viernes, 8 de enero de 2010

El discípulo misionero ¿solitario?




En noviembre pasado, el Director del periódico El Catolicismo, publicó el interesante artículo que transcribimos a continuación, bajo el título "El discipulado misionero ¿solitario?", que en el marco de reflexión de Aparecida nos señala un valor indiscutible de orden pastoral y misionero a las Pequeñas Comunidades Parroquiales.


A través de la Historia de la Iglesia encontramos la figura de misioneros intrépidos y audaces que solos han evangelizado regiones enteras. Aparecida hace énfasis en la experiencia primitiva de las comunidades cristianas y señala que la respuesta a la evangelización sigue el caminar cristiano en comunidad, es decir, un discipulado comunitario. La pastoral, no puede ser sino comunitaria y para la comunión misionera, pues esta es nuestra identidad más profunda, la esencia de la Iglesia.“No puede haber vida cristiana sino en comunidad: en las familias, las parroquias, las comunidades de vida consagrada, las comunidades de base, otras pequeñas comunidades y movimientos. Como los primeros cristianos, que se reunían en comunidad, el discípulo misionero participa en la vida de la Iglesia en el encuentro con los hermanos, viviendo el amor de Cristo en la vida fraterna solidaria”.Nuestra prioridad pastoral será, favorecer y cuidar la construcción y la vida de las pequeñas comunidades cristianas, que son como la célula de la gran comunidad y el ámbito primero y natural para vivir todas las dimensiones de la existencia cristiana.La comunidad cristiana es un grupo pequeño y estable de personas evangelizadas, centradas en Jesucristo y animadas por el Espíritu, que viven el seguimiento de Jesús en fraternidad, en la escucha de la Palabra y en la oración, celebran gozosamente la vida y la fe en la Eucaristía y los sacramentos, comparten lo que son y lo que tienen, corresponsables desde los carismas y ministerios, siempre dispuestos a anunciar la Buena Nueva, comprometidos por el Reino y por acercarlo a los pobres y excluidos, buscando la transformación evangélica del mundo“Según la experiencia pastoral de Aparecida, muchas veces, la gente auténtica que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos ‘no católicos’ creen, sino fundamentalmente, por lo que ellos viven; no por razones doctrinales, sino vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por problemas teológicos, sino metodológicos de nuestra Iglesia. Esperan encontrar respuestas a sus inquietudes.Buscan, no sin serios peligros, responder a algunas aspiraciones que quizás no han encontrado, como debería ser en la Iglesia”.Para enfatizar el discipulado comunitario en nuestra Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros fieles un “encuentro personal con Jesucristo”, una experiencia religiosa profunda e intensa y el testimonio personal de los evangelizadores que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida integral.


Nuestros fieles buscan comunidades cristianas en donde sean acogidos fraternalmente, se sientan valorados, visibles y eclesialmente incluidos. Es necesario que nuestros fieles se sientan realmente miembros de una comunidad eclesial, y corresponsables en su desarrollo.Junto con una fuerte experiencia religiosa y una destacada convivencia comunitaria, nuestros fieles necesitan profundizar el conocimiento de la Palabra de Dios y los contenidos de la fe, ya que es la única manera de madurar su experiencia religiosa. En este camino, acentuadamente vivencial y comunitario, la formación doctrinal no se experimenta como un conocimiento teórico y frío, sino como una herramienta fundamental y necesaria en el crecimiento espiritual, personal y comunitario.