martes, 14 de febrero de 2012

¿SIGNOS DE VIDA NUEVA?

¿Cómo debe ser una comunidad cristiana para que sea signo de vida nueva? El Nuevo Testamento nos ofrece varios modelos. El álbum de la familia de Dios tiene muchas fotografías. Por ejemplo, el Evangelio de Mateo trae una propuesta en el discurso de la comunidad (Mt 18, 1-35) y otra en el sermón de la montaña (Mt 5,8). Marcos describe un proyecto de comunidad con una serie de varios episodios que revelan el objetivo de la Buena Noticia en la vida del pueblo (Mc 1, 16-45). Lucas por su parte, propone un modelo cuando describe la vida de los primeros cristianos. Es un modelo que se sostiene sobre 4 columnas: “Todos ellos perseveraban en la enseñanza de los Apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones (Hch 2, 42). Vamos a examinarlo en profundidad.


Primera columna: enseñanza de los Apóstoles


Indica el nuevo cuadro de referencias de la vida comunitaria. La enseñanza es la nueva
interpretación de la vida y de la Biblia, transmitida por los Apóstoles a través de la experiencia de la resurrección. Como Jesús, los cristianos tuvieron el coraje de romper con las enseñanzas de los escribas. En vez de seguir las enseñanzas de los maestros de la época, siguen ahora la doctrina de 12 trabajadores sin instrucción (Hch 4,13).


El nuevo liderazgo de los Apóstoles les ha venido de los signos que hacen en comunidad(Hch 2,43; 4,33; 5,12. 15-16), y de las “órdenes” dadas por Jesús a María Magdalena, a los 120 discípulos, a las mujeres, a los discípulos en el monte (Mt 28, 18-20; Mc 16, 15; Lc 24, 24, 44-49; Jn 20, 23; 21,17). Sin embargo, la comunidad les cuestionaba en el ejercicio de esta autoridad (Gál 2, 11-14; Hch 11, 3). Debían dar explicaciones (Hch 11, 4-18).


Segunda columna: la unión fraterna


Indica el nuevo ideal de la vida comunitaria. La comunión (koinonía) nace del Padre (1 Jn 1,3), del Hijo (1 Cor 1,9) y del Espíritu Santo (2 Cor 13,13; Flp 2,1) y se traduce en la comunión de los bienes. Los primeros cristianos ponían todo en común, hasta el punto de que ya no habían
necesidades entre ellos (Hch 2, 44-45; 4,32. 34-35). De esta forma, cumplían la ley de Dios que decía: “No habrá pobres entre los tuyos” (Dt 15, 4). LA comunión indicaba la actitud del que no se sentía dueño de lo que poseía, sino que tenía el coraje de compartir sus bienes con los otros (Rom 15,26; 2 Cor 9,13; Flm 6 y 17).


El ideal de la comunión era llegar no sólo a compartir los bienes. Se compartía también los
sentimientos y experiencia de vida, hasta el punto de que todos sentían y pensaban lo mismo (Hch 4,32; 1,14; 2,46. Llegar a una convivencia sin secretos (Jn 15,15) que superen las fronteras que proceden de la religión, clase, sexo y raza (cf. Gál 3,28; Col 3,11; 1 Cor 12,12).


Esta comunión es sagrada. No se puede profanar. Quien abusa de ella para beneficio propio muere para la comunidad. Es la lección del relato de Ananías y Safira (Hch 5, 1-11).


Tercera columna: la fracción del pan


Indica la nueva fuente de la vida comunitaria. La expresión procede de las comidas judías en las que se compartía el pan con los hijos y con los que no tenían nada. La fracción del pan recordaba las innumerables veces que Jesús había compartido el pan con los discípulos y con los pobres (Jn 6,11). Recordaba el gesto del Señor con los discípulos de Emaús, con el que se les abrieron los ojos a la presencia viva de Jesús en medio de la comunidad (Lc 24, 30-35). Significaba, sobre todo, el gesto supremo de amor hasta el fin (Jn 13,1) la Eucaristía, la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo” (1 Cor 10, 16), la Pascua del Señor (1 Cor 11, 23-27), la memoria de su muerte y resurrección (1 Cor 11,26) que garantiza la vida a los que entregan la vida por los demás.


La fracción del pan se hacía en las casas y en el templo (Hch 2,46; 20,7); era el lugar de la Liturgia “en Espíritu y en Verdad” (Jn 4,23). Muchas veces la realidad quedaba por debajo del ideal. Pablo critica los abusos que había en la comunidad de Corinto (1 Cor 11, 18-22. 29-34).


Cuarta columna: oraciones


Indica el nuevo ambiente de vida comunitaria. Los Apóstoles tenían una doble tarea: la dedicación plena a la oración y al ministerio de la Palabra” (Hch 6,4) Por medio de la oración los cristianos permanecían unidos entre sí y a Dios (Hch 5, 12b) y se fortalecían en el momento de las persecuciones (Hch 4, 23-31). La Palabra, la Biblia, era el libro de cabecera, la gramática para poder leer y entender lo que Dios hablaba por los acontecimientos de la vida; la luz que los iluminaba en el camino.


A pesar de seguir una doctrina diferente de la tradicional, no rompían con las costumbres de la
piedad del pueblo; continuaban asistiendo al templo (Hch 2,46). Allí era donde la gente vivía y
expresaba su fe, e iba para rezar. Los creyentes eran conocidos como el grupo que se reunía en el Pórtico de Salomón (Hch 5,12). Gozaban de la simpatía de la gente (Hch 2,47).


Cuando eran perseguidos rezaban y releían el Antiguo Testamento (Hch 4, 27-31). Hacían como Jesús, que con la oración, se enfrentaba a la tentación (Mc 14,32). De esta forma, provocaban un nuevo Pentecostés (Hch 4,31). La Biblia no era únicamente la luz, sino la fuente de fortaleza.


¿Es posible cumplir este ideal?

El listón que Lucas presenta esta muy alto. Parece imposible saltarlo. Él lo sabe. Basta que
recordemos el texto de Ananías y Safira (Hch 5, 1-11). Entonces, ¿porqué presenta un modelo tan difícil? La experiencia señala lo siguiente: cuando una comunidad vive aislada de otras, se
enfrenta con un ideal así y se desanima. Pero cuando participa con otras comunidades en el
mismo proyecto y cuando se encuentran para compartir experiencias, se animan mutuamente.
Aunque el listón esté alto, se vence el cansancio y se crea coraje. Un ideal de este tipo funciona como un despertador. Anima a las personas, porque les hace ver que en su vida existen signos y semillas de este ideal. En el libro de Hechos de los Apóstoles, Lucas presenta un modelo que ha de asumirse en todas las comunidades. Es una exhortación y una invitación, a hacer hoy lo mismo.

La anterior lectura, fue extractada del libro “Vivir y anunciar la Palabra: Las Primeras Comunidades”, de Carlos Mesters y Equipo Bíblico CRB, páginas 105 – 108. Editorial Verbo Divino.