viernes, 30 de noviembre de 2012

San Mateo 4, 18-22


 
En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo:”venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.  Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.  Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

Reflexión:

La parábola de la pesca continúa siendo hoy interesante para iluminar nuestra misión cristiana. EL pescador sale a una hora difícil, cuando todos duermen, y se lanza a la aventura confiando en el mar, misterioso, peligroso y desconocido, sin saber si ese día tendrá suerte en la pesca o regresará a casa con las manos vacías. Sin embargo la duda no detiene su paso y avanza. Hace falta esa osadía, entrar en lo desconocido de cada cultura, pueblo o sociedad, y lanzar de modo audaz el siempre actual mensaje del Evangelio de Jesús, lanzarse sin tardanza pues como recuerda el Apóstol ¿cómo creerán en Aquel de quien no han oído hablar?

Nuestras buenas noticias para los demás deben dejar de ser buenas para pasar a ser la Buena Noticia. Hermanos eso es lo que da sentido a nuestra vida, lo que hemos hallado en nuestra experiencia personal y lo que debemos transmitir a quienes nos rodean. También nosotros hemos sido llamados como lo fueron estos pescadores.

 No importa cual sea nuestro trabajo: profesional, técnico o auxiliar. Nuestro deber es prepararnos para ir a la Misión. Si ya hemos descubierto la presencia de Dios en nuestra vida, entonces hablemos con los demás de este testimonio para comunicar así nuestra fe y evangelizar a quienes nos escuchan.   

domingo, 25 de noviembre de 2012

¿Quién o qué dirige mi vida?


Hemos llegado a la semana 34 del tiempo litúrgico ordinario, en cuyo primer día, domingo, celebramos la festividad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo.  Esta celebración fue establecida por el Papa Pio XI en el año 1925, buscándose con ella que todo el mundo católico tuviera muy presente que quien dirige la Iglesia es Jesucristo Rey, principio y fin de todo lo creado, Verbo de Dios, que mediante su Palabra Dios lo hizo todo,  único y verdadero Señor sea Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

 
Para comprensión de lo anterior vale la pena recordar las palabras de Jesús a sus discípulos en el evangelio de San Juan 14, 8 – 9:   Le dice Felipe (a Jesús): Señor muéstranos al Padre y nos basta. Le dice Jesús: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre.”

 Igualmente, recordemos el numeral 691 del Catecismo de la Iglesia Católica cuando nos dice:

Espíritu Santo, tal es el nombre propio de Aquel que adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y lo profesa en el bautismo de sus nuevos hijos (Cf. Mateo 28,19)”.  Lo anterior se explica igualmente en el numeral 245 del Catecismo, cuando afirma que: “..el origen eterno del Espíritu Santo está en conexión con el del Hijo: el Espíritu Santo que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo” (Cc. De Toledo XI, año 675: DS 527). El Credo del Concilio de Constantinopla (año 381) confiesa: Con el Padre y el Hijo reciben una misma adoración y gloria” (DS 150).

Sin demérito  de lo anterior, en esta festividad nos referimos a la Persona de Jesús por cuanto San Pablo  en Colosenses 1, 15 refiriéndose al Primado de Cristo  nos dice “Él es imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación”.

Cristo es el Rey del universo y de todos los hombres, sus hermanos. Es el Rey de todo lo creado, porque somos igualmente –en la unidad de la Santísima Trinidad- sus creaturas. Es decir, Él es nuestro Dueño y Señor. Pero su reino no procede de este mundo y debido a esto no podemos concebirlo o entenderlo con las medidas que medimos a nuestros gobernantes. El Reino de Cristo es el reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz. Nada más distinto a los incoherentes y lamentables modelos de gobierno que hacemos los hombres y que padece la humanidad entera, por no seguir los valores anunciados en los Evangelios.

La ocasión de esta celebración nos motiva a preguntarnos: ¿Realmente es Jesucristo el que reina, el que dirige mis pensamientos, mis sentimientos, mi inteligencia, mi conciencia, mi trabajo, mi familia, mi vida social?

La vida cotidiana de los seres humanos es una sucesión permanente de grandes y pequeñas decisiones, que se manifiestan en todos y cada uno de nuestros actos. ¿Quién o qué dirige mis actos? ¿Quién o qué inspira y motiva todo lo que hacemos?  Acaso las respuestas a estas preguntas son el dinero, la búsqueda de poder o influencia sobre los demás, la indiferencia por las necesidades de otros y la priorización de mi satisfacción personal?  O en caso contrario, nuestros motivadores son la verdad, la justicia, el amor, el perdón y la paz?

Una respuesta interior sincera a estos interrogantes nos revela de inmediato qué tan cerca estamos de asumir el reinado de Jesús en nuestras vidas. Aquí no hay lugar a engaños o apariencias ante “quien todo lo ve”.  Recordemos el Salmo 139 (138):

Tú me escrutas, Yahvé, y me conoces;
sabes cuándo me siento y me levanto,
mi pensamiento percibes desde lejos;
de camino o acostado, tú lo adviertes,
familiares te son todas mis sendas.
Aún no llega la palabra a mi lengua,
y tú, Yahvé, la conoces por entero;
me rodeas por detrás y por delante,
tienes puesta tu mano sobre mí.

Hace pocas semanas recordamos en un evangelio dominical (Marcos 12, 28-31), cómo Jesús resumió los 10 Mandamientos que Moisés recibió de Dios y comunicó al pueblo de Israel, en sólo dos mandamientos esenciales:

Acercóse uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le pregunto: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús le contesto: El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor,  amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.  

Aquí encontramos la clave para vivir el Reinado de Jesús en nuestro interior, en nuestra vida y nuestras acciones.  Si nos proponemos cumplir estos dos mandamientos, de hecho cumpliremos los 10 mandamientos revelados en el Antiguo Testamento.  ¿Difícil? No hay duda, especialmente cuando reconocemos la poca vivencia de los valores cristianos ahí afuera del lugar en que te encuentras; o lo que es más preocupante.. a veces en tu ámbito familiar más cercano.

Las palabras de Jesús en Juan 12, 44-50, nos iluminan el camino a seguir:

Jesús gritó y dijo: El que cree en mí no cree en mí, sino en Aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a Aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.


 
Ayudas eficaces en este nuevo Reinado y Señorío de Jesús en nuestras vidas, son nuestro acercamiento a la Palabra de Dios (para conocer sus enseñanzas y su Voluntad), acudir a la oración frecuente (comunicación directa con el Señor), acercarnos más a la Iglesia (cuyo magisterio y guía son instrumentos de salvación), practicar la vida sacramental (para configurarnos con Dios Trinidad), practicar la Voluntad de Dios en nuestro trabajo (en el ejercicio cotidiano de nuestra profesión), combatir nuestras debilidades con la ayuda de Dios y crecer haciendo obras en beneficio de los demás (para practicar el amor oblativo que nos enseño Jesús, con su propia vida).

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Videos para el fortalecer el alma (lista de reproducción)



Música católica para fortalecer el alma en las versiones de varios intérpretes conocidos como Son by Four y otros no menos importantes.