677    Los Misioneros sumaban 362.488 con un decrecimiento de 19.234 En el caso de los sacerdotes, estos sumaban 414.313, con un incremento en ese último año de 895 sacerdotes.


En centros de educación católicos de todo el mundo habían 60 millones de estudiantes, al tiempo que la Iglesia Católica atendía 115.000 centros médicos y asistenciales en todo el mundo.

sábado, 18 de octubre de 2014

Mensaje del Sínodo: ni comunión para los divorciados vueltos a casar ni reconocimiento de uniones homosexuales

Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la conferencia de presentación del Mensaje de la III Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos dedicada a «Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización» (5-19 de octubre). En relación a los divorciados vueltos a casar, el mensaje simplemente constata que los obispos han «reflexionado sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos» de dichos fieles. No se menciona a los homosexuales
18/10/14 3:04 PM | Imprimir | Enviar

(InfoCatólica)  En la presentación del Mensaje del Sínodo han intervenido los cardenales Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida (Brasil), Presidente delegado; Gianfranco Ravasi, Presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, Presidente de la Comisión para el Mensaje y Oswald Gracias, arzobispo de Bombay (India).


Texto íntegro:

«Los Padres Sinodales, reunidos en Roma junto al Papa Francisco en la Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, nos dirigimos a todas las familias de los distintos continentes y en particular a aquellas que siguen a Cristo, que es camino, verdad y vida. Manifestamos nuestra admiración y gratitud por el testimonio cotidiano que ofrecen a la Iglesia y al mundo con su fidelidad, su fe, su esperanza y su amor.
Nosotros, pastores de la Iglesia, también nacimos y crecimos en familias con las más diversas historias y desafíos. Como sacerdotes y obispos nos encontramos y vivimos junto a familias que, con sus palabras y sus acciones, nos mostraron una larga serie de esplendores y también de dificultades.
La misma preparación de esta asamblea sinodal, a partir de las respuestas al cuestionario enviado a las Iglesias de todo el mundo, nos permitió escuchar la voz de tantas experiencias familiares. Después, nuestro diálogo durante los días del Sínodo nos ha enriquecido recíprocamente, ayudándonos a contemplar toda la realidad viva y compleja de las familias.
Queremos presentarles las palabras de Cristo: «Yo estoy ante la puerta y llamo, Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo». Como lo hacía durante sus recorridos por los caminos de la Tierra Santa, entrando en las casas de los pueblos, Jesús sigue pasando hoy por las calles de nuestras ciudades. En sus casas se viven a menudo luces y sombras, desafíos emocionantes y a veces también pruebas dramáticas. La oscuridad se vuelve más densa, hasta convertirse en tinieblas, cundo se insinúan el el mal y el pecado en el corazón mismo de la familia.
Ante todo, está el desafío de la fidelidad en el amor conyugal. La vida familiar suele estar marcada por el debilitamiento de la fe y de los valores, el individualismo, el empobrecimiento de las relaciones, el stress de una ansiedad que descuida la reflexión serena. Se asiste así a no pocas crisis matrimoniales, que se afrontan de un modo superficial y sin la valentía de la paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio. Los fracasos dan origen a nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando situaciones familiares complejas y problemáticas para la opción cristiana.
Entre tantos desafíos queremos evocar el cansancio de la propia existencia. Pensamos en el sufrimiento de un hijo con capacidades especiales, en una enfermedad grave, en el deterioro neurológico de la vejez, en la muerte de un ser querido. Es admirable la fidelidad generosa de tantas familias que viven estas pruebas con fortaleza, fe y amor, considerándolas no como algo que se les impone, sino como un don que reciben y entregan, descubriendo a Cristo sufriente en esos cuerpos frágiles.
Pensamos en las dificultades económicas causadas por sistemas perversos, originados «en el fetichismo del dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano», que humilla la dignidad de las personas. Pensamos en el padre o en la madre sin trabajo, impotentes frente a las necesidades aun primarias de su familia, o en los jóvenes que transcurren días vacíos, sin esperanza, y así pueden ser presa de la droga o de la criminalidad.
Pensamos también en la multitud de familias pobres, en las que se aferran a una barca para poder sobrevivir, en las familias prófugas que migran sin esperanza por los desiertos, en las que son perseguidas simplemente por su fe o por sus valores espirituales y humanos, en las que son golpeadas por la brutalidad de las guerras y de distintas opresiones. Pensamos también en las mujeres que sufren violencia, y son sometidas al aprovechamiento, en la trata de personas, en los niños y jóvenes víctimas de abusos también de parte de aquellos que debían cuidarlos y hacerlos crecer en la confianza, y en los miembros de tantas familias humilladas y en dificultad. Mientras tanto, «la cultura del bienestar nos anestesia y […] todas estas vidas truncadas por la falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera». Reclamamos a los gobiernos y a las organizaciones internacionales que promuevan los derechos de la familia para el bien común.
Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie. Agradecemos a los pastores, a los fieles y a las comunidades dispuestos a acompañar y a hacerse cargo de las heridas interiores y sociales de los matrimonios y de las familias.
También está la luz que resplandece al atardecer detrás de las ventanas en los hogares de las ciudades, en las modestas casas de las periferias o en los pueblos, y aún en viviendas muy precarias. Brilla y calienta cuerpos y almas. Esta luz, en el compromiso nupcial de los cónyuges, se enciende con el encuentro: es un don, una gracia que se expresa –como dice el Génesis– cuando los dos rostros están frente a frente, en una »ayuda adecuada«, es decir semejante y recíproca. El amor del hombre y de la mujer nos enseña que cada uno necesita al otro para llegar a ser él mismo, aunque se mantiene distinto del otro en su identidad, que se abre y se revela en el mutuo don. Es lo que expresa de manera sugerente la mujer del Cantar de los Cantares: «Mi amado es mío y yo soy suya… Yo soy de mi amado y él es mío».
El itinerario, para que este encuentro sea auténtico, comienza en el noviazgo, tiempo de la espera y de la preparación. Se realiza en plenitud en el sacramento del matrimonio, donde Dios pone su sello, su presencia y su gracia. Este camino conoce también la sexualidad, la ternura y la belleza, que perduran aun más allá del vigor y de la frescura juvenil. El amor tiende por su propia naturaleza a ser para siempre, hasta dar la vida por la persona amada. Bajo esta luz, el amor conyugal, único e indisoluble, persiste a pesar de las múltiples dificultades del límite humano, y es uno de los milagros más bellos, aunque también es el más común.
Este amor se difunde naturalmente a través de la fecundidad y la generatividad, que no es sólo la procreación, sino también el don de la vida divina en el bautismo, la educación y la catequesis de los hijos. Es también capacidad de ofrecer vida, afecto, valores, una experiencia posible también para quienes no pueden tener hijos. Las familias que viven esta aventura luminosa se convierten en un testimonio para todos, en particular para los jóvenes.
Durante este camino, que a veces es un sendero de montaña, con cansancios y caídas, siempre está la presencia y la compañía de Dios. La familia lo experimenta en el afecto y en el diálogo entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas. Además lo vive cuando se reúne para escuchar la Palabra de Dios y para orar juntos, en un pequeño oasis del espíritu que se puede crear por un momento cada día. También está el empeño cotidiano de la educación en la fe y en la vida buena y bella del Evangelio, en la santidad. Esta misión es frecuentemente compartida y ejercitada por los abuelos y las abuelas con gran afecto y dedicación. Así la familia se presenta como una auténtica Iglesia doméstica, que se amplía a esa familia de familias que es la comunidad eclesial. Por otra parte, los cónyuges cristianos son llamados a convertirse en maestros de la fe y del amor para los matrimonios jóvenes.
Hay otra expresión de la comunión fraterna, y es la de la caridad, la entrega, la cercanía a los últimos, a los marginados, a los pobres, a las personas solas, enfermas, extrajeras, a las familias en crisis, conscientes de las palabras del Señor: «Hay más alegría en dar que en recibir». Es una entrega de bienes, de compañía, de amor y de misericordia, y también un testimonio de verdad, de luz, de sentido de la vida.
La cima que recoge y unifica todos los hilos de la comunión con Dios y con el prójimo es la Eucaristía dominical, cuando con toda la Iglesia la familia se sienta a la mesa con el Señor. Él se entrega a todos nosotros, peregrinos en la historia hacia la meta del encuentro último, cuando Cristo «será todo en todos». Por eso, en la primera etapa de nuestro camino sinodal, hemos reflexionado sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados en nueva unión.
Nosotros, los Padres Sinodales, pedimos que caminen con nosotros hacia el próximo Sínodo. Entre ustedes late la presencia de la familia de Jesús, María y José en su modesta casa. También nosotros, uniéndonos a la familia de Nazaret, elevamos al Padre de todos nuestra invocación por las familias de la tierra:
Padre, regala a todas las familias la presencia de esposos fuertes y sabios, que sean manantial de una familia libre y unida.
Padre, da a los padres una casa para vivir en paz con su familia.
Padre, concede a los hijos que sean signos de confianza y de esperanza y a jóvenes el coraje del compromiso estable y fiel.
Padre, ayuda a todos a poder ganar el pan con sus propias manos, a gustar la serenidad del espíritu y a mantener viva la llama de la fe también en tiempos de oscuridad.

Padre, danos la alegría de ver florecer una Iglesia cada vez más fiel y creíble, una ciudad justa y humana, un mundo que ame la verdad, la justicia y la misericordia».

lunes, 13 de octubre de 2014

Informe de Relatoría del Sínodo sobre la Familia al 13-10-2014

Consulte la informacion oficial del Vaticano contenida en el siguiente link:

http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2014/10/13/0751/03037.html


sábado, 4 de octubre de 2014

De nuestro buzón de correo:

Mensaje recibido de Eugenia Ruiz Sandoval, seguidora de esta publicación:

Gracias Héctor, buenos días.

Siempre he creído que la creación del blog viene siendo otra forma de evangelizar, yo lo he venido compartiendo con algunos de mis amigos y relacionados.

Eclesiástico 39,15-16  Engrandeced su nombre, publicad sus alabanzas con cantos y con cítaras, así direis al albarle: 16-        qué hermosas son todas las obras del Señor, todas sus obras se cumplen a su tiempo. No hay lugar a decir: ¡Qué es esto? ¡Para qué es aquello?   porque todo ha sido creado con su fin.
Mat. 12,18  "Este es mi siervo, mi elegido, mi amado, la alegría de mi alma; pondré mi espíritu sobre él para que anuncie la justicia a las naciones"
Salmo 73,28  Pero yo me acercaré a Dios, pues para mi eso es lo mejor. Tú, Señor y Dios, eres mi refugio, y he de prolamar todo lo que has hecho.
PROCLAMAR - Anunciar, Contar, Declarar, Predicar, Profetizar, Promulgar, Publicar. (Concordancias-Dios habla hoy)

Gracias por todo lo que nos aportas, Dios te bendiga hoy y siempre, 
Eugenia

viernes, 3 de octubre de 2014

Entrevista Persona Personaje Padre Ignacio Larrañaga





En este video, que contiene una entrevista realizada al Padre Ignacio Larrañaga, fundador de los Talleres de Oración y Vida, quien vivió su pascua el año pasado, podemos conocer una interesante aproximación a la personalidad y cualidades del entrevistado. Sus conceptos aquí expresados tienen plena vigencia en el post-modernismo que vive el mundo occidental actual.



Bienvenido amigo(a) lector(a) a la visión espiritual y trascendente de la vida, que el Padre Ignacio nos comparte en esta especial entrevista.

Nació para la vida eterna!


En la foto, Patricia recostada en el hombro de su señora madre,
Doña Susana vda. de Casas.

Nuestra querida hermana Patricia Casas, miembro de la comunidad parroquial de San Cipriano e integrante de la Pequeña Comunidad “Pescadores” ha nacido para la vida eterna. Su  profunda fe en Dios y la práctica de una vida católica cristiana –herencia de sus padres- le permitió en medio del sufrimiento de sus quebrantos de salud, prepararse para vivir la eternidad junto a Dios. Ahora, confiamos en que desde  allí Patricia ruega por todos nosotros, en medio de la paz y la felicidad que sólo el Señor nos puede dar. 

Mi esposa y yo, hacemos llegar a todos los miembros de la familia Casas, nuestro acompañamiento de corazón y nuestras oraciones al Señor de la Misericordia, para que los fortalezca frente al natural vacío de su partida. Continuamos nuestro peregrinaje para tan anhelado encuentro.

Héctor y Olga Lucía.