jueves, 4 de noviembre de 2010

Hombres y mujeres nuevos!


El pasado sábado 30 de octubre se celebró en el templo de la Parroquia de San Cipriano, un acontecimiento especial y de gran significación para los tiempos que vivimos. En una Eucaristía presidida por el Padre Pompilio Moreno y con el servicio en el altar del P. Diácono Jaime Montealegre, siete parejas de adultos –padres de estudiantes del Colegio de las Hermanas de Nazaret- que vivían en unión libre, contrajeron el sagrado sacramento del matrimonio, en una expresión de restauración de ellos como parejas, y de una aceptación del Señorío de Jesús en sus hogares. Estos “hombres nuevos” son:

Helman Álvarez Rubio y Aura Liliana Durán Giraldo
John Fredy Prieto R. y Ma. Panqueva Ortiz
Juan Carlos Cano M. y Ligia Yolanda Avella
Orlando Enrique Trujillo y Ligia Macías
Rafael Augusto Forero G. y Nubia Marcela Pinilla
Victor Julio Solano M. y Janeth del Carmen Antacruz
Yesmar Hurtado Camacho y Diana Karina Rojas C.

Igualmente, renovaron promesas matrimoniales de 7 años, Jaime Alberto Munevar y Sandra Viviana Pérez.

En un ambiente general en el que la familia como institución es atacada desde muchos frentes, Dios Nuestro Señor ha obrado a través de la Madre Inmaculada Velasco, Directora del Colegio; de Jaime Montealegre, P. Diácono de San Cipriano y de Amparo Santa de Montealegre, esposa del Diácono; quienes atienden –ellos dos- el Ministerio de Familia de nuestra Parroquia.

Jaime y Amparo, con el apoyo y acompañamiento de la Madre Inmaculada, realizaron una labor de pastoral familiar, en la que iluminados por la Palabra y las reflexiones de fe, con la ayuda del Espíritu Santo, condujo a estas parejas a la decisión de someter su unión a la bendición de Dios y de la Iglesia. Se cumplió aquí lo que dice 2 de Cor 5,17 “Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo”.

Felicitaciones a los nuevos esposos y a quienes renovaron. Gloria a Dios en el trabajo de quienes hicieron este acompañamiento y pastoreo.

Se incluye un video de esta memorable ocasión.




La Palabra


La vida en comunidad es un eficaz medio de salvación, si lo hacemos conforme al llamamiento que el Señor nos ha hecho, manteniéndonos siempre unidos y en paz tal como lo ha obrado en nosotros el Espíritu Santo. Así lo leemos en Efesios 4, 4-7 “Hay un solo cuerpo y un solo espíritu, así como Dios los ha llamado a una sola esperanza. Hay un Señor, una fe, un bautismo; hay un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos. A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida de los dones de Cristo”.

Cuando hacemos uso de los dones y carismas recibidos de Dios, no lo hacemos para nuestra propia gloria como vivió en el hombre muerto en nosotros, que estamos dejando atrás. Lo hacemos para glorificar a Dios por medio de Jesucristo, cuyo cuerpo místico integramos todos.

La administración de la gracia recibida del Señor nos exige renovar el espíritu de nuestra mente, revestirnos del Hombre Nuevo creado según Dios, en la justicia y la santidad de la verdad. Esto implica que en nuestra comunidad, en el hogar, en el trabajo y en todo lugar, debemos disponer las gracias que hemos recibido para el bien de los demás, como Él dispuso: unos que fueran apóstoles; otros, profetas; otros, evangelizadores; otros, pastores y maestros para la edificación del cuerpo de Cristo. La Palabra nos está hablando de una edificación en el amor. Así nos lo recuerda el Apóstol Pablo cuando nos dice “Sed pues imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma”
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Por lo anterior, cuando compartimos en comunidad con nuestros hermanos en Cristo, tenemos ocasión de vivir en la verdad, trabajar en algo útil para socorrer al que está en necesidad, escuchar al otro, edificar con nuestras palabras, dejar atrás la ira, la cólera, el desaliento, la amargura. Nuevamente el Apóstol nos invita aquí a ser amables entre nosotros, compasivos, perdonándonos mutuamente como nos perdonó Dios en Jesús. Una vivencia de esta naturaleza y calibre debe ser igualmente vivida en todos los demás ambientes en que nos movemos. A esa vocación el Señor nos ha llamado. Que el mundo con todas sus contradicciones y conflictos nos lo haga difícil, hace más noble y grande la tarea de esforzarnos en vivir el Evangelio. El premio que nuestro Creador nos da es la salvación!

Nuestra Eucaristía mensual de Pequeñas Comunidades, es un momento propicio para celebrar la vivencia del Evangelio conforme a todo lo anterior. Es igualmente, un tiempo para configurarnos como uno solo con Cristo Jesús, recibiéndolo a Él en su Cuerpo y en su Sangre! ¿Cómo faltar a un encuentro como éste con quien nos da la vida?

La Eucaristía es el regalo de amor más grande de Dios a la humanidad! Jesús es el regalo y nosotros somos los beneficiarios. ¿Qué hay más importante que recibirlo a Él?