martes, 12 de julio de 2011

Nuestra Eucaristía de julio

Martes 12 de julio de 2011. Son las 7:15 p.m. y el Diácono Jairo Hernández se encuentra concentrado en la preparación de la Eucaristía mensual de Pequeñas Comunidades de San Cipriano. Vamos llegando todos los miembros de las Koinonías y al ingresar al templo, nos encontramos con una disposición física de las sillas, que nos indica claramente que la celebración la haremos frente al Sagrario. El Diácono alista el Evangeliario sobre el ambón. Se dispone una pequeña mesa como altar frente al Tabernáculo y dos cirios con llama fuerte a cada lado.

Afuera llueve pertinazmente y sorprende encontrar que una conocida gotera que cae usualmente frente al Sagrario, esta noche no gotea.. Hay allí un ambiente especial. Estamos más cerca que de costumbre a Jesús Sacramentado. Magalis Blandón quien se ofreció para acompañar con cantos litúrgicos la celebración, rasga las cuerdas de su guitarra y entona algunos cantos de alabanza. Los seis coordinadores de Pequeñas Comunidades se disponen a ayudar en la organización de los últimos detalles previos a la celebración.

A las 7:30 p.m. el Padre Pompilio Moreno, nuestro Vicario Parroquial llega revestido y acompañado del Diácono, para dar inicio a la celebración Eucarística. Nos santiguamos con la señal de la cruz toda la Asamblea y quien preside expresa un saludo a todos poniendo de relieve la ocasión como una celebración comunitaria de las Koinonías. Identifica a dos nuevos miembros de la Comunidad Pescadores que están allí presentes y les expresa una cordial bienvenida. Se escucha la lectura de una monición de entrada que hace énfasis en la conversión y compromiso de fe en la vida comunitaria. Quien preside comunica la intención principal de la celebración: “Por la unidad de nuestra Comunidad de Comunidades en el Sagrado Corazón de Jesús” propuesta por la Koinonía “Pescadores”.

El Padre Pompilio invita a todos los participantes para que nos reconozcamos pecadores y expresemos al Señor nuestro arrepentimiento y petición de perdón. Unos pocos minutos de silencio exterior nos sirven para canalizar el ruido interior de nuestras culpas y debilidades, pidiendo al Señor su perdón y misericordia. Es un momento especial para comunicarle a Dios nuestro dolor y preocupación por nuestros errores.. un momento de verdad para hacernos conscientes que sin su ayuda nuestro caminar se hace muy difícil. Sólo Él es el camino, la verdad y la vida! Las preces expresadas en este instante así lo reflejaban: Tú, que has venido a sanar los corazones afligidos. Señor ten Piedad! Tú, que nos has amado hasta el extremo. Cristo ten Piedad! Tú, que nos has revelado el Amor del Padre. Señor ten Piedad! Nos ayuda a vivir este momento interior los cantos penitenciales de todos los participantes.

Entonamos todos un canto del Gloria, para reconocer a Dios su santidad, el honor, el poder y la gloria.

En la oración colecta, el Padre Pompilio pide a Dios Padre el que ilumine a los miembros de la Asamblea para que cumpliendo sus preceptos, puedan alcanzar la vida eterna.

Aliviados del peso de nuestros pecados por la confesión interior de ellos a Dios y consolados por la Misericordia de Dios, invocada y recibida en el acto penitencial, nos disponemos a celebrar la Liturgia de la Palabra.

La monición de lecturas propuesta por la Koinonía Filadelfia nos recuerda que: Hoy las lecturas nos indican cómo Dios en medio de nuestras dificultades, está dispuesto a proteger nuestra propia identidad, tal como nos lo muestra con Moisés en su tiempo. Así mismo a revisar y aumentar nuestra conversión, para reconocer que las cosas de la fe en el Señor, son fundamentales para nuestro crecimiento como personas y bautizados.

Escuchamos la proclamación de Éxodo 2. 1-15ª; Salmo responsorial 68, 3. 14. 30-31. 33-34. Y El Santo Evangelio según San Mateo 11. 20-24.

