domingo, 24 de julio de 2011

Benedicto XVI subraya la importancia de la “conciencia recta”



CASTEL GANDOLFO, domingo 24 de julio de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI introdujo hoy el rezo del Ángelus con los peregrinos presentes en el patio del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, con una reflexión sobre la importancia de la “recta conciencia” en la vida del hombre.



El Papa quiso reflexionar sobre la primera lectura de la liturgia de hoy, en la que un jovencísimo e inexperto rey Salomón pide, y obtiene, de Dios la sabiduría necesaria para gobernar al Pueblo de Israel.



Cada hombre “tiene una conciencia para ser en un cierto sentido 'rey', es decir, para ejercitar la gran dignidad humana de actuar según la recta conciencia, obrando el bien y evitando el mal”, explicó el Papa.



Cuando Salomón pide “un corazón dócil”, prosiguió el Pontífice, se refería, según la Biblia, no a un órgano concreto, sino “al centro de la persona, la sede se sus intenciones y de sus juicios. Podríamos decir: la conciencia”.



“Corazón dócil” significa “una conciencia que sabe escuchar, que es sensible a la voz de la verdad, y por esto es capaz de discernir el bien del mal”.



El ejemplo de Salomón, subrayó el Papa, “vale para cada hombre”, en el que debe formarse “una conciencia siempre abierta a la verdad y sensible a la justicia”.



“La conciencia moral presupone la capacidad de escuchar la voz de la verdad, de ser dóciles a sus indicaciones”, añadió.



Este discernimiento lo necesitan especialmente “las personas llamadas a tareas de gobierno tienen, naturalmente, una responsabilidad ulterior”, y que “por tanto – como enseña Salomón – tienen aún más necesidad de la ayuda de Dios”.



“Una mentalidad equivocada nos sugiere pedir a Dios cosas o condiciones favorables; en realidad, la verdadera calidad de nuestra vida y de la vida social depende de la recta conciencia de cada uno, de la capacidad de cada uno y de todos de reconocer el bien, separándolo del mal, y de buscar llevarlo a cabo con paciencia”, añadió.



Por último, propuso como modelo a la Virgen María, cuyo “corazón” fue “perfectamente dócil a la voluntad del Señor”.



“Aun siendo una persona humilde y sencilla, María es una reina a los ojos de Dios, y como tal la veneramos nosotros”, concluyó.