domingo, 7 de noviembre de 2010

ARIDEZ ESPIRITUAL

Es de conocimiento general que el estado de ánimo de los seres humanos, es similar a una montaña rusa en sus subidas y bajadas: Hoy estamos felices y la vida nos sonríe y cualquier día somos presa del desaliento y la aridez espiritual. A pesar de que esto ocurre a todas las personas en algún momento, no generamos aprendizaje para entender los motivos de incertidumbre y de baja de la autoestima. Cada episodio de tibieza o de decaimiento anímico nos intenta golpear como si fuera la primera vez. Todas estas formas de abatimiento tienen orígenes que debemos intentar aclarar, haciendo uso de la auto-reflexión y de la humildad frente a Dios y a los demás, para reconocernos personas que podemos quebrantarnos y que igualmente podemos volvernos a levantar.

Vencer la aridez espiritual sólo (“yo con yo”), es más exigente que hacerlo con el acompañamiento de la comunidad de que hacemos parte. Trabajar de manera individual un episodio de esta naturaleza puede indicar una de varias cosas: o usted no está integrado a una comunidad en la que pueda dar y recibir apoyo, o su disposición para darse y/o abrirse a la ayuda de otros es reducida, debido a problemas de soberbia, orgullo o dificultad para pedir ayuda.

Los procesos de dar y recibir ayuda en una comunidad son objeto de un aprendizaje continuo. Se aprende a ayudar ayudando. Eso es como nadar. No se aprende por correspondencia. Por esta razón un animador de una comunidad debe ayudarle a sus miembros a clarificar los procesos de ayuda que se vayan dando. Un ejemplo de esto es el discernimiento que surge de la Parábola del Buen Samaritano (Lucas 10. 25-37). Si alguien no enseña a la comunidad cómo ayudar al que ha sido apaleado por otros, no podrá esperar que la comunidad le ayude cuando el apaleado sea él.

Un elemento central para recibir ayuda radica en la humildad de quien necesita apoyo. Recordemos la Parábola del fariseo y el cobrador de impuestos (Lucas 18. 9-14). Si al estar en dificultad adoptamos la humildad del recaudador, quien “se quedó atrás y ni siquiera se atrevía a levantar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía ¡Oh Dios, ten compasión de este pecador!”, será entonces posible que otros hermanos vengan en nuestra ayuda.

La aridez espiritual es esencialmente un episodio de carácter personal, que interroga nuestra conversión, nuestra fe y la solidez de la edificación espiritual que hemos alcanzado. Pero igualmente es una situación en la que podemos recibir ayuda efectiva de los hermanos de comunidad. Ellos nos conocen, nos aman y quieren lo mejor para nosotros. Su ayuda solidaria nos permitirá salir adelante. Recordemos al Apóstol San Pablo en Romanos 12. 12 y 16 que nos enseña los deberes claves de la vida cristiana que debemos aplicar.

San Jose Maria Escrivá de Ballaguer, nos hace unas reflexiones muy francas y directas (tal como fue su espíritu en su ministerio sacerdotal), que las hemos tomado de sus libros “SURCO” y “CAMINO”. Cada una de estas citas –precedidas de un número- merece ser reflexionada un instante, para extraerle su verdadero valor. Leerlas de corrido es un despropósito! Veámos:

“Pediste al Señor que te dejara sufrir un poco por Él. Pero luego, cuando llega el padecimiento en forma tan humana, tan normal –dificultades y problemas familiares- , o esas mil pequeñeces de la vida ordinaria, te cuesta trabajo ver a Cristo detrás de eso. –Abre con docilidad tus manos a eso clavos… y tu dolor se convertirá en gozo.” Surco 234.


No te quejes, si sufres. Se pule la piedra que se estima, la que vale. ¿Te duele? –Déjate tallar con agradecimiento, porque Dios te ha tomado en sus manos como un diamante… no se trabaja así un guijarro vulgar.” Surco 235.

¿No te comprenden? Él era la Verdad y la luz, pero tampoco los suyos le comprendieron… -como tantas veces te he hecho considerar, acuérdate de las palabras del Señor: “No es el discípulo más que el Maestro”. Surco 239.

Hay almas que parecen empeñadas en inventarse sufrimientos, torturándose con la imaginación. Después cuando llegan penas y contradicciones objetivas, no saben estar como la Santísima Virgen: al pie de la Cruz, con la mirada pendiente de su Hijo. Surco 248.

Esas depresiones, porque ves o porque descubren tus defectos, no tienen fundamento.. Pide la verdadera humildad. Surco 262.

Conforme: aquella persona ha sido mala contigo. Pero, ¿no has sido tú peor con Dios?. Camino 686.

Toda nuestra fortaleza es prestada. Camino 728

Sin no le dejas. Él no te dejará. Camino 730.

Ser fiel a Dios exige lucha. Y lucha cuerpo a cuerpo, hombre a hombre –hombre viejo y hombre de Dios- detalle a detalle, sin claudicar. Surco 126.