martes, 30 de junio de 2009

Usted puede alcanzar la santidad!

Una de las dudas más frecuentes de algunos cristianos es alcanzar la santidad, especialmente en el desarrollo de la vida cotidiana. Frecuentemente se dice que la santidad solo es posible en Dios, en los Apóstoles y algunos de los santos más reconocidos de la Iglesia, tales como San Agustín, Santa Teresa de Jesús o el mismo San José, padre adoptivo de Jesús. Muchas personas viven su fe y su compromiso con Dios básicamente alrededor de la asistencia a la Misa dominical. Es algo así como separar solo una hora de la vida semanal que contiene 168 horas, para establecer una relación con nuestro Creador. En ese espacio hay una apertura a la comunicación con Dios y –en algunos casos- a revisar nuestra propia actuación en términos de los valores del Evangelio. En el resto del tiempo son muchos los que se desconectan de esa “escucha” de la Palabra y de esa “revisión de vida”. Es considerar que el testimonio de vida que nos plantea la Palabra sólo es posible en espacios y momentos muy reducidos de nuestras actividades.

Nada más equivocado. San José María Escrivá de Balaguer, hace en su obra “Surco” las siguientes reflexiones sobre las luchas internas que vive el hombre que busca la santidad:
125 – No todos pueden llegar a ser ricos, sabios, famosos.. en cambio, todos –sí, todos- estamos llamados a ser santos.
128 – Hoy no bastan mujeres u hombres buenos, -además no es suficientemente bueno el que sólo se contenta con ser casi bueno- es preciso ser revolucionario. Ante el hedonismo, ante la carga pagana y materialista que nos ofrecen, Cristo quiere ¡anticonformistas!, rebeldes de Amor!
129 – La santidad, el verdadero afán por alcanzarla, no se toma pausas ni vacaciones.

Recordemos lo que nos dice San Pablo sobre la santidad cristiana en Rm 8, 28-30:
“Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman… a los que de antemano conoció, también los predestino a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él, el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó a esos también los llamó; y a los que llamó, a esos también los justificó; a los que justificó a esos también los glorificó”.

Todos somos llamados a la santidad:”Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).
En Lumen Gentium una de las cuatro constituciones conciliares promulgadas por el
Concilio Vaticano II, que significa La Luz para la gente ('Cristo') está entre las naciones, se nos indica: “Para alcanzar esta perfección los creyentes han de emplear sus fuerzas, según la medida del Don de Cristo, para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo, haciéndose conformes a su imagen, y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. De esta manera, la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como lo muestra claramente en la historia de la Iglesia la vida de los santos.”

De otra parte es preciso tener claro que “El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (2 Tm 4). El mismo Jesús lo anunció: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”(Mt 16,24).

Mediante la gracia santificante como Don gratuito que Dios nos hace de su vida, nos es infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma, para curarnos del pecado y santificarnos. La caridad es en nosotros la principal fuente de mérito ante Dios.

Ciertamente este camino no es fácil, así nos lo dice Mt 7,13-14. Pero es posible!

No importa si usted es un ingeniero, un médico, un artista, un hombre de campo, un ama de casa, un gerente de una empresa… en todas las actividades humanas es posible vivir, practicar y testimoniar nuestra fe. Es en el fondo una decisión personal de aceptar el llamado de Jesús en su Palabra, es responder a nuestra dignidad de Hijos de Dios! (Jn 1,12). Es vivir con base en la verdad, la fe, la esperanza y la caridad. Los valores a practicar son los mismos en el trabajo, en la casa, en los pasatiempos, en los negocios.

Acerquémonos al conocimiento de la Palabra, como expresión de la voluntad de Dios. A su Iglesia, como medio de salvación. A la oración diaria como diálogo con Dios. A la reconciliación con el Señor para aliviar nuestras cargas. A la Eucaristía para hacernos uno con el Señor “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él (Jn 6,56). Hagamos intimidad a través de la oración con el Espíritu Santo que habita en nosotros para siempre y que es quien realmente nos da la fe (Jn 14, 16-18). Integrémonos a alguna comunidad de laicos para edificarnos mutuamente. Es más factible alcanzar la salvación caminando en comunidad que sólo. La vivencia de los valores del Evangelio se practican en la convivencia con el otro (con mi prójimo).

Nuevamente recordemos a San José María Escrivá de Balaguer, en estas tres sentencias:
“Cuando hay vida interior, con la espontaneidad con que la sangre acude a la herida, así se recurre a Dios ante cualquier contrariedad”.
“¿Cómo vas a vivir la presencia de Dios, si no haces más que mirar a todas partes? Estás como borracho de futilidades!”
“Ante Dios, ninguna ocupación es por sí misma grande ni pequeña. Todo adquiere el valor del Amor con que se realiza”

¿Cuándo vas a tomar esta decisión? ¿Cuánto tiempo tienes?

San Jose María Escrivá de Balaguer
"La Santidad en la vida ordinaria"