sábado, 1 de diciembre de 2012

¿Porqué participar en una Pequeña Comunidad?


Esta es una pregunta que algunos católicos alejados se hacen cuando se enteran que existen Pequeñas Comunidades de fieles cristianos, que se reúnen periódicamente en sus casas. Y la pregunta inicial suscita otras no menos importantes: ¿Qué razones se pueden tener para congregarse con otras personas alrededor de experiencias de fe? ¿Porqué no vivir mi fe de manera individual y aislada de los demás?

Para quienes el Señor nos ha permitido hacer parte de una Pequeña Comunidad la respuesta no se hace esperar. Ciertamente muchos Santos de nuestra Iglesia han alcanzado buena parte de su santidad en la vida eremítica, es decir, renunciando a la vida en sociedad y retirándose a la soledad del campo para practicar la meditación, la oración y la penitencia. Algo muy exigente y de muy alto mérito espiritual. Ejemplos de esta opción son San Francisco de Asís, fundador de la orden Franciscana, la Orden de las Clarisas (conjuntamente con su hermana Clara de Asís), y la Orden Tercera de la Penitencia. O bien, San Antonio abad, anacoreta egipcio y amante de la vida monástica. Igualmente, San Benito abad, fundador de la Orden Benedictina, quien llegó a fundar 12 monasterios con 12 monjes cada uno.

 
Pero cuando nos tomamos en serio nuestra relación con Dios, esta opción de formación y crecimiento individual es algo muy riguroso y estricto. El camino de la virtud está salpicado de caídas, de pruebas reiteradas y de la necesidad de vencer el desánimo y aridez de los momentos de duda y de  debilidad, tan factibles para todo ser humano. Es como hacer un viaje solo en medio de la tormenta y los momentos de oscuridad. Allí el propósito de persistir puede tambalear y hacernos abandonar los mejores propósitos. Algo muy diferente es emprender ese mismo viaje acompañado de otro u otros que compartan el mismo interés. Cada uno podrá ser soporte para el otro y entre todos se animarán para superar los escollos que se presenten.

Esa es una de las principales ventajas de la vida en Pequeña Comunidad, en la cual regularmente entre 8 a 12 personas caminan unidos en un propósito común: la construcción de un modelo de vida corporativo –inspirado en los Santos Apóstoles- que animados por el Espíritu Santo, puedan aprender a vivir los valores del Evangelio y vivir como auténticos discípulos y misioneros de Cristo.

 
Por ello, el Documento Conclusivo de Aparecida (V Conferencia del Episcopado Latinoamericano) expresa de las Pequeñas Comunidades:

Ellas son un ámbito propicio para escuchar la Palabra de Dios, para vivir la fraternidad, para animar en la oración, para profundizar procesos de formación en la fe y para fortalecer el exigente compromiso de ser apóstoles en la sociedad de hoy. Ellas son lugares de experiencia cristiana y evangelización que, en medio de la situación cultural que nos afecta, secularizada y hostil a la Iglesia, se hacen todavía mucho más necesarias” DA-308.

 
Los miembros de la Pequeña Comunidad se reúnen una vez a la semana, en forma rotatoria en cada una de sus casas,  por un espacio de hora y media a dos horas máximo, para un encuentro fraterno en el que se hace y se viven 5 momentos esenciales: 1. Oración y alabanza (incluye oración al Espíritu Santo y acto penitencial). 2. Lectura y discernimiento de la Palabra. 3. Edificación Espiritual iluminada por la Palabra y el compartir testimonios de vida en fe y solidaridad. 4. Catequesis como expresión de formación en aspectos de fe y doctrinarios, para dar mejor razón de nuestra esperanza, y  5. Oración comunitaria de unos por otros, que concluye con un ágape sencillo alrededor de una taza de café o una aromática.

La integración a la Pequeña Comunidad nos vincula a una nueva familia: la de los hijos de un mismo Padre, en la que sin importar diferencias de toda índole (raza, ocupación, nivel económico o lugar de vivienda) somos todos iguales y aprendemos a amarnos bajo una perspectiva diferente como hermanos en la fe. Por esta razón caminar en una Pequeña Comunidad es una experiencia de solidaridad, de apoyo mutuo y de aprendizaje continuo. Hoy ocurre realmente en nuestras comunidades, igual que se describe en Hechos de los Apóstoles, que quienes nos observan dicen: “Mírenlos cómo se aman!”.

Naturalmente en las Pequeñas Comunidades también hay dificultades, pues están integradas por seres humanos que luchan por superar sus debilidades y las ocasiones de pecado que a todos nos afectan en cualquier instante. Pero indiscutiblemente la Pequeña Comunidad es fuente de vida en el mejor de los sentidos: vida en Cristo Jesús! Allí no estamos solos.

 
Recordemos al Apóstol San Pablo en la Epístola a los Efesios, capítulo 5, versículos 14 al 17 cuando nos dice:

Pues todo lo que queda manifiesto es luz. Por eso se dice: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo! Así pues, mirad atentamente cómo vivís; no seáis necios sino sabios; aprovechando bien la ocasión, porque los días son malos. Por tanto no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor.”
 
Escrito por Héctor León.
Bogotá - Colombia