domingo, 7 de febrero de 2010

¿Hacia donde van las Pequeñas Comunidades?

La Iglesia debe ser comunión en todos los niveles. La territorialidad no es de la esencia de la Iglesia, pero sí la comunión y la comunidad. Hay una vocación universal a la comunidad, de la misma manera que hay vocación universal a la santidad y al apostolado.

La parroquia no es el territorio geográfico, ni sólo la institución eclesiástica, ni el templo ni sólo los sacerdotes, sino todo el Pueblo de Dios de ese territorio, pero pueblo realmente en comunión y con comunidades. La comunión debe tenerse y vivirse en círculos concéntricos: parroquia, sector, comunidad de familias, pequeña comunidad.

La parroquia es el cuerpo eclesial local, las pequeñas comunidades son sus células. La pertenencia estable y la participación comprometida es en último lugar, a la parroquia, pero en y a través de las Pequeñas Comunidades. Es de la esencia de la comunidad un compromiso estable y profundo de todos sus miembros en todas sus dimensiones de la vida, aunque cada un viva en su propia casa y haga su propio trabajo en el mundo.

No hay vida plena, ni humana ni cristiana sin comunidad. La vida fraterna en común es un elemento esencial de una vida cristiana plena.

La pequeña comunidad o ”de base” es el nivel de mayor intimidad, integración e intensidad de comunión, que se reúnen no en el templo sino en sus casas, en un cuarto normal de una casa familiar. Se forma con personas evangelizadas después del Retiro de Evangelización. El modelo Neotestamentario es que la comunidad (Hechos 2,42) viene después de recibir y vivir la evangelización kerigmática (Hechos 2, 38), no antes; así el centro de la comunidad es Jesús como Señor, de quien han recibido salvación y animados por el Espíritu Santo que les ha dado Vida Nueva y los ha congregado, siendo Él el alma de la comunión y el motor para la misión.

Por la anterior razón, quien no ha comprendido el significado del Kerigma en su propia vida y en consecuencia no ha experimentado “un encuentro personal con Jesús”, no alcanzará a vivir establemente el verdadero sentido de la vida en Pequeña Comunidad. Porque el centro de ella no deben ser los miembros de la comunidad, ni el animador responsable. El centro de la Pequeña Comunidad es Jesús. Es Él quien me anima, me motiva a reunirme semanalmente alrededor de su Palabra y con mis hermanos de comunidad.

Es muy importante distinguir la vida de la comunidad, y sus reuniones formales. La comunidad es mucho más que una reunión, la cual es sólo expresión y fomento de la vida de la comunidad. Es más importante la vida que las reuniones formales, aunque éstas últimas sean el elemento de congregación esencial para facilitar la comunión.

Vida en comunidad quiere decir la interrelación e interacción de todos con todos y cada uno, en todo tiempo y en todo lugar y en todas las dimensiones de la vida. Esto puede sorprender a muchos lectores porque aún esto no lo vivimos así. Estamos aprendiendo. Pero la vida en comunidad implica atención, apertura, preocupación de unos por otros, cuidado, mutua ayuda y apoyo; contar con los demás, hablarse por teléfono, de vez en cuando visitarse, hacerse mutuos servicios, compartir. Es acompañarse en edificación para construir la unidad de la comunidad y promover su crecimiento espiritual. Es enfrentar sus necesidades materiales y sociales en fraterna solidaridad. Es vivir los valores del Evangelio.

El contenido y alcance de lo dicho en el párrafo anterior es algo que nos invita a revisar nuestro caminar. Por ejemplo:

Cuando concluye una reunión semanal, ¿se comunica usted con los miembros de la P.C. que no asistieron, para conocer cómo se encuentran y expresarle su interés en contar con ellos?
Si hay alguno enfermo, ¿usted lo visita o lo llama telefónicamente para saludarle y expresarle su apoyo?
Si hay algún miembro de la P.C. que está pasando por un momento difícil, le expresa usted su afecto e interés de acompañarlo o ayudarlo de alguna manera?
Se dispone usted a escuchar a aquel miembro de su P.C. que se encuentra en un momento de preocupación o confusión por algún problema, para ofrecerle su orientación o ayuda?

En algunas ocasiones, surge al interior de la P.C. miembros de la misma que con buena intención, desean realizar alguna buena obra a personas en situación de necesidad. Bien sea un grupo de niños pobres, un grupo de habitantes de calle o sencillamente un ancianato. Pero inadvertidamente se olvidan de identificar, reconocer y actuar sobre las necesidades que experimentan los miembros de la P.C. o alguno de los miembros de su familia más cercana. ¿No resultaría más lógico y grato a los ojos de Dios, el practicar la solidaridad con los necesitados más cercanos?

La Pequeña Comunidad es un taller real de aprendizaje “en pequeño” sobre los retos y oportunidades de servicio que nos plantea la vida comunitaria a un nivel geográfico más amplio. La comunidad es más para SER, que para HACER, aunque el ser conlleve en muchos casos el hacer. La conforman personas únicas e insustituibles con necesidades, pero también con esperanzas, cualidades y virtudes. Ese es nuestra primera área de trabajo. Resultaría un contrasentido practicar la fe, la esperanza y la caridad por fuera de la comunidad y no al interior de ella misma.

Si lo anterior se consigue de manera natural y comprometida, se estaría ya preparados para la acción solidaria y cristiana de ayuda a grupos diferentes de la Pequeña Comunidad. En el fondo el propósito es ése: llegar a la comunidad más grande, el barrio, la zona, el sector, etc., donde podamos cumplir el mandato misionero de Jesús. “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda creatura” Marcos 16,15.

Dar testimonio y anunciar la Buena Nueva es vocación fundamental del cristiano; encargo de Jesús a sus discípulos, con vistas a la construcción y extensión del Reino de Dios. Para que nuestro testimonio sea fecundo, necesitamos primero vivir antes que hablar. Y los demás necesitan ver antes que oír. Si se nota lo que vivimos los propios hechos hablarán por nosotros. Si no se nota, de nada sirven las palabras. El Espíritu Santo como Poder de Dios, es la condición indispensable para dar testimonio del Señor resucitado y para cumplir la misión de anunciar la Buena Nueva.

Una condición indispensable para el crecimiento espiritual de todo cristiano es la oración. Si usted no está dispuesto en su intimidad, a doblar la rodilla y reconocerse necesitado del Señor y de su Santo Espíritu para crecer, nada le será posible.

Vivamos lo que nos dice San José María Escrivá de Balaguer en su libro CAMINO:
81. La acción nada vale sin la oración. La oración se avalora con el sacrificio.
83. La oración es el cimiento de la vida espiritual – La oración es omnipotente.
85. Despacio. –Mira qué dices, quien lo dice y a quién- Porque ese hablar de prisa, sin lugar para la consideración, es ruido, golpeteo de latas. Y te diré con Santa Teresa, que no lo llamo oración, aunque mucho menees los labios.
114. La oración del cristiano nunca es monólogo!.

Entonces quizá ahora podamos comprender, que los frutos de las Pequeñas Comunidades podrán verse en nuestra preparación y acción en la labor misionera. “Ve y comunica lo que el Señor ha hecho contigo” Lucas 8, 39.