martes, 20 de julio de 2010

PASTORAL DEL MUNDO DEL TRABAJO


Palabras del Santo chileno San Alberto Hurtado S.J.:


• Hacer comprender la dignidad del trabajo humano es tarea fundamental de la educación social. Durante siglos se despreció el trabajo, sobre todo el trabajo manual.

• Descubrir el sentido social de cada trabajo debería ser una aspiración fundamental de quien aspira a dar educación social, y luego inculcar ese sentido, creando una mística del trabajo escolar, manual, profesional.

• La palabra “trabajo” debería sugerirnos a todos no sólo un medio para ganar la vida, sino una colaboración social. Según esta concepción del trabajo podría ser definido: El esfuerzo que se pone al servicio de la humanidad; esfuerzo personal en su origen, fraternal en sus fines, santificador en sus efectos.

• La dignidad del hombre es atacada cada vez que un hombre, sin que sea responsable, es reducido a cesación del trabajo. La dignidad del hombre es atacada cada vez que tiene que vender su trabajo por un salario menor de lo justo.

• Otros hay que ofenden al obrero haciéndole sentir que él vive porque la sociedad bondadosamente le procura empleo. Más cierto sería decir que la sociedad vive por el trabajo de sus ciudadanos: sin trabajo no habría riqueza ni sociedad. Esta idea podría ser mejor comprendida en una asociación vocacional en la que el trabajador, dejando de ser un simple asalariado, participará de la propiedad y aún de la dirección de la obra en que trabaja para bien y servicio de la sociedad.

• Así como hay condecoraciones para los que realizan hazañas bélicas o llevan adelante con éxito gestiones diplomáticas debería haber condecoraciones para los “héroes del trabajo”, héroes ocultos sin los cuales no progresa la humanidad... Un nuevo humanismo debe reemplazar a esta concepción decadente de la historia, un humanismo del trabajo, que encuentra la mayor grandeza en el Dios obrero.

• La sociedad debería vivir en un acto continuo de acción de gracias a todos los que laboran su grandeza espiritual, intelectual, manual y consiguientemente de respeto a todo trabajador, de gratitud por sus esfuerzos que no se pagan con dinero. Siempre el que recibe el esfuerzo de un hombre recibe más que lo que le da al entregarle en cambio billetes de banco o monedas, aunque fuesen de oro legítimo. Es misión del educador hacer caer en la cuenta a sus alumnos de los beneficios inmensos que nos proporciona cada día el trabajo de los demás.

• Nada más desalentador que un esfuerzo cuya finalidad no aparece... Cuando el obrero, en cambio, descubre que su trabajo tiene valor para la comunidad, que es una contribución fraternal en bien de todos, su espíritu se ilumina con nueva luz, y sus músculos cobran nuevas energías. Esfuerzo sin sentido conocido, es esfuerzo perdido.

• Estos grupos de luchadores obreros han logrado comprender que no puede haber escisión entre su vida religiosa y su vida profesional. El trabajo no es una tarea que han de soportar durante algunas penosas horas del día, las menos posibles, para escapar luego a su vida espiritual y cultural. No; el trabajo es para ellos su grandeza, su vida. En su trabajo cotidiano se santifican y tienen conciencia que mediante él están construyendo la ciudad terrestre, y colaborando con Dios el plan de redención sobrenatural.

• El trabajo es un esfuerzo personal pues por él que el hombre da lo mejor que tiene: su propia actividad, que vale más que su dinero. Con razón los trabajadores se ofenden ante quienes consideran su tarea como algo sin valor, desprecian su esfuerzo no obstante que se aprovechan de sus resultados. Igualmente sienten cuan injusto es que pretendan hacerlos sentir que ellos viven porque la sociedad bondadosamente les procura un empleo. Más cierto es decir que la sociedad vive por el trabajo de sus ciudadanos.