martes, 23 de julio de 2013

¿Cuál es la Voluntad de Dios para sus creaturas?


En el Evangelio de hoy (Mateo 12, 48-50) Jesús nos explica lo que significa ser Hijos de Dios y Hermanos en Jesucristo, cuando dice: Pero Él respondió al que se lo decía: ”¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?” Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre de los cielos, ése es mi hermano, mi hermana o mi madre”.

Es decir, los lazos del parentesco carnal quedan pospuestos a los del parentesco espiritual. Naturalmente Él conocía quienes eran sus familiares, pero quería clarificar que pertenecer a la familia de Dios no tiene nada que ver con el parentesco sanguíneo.

En todos los tiempos posteriores muchos cristianos se han preguntado: ¿Cuál es la Voluntad de Dios para sus creaturas? Y seguidamente hemos escuchado una gran variedad de respuestas, que frecuentemente hacen parte de la solución a este interrogante. Consultando el Catecismo de la Iglesia Católica, compendio de nuestra doctrina, encontramos en el numeral 2822 la siguiente respuesta:

“La voluntad de nuestro Padre es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. En la Primera Carta de San Pablo a Timoteo, capítulo 2, versículos 3 y 4, refiriéndose a la importancia de la oración, nos dice: “Esto es bueno y agrada a Dios nuestro Salvador, pues Él quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad”. Él usa de su paciencia no queriendo que algunos perezcan (2 Pedro 3,9). Su mandamiento de que “nos amemos unos a los otros como ÉL nos ha amado”, resume todos los demás mandamientos.

La vida de Jesús fue una pedagogía permanente de la obediencia al Padre. Por esta razón dijo de sí mismo: “He aquí que yo vengo, oh Dios, a hacer tu Voluntad”(Hb 10,7).  Jesús dijo: “Yo hago siempre lo que le agrada a Él” -el subrayado es nuestro- en Juan 8,29. En su agonía acoge totalmente esta Voluntad: No se haga mi voluntad, sino la tuya”(Lc 22, 42).

Dice el numeral 2824 que Jesús “se entregó a sí mismo por nuestros pecados, según la Voluntad de Dios.”(Ga 1,4). “Y en virtud de esta Voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo” (Heb 10, 10).

Prosigue el Catecismo en el numeral 2825: “Con cuanta más razón la debemos experimentar nosotros, creaturas y pecadores, que hemos llegado a ser hijos de adopción en Él! Pedimos a nuestro Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para cumplir su Voluntad, su designio de salvación para la vida del mundo”.

¿Por qué nos cuesta tanto hacer la Voluntad del Señor? Parte de la explicación a esta pregunta radica en que los seres humanos queremos hacer todo lo que nos proponemos o se nos antoja, confiados y basados en nuestra propia voluntad, prescindiendo de toda ayuda o soporte diferente a nosotros mismos. Se nos ha formado desde pequeños a “valernos solo de nosotros mismos, de nuestras propias fuerzas, de nuestros criterios –ciertos o no-  creyendo que somos amos y señores de nuestro propio destino. Y esto último usualmente es recibido por el mundo como una verdad inobjetable. Todas las prácticas hogareñas para hacernos independiente, con “vuelo propio”, aventureros y arriesgados – todo un modelo del hombre contemporáneo- que a la luz de la fe y la doctrina tiene un discernimiento diferente.

El numeral 2825, igualmente nos anuncia: “Nosotros somos radicalmente impotentes para ello, pero unidos a Jesús y con el poder de su Espíritu Santo, podemos poner en sus manos nuestra voluntad y decidir escoger lo que su Hijo siempre ha escogido:  hacer lo que le agrada al Padre (Jn 8, 29).

Es igualmente importante reflexionar lo que nos anuncia San Juan, 9, 31: “Si alguno cumple la Voluntad de Dios, a ese le escucha (Jn 9, 31).

Es decir, conocer y cumplir la Voluntad de Dios es el verdadero medio del cristiano para recorrer exitosamente el camino de la salvación. ¿Cómo   no dejarse alejar de esta misión?

Así las cosas, la vida en Pequeña Comunidad es una preparación para la Misión, en medida en que nos prepara en el conocimiento de la fe, en la vivencia de la Palabra y en agradar al Padre.
 
Escrito por:
Héctor Enrique León
Laico comprometido