martes, 30 de agosto de 2011

Majestad del Señor y dignidad del hombre



Todo lo puso bajo sus pies y lo dió a la Iglesia

como cabeza, sobre todo (Ef 1.22)




Señor, dueño nuestro,

¡Qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.

De la boca de los niños de pecho

has sacado una alabanza contra tus enemigos,

para reprimir al adversario y al rebelde.



Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;

la luna y las estrellas que has creado,

¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él;

el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,

lo coronaste de gloria y dignidad,

le diste el mando sobre las obras de tus manos,

todo lo sometiste bajo sus pies:

rebaños de ovejas y toros,

y hasta las bestias del campo,

las aves del cielo, los peces del mar,

que trazan sendas por las aguas.



Señor, dueño nuestro,

¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!


(Salmo 8)