En la homilía el Padre Pompilio hace una detenida reflexión sobre cada uno de los textos sagrados. Destaca como Dios perdona a Moisés el pecado de haberle quitado la vida a un egipcio que atacaba a un hebreo y le señala una gran misión frente a la cual Moisés intentó evitar argumentando varias dificultades o carencias, para las cuales el Señor le proporcionó las ayudas necesarias. La imagen de un Dios que sale a nuestro encuentro, a contemplar la realidad de nuestras culpas, a proporcionarnos el perdón y ofrecernos una misión. Con relación al Salmo nos invitó a reflexionar cómo todos los que sufren encuentran en el Señor su escucha, su bondad y fidelidad. Por invitación de quien preside, algunos miembros de la Asamblea expresaron sus propias resonancias a estos textos sagrados. En su discernimiento del Evangelio, el Padre Pompilio nos invitó a revisar nuestra conversión y fe en el Señor. Expresó su preocupación por la manera como el relativismo de la vida contemporánea ha afectado los procesos de fe de algunas personas. Nos volvemos ciegos o indiferentes a la acción de Dios en nuestras vidas. Nos invitó a testimoniar en otros nuestra fe y a cumplir con la misión de llevarles la Buena Nueva a otras personas.

En éste último aspecto, muchos miembros de las Pequeñas Comunidades allí presentes, recordamos que nuestra misión está en la evangelización.

Reunidos allí con Jesús presente en el Sagrario, en un ambiente piadoso y de reflexión, hicimos la Oración de los Fieles, propuesta por la Koinonía Jesús mi Pastor, elevando súplicas a Dios Padre por la Iglesia, por los que sufren, por los cansados y agobiados, y por los enfermos y moribundos.






Pasamos luego a la liturgia Eucarística, momento culmen de nuestra celebración de fe. Iniciamos orando sobre las ofrendas, presentando el pan y el vino que habrán de convertirse minutos después en el cuerpo y la sangre del Señor. El sacerdote pronuncia la oración de gracias y alabanzas al Señor, conocida como Prefacio. Luego, extendiendo sus manos sobre el pan y el vino, invoca al Espíritu Santo, para que por su acción los transforme en el Cuerpo y la Sangre del Señor. ¡Qué misterio tan grande es este, establecido por el mismo Jesús!

Puestos de rodillas, como corresponde frente a la grandeza de Dios, allí presente, nuestros sentidos enervados en todo su poder no alcanzan a explicarse lo que con los ojos de la fe es perfectamente aceptado: Jesús esta allí en el copón y sobre la patena. Son el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo! Qué humildad Dios mío la de Jesús… reduciéndose a un pedacito de pan y un poco de vino, para por efecto de la transustanciación que opera en la consagración, hacerse realmente presente! En consecuencia aclamamos allí el misterio central de nuestra fe. Presentamos allí este sacrificio de Jesús en comunión con toda la Iglesia, por el Papa, los obispos, los difuntos y todos nosotros.

El sacerdote ofrece allí al Señor el Cuerpo y la Sangre de Jesús, pronunciando una oración conocida como Doxología. Es un momento muy especial. Jesús continúa intercediendo por nosotros ante el Padre! Oramos el Padre Nuestro y alegres pasamos a recibir a Jesús Pan de Vida. Una gracia muy grande. En mi interior me digo: ¿Quién soy yo, para que mi Señor venga a hacerse uno conmigo? Allí solo brotan en nuestro pensamiento y nuestro corazón expresiones de gratitud por poder vivir esta experiencia de fe, por la vida que nos da con su alimento y por la comunidad que nos ha regalado para llegar a Él.

Recibimos la bendición final del sacerdote y concluimos nuestro encuentro con un ágape fraterno. La Eucaristía, un tesoro muy grande, para el que estas sencillas palabras se quedan cortas en su descripción. Ayúdanos Señor a darte a conocer a otros hermanos, para que te descubran en tu maravillosa presencia y accedan por la fe en ti, a compartir la vida eterna contigo.