domingo, 29 de enero de 2012

Dame un nuevo corazón



Un potpurrí de canciones católicas para sintonizarnos con Él...

La Autoridad y el Evangelio de San Marco 1, 21-28

En el Evangelio de este domingo 29 de enero de 2012, hay una idea principal que el evangelista nos comunica de Jesús: enseñaba con autoridad.

En su homilía dominical, el padre John Henry Buitrago nos hizo al respecto una explicación de diferenciación de dos palabras que algunos confunden con un mismo aparente significado. Estas palabras son poder y autoridad.

La primera de ellas se relaciona con la posibilidad que tiene una persona para dirigir el comportamiento de otro individuo y ser de alguna manera obedecido. El poder nace de una atribución o capacidad externa a la misma persona que lo posee. El poder regularmente es otorgado o conferido por alguien diferente al de la persona usuaria de ese poder, a través de un cargo, una función o una responsabilidad que implique acción sobre otras personas. El poder es autoridad conferida por otro, de manera temporal y para una situación específica. Así las cosas, un gerente puede ordenar a un  subalterno en su organización para que haga algo, y éste debe hacerlo de acuerdo a la orden o instrucción recibida. En este caso no hay autoridad natural en quien imparte la instrucción. Sus subalternos pueden no simpatizar o compartir la instrucción recibida, pero tienen que cumplirla.

Se concluye aquí que el ejercicio del poder no siempre está acompañado de autoridad natural. La autoridad conferida, a diferencia de la autoridad natural, tiene la peculiaridad que sirve para “mandar aunque se mande mal”. Y la autoridad natural –como la que muestra Jesús en este evangelio- es algo bien diferente. Por ello decían los escribas y fariseos que lo observaban: “¿Qué es esto? este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen” . La autoridad de Jesús se caracteriza porque no solo predica sino que, hace lo que predica. Jesús invitaba a perdonar a quienes nos ofenden, y Él, perdonó a quienes le crucificaron. Es más: imploró perdón ante su Padre para que ellos fueran objeto de perdón. Jesús predicaba el amor al prójimo y Él nos amó hasta el extremo: nos dio su vida! Ese decir y hacer lo que se dice, es lo que otorga a quien lo hace una autoridad natural sin límite de tiempo o circunstancia. Es en el fondo una muestra de coherencia que testimonialmente arrastra a otros.

Un padre o una madre de familia que pide a sus hijos que  hagan algo que ellos mismos no hacen, puede tener poder, pero no autoridad. El Padre John Henry nos aclaraba en su homilía algo muy importante. Esto no quiere decir que si nuestros padres no tienen autoridad natural cuando nos mandan, entonces no debamos obedecerles. Jesús bien lo señaló cuando dijo respecto de unos sacerdotes de su tiempo.”Hagan lo que ellos dicen, aunque ellos no lo hagan, pues fijan normas que ellos mismos no están dispuestos a cumplir”.

Así las cosas, este evangelio nos invita a reflexionar sobre el tipo de autoridad que nosotros tenemos y usamos en nuestra relación con los demás. El poder no es un atributo que podamos tener en todas las ocasiones, pero la autoridad natural sí la podemos hacer parte de nuestra manera de ser y de actuar